- Nos corren por borrachos… ¡El tigre se escapó!
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El periodista y poeta Mario Campa Landeros (1944-2020), socio del Club Primera Plana, fue jefe de redacción de los diarios El Universal, Novedades y Excélsior.
Consciente de la importancia que para documentar la historia de los medios de información tienen sus protagonistas, escribió sobre la trayectoria de muchos de ellos y alcanzó a publicar algunas semblanzas en el primer libro de una serie inconclusa con el título Verdaderos maestros del periodismo.
Escribía crónicas muy interesantes hasta de un simple paseo alrededor de la Alameda Central, y una de ellas está relacionada con Irma Serrano, la actriz y cantante fallecida este 1 de marzo en su natal Chiapas, que por su oportunidad hemos rescatado de los archivos para compartirla.
Se publicó en varios medios y ésta es la versión del sitio web del Club Primera Plana, de la cual no está registrada la fecha de difusión, ni funciona ya la liga con que la guardamos, pero lo importante es su testimonio anecdótico:
Nos corren por borrachos… ¡El tigre se escapó!
Escrito por Mario A. Campa Landeros
Llegó corriendo uno de los guardias de seguridad de Irma Serrano, se acercó a ella y algo le dijo al oído. La mujer del lunar en la frente se levantó como un resorte de su asiento y, no sin antes disculparse, gritó espantada: ¡Señores, señores, entren a la casa porque se acaba de escapar el tigre! El animalito pesaba sólo 300 kilos…
El 21 de julio de 1975, Irma Serrano, “La Tigresa”, invitó a los representantes de todos los medios de comunicación, de la “fuente” de Espectáculos, para informar lo referente a su próxima obra teatral, “La Dama de las Camelias”, la cual se había retrasado por fallas técnicas.
En su mansión del Pedregal, Irma Serrano habló de todo un poco. Pero, el fin principal de la reunión era, sin duda alguna, comer pozole, tamales y…beber, beber y beber, “que el mundo se va a acabar”. Los periodistas nos desbordamos e hicimos gala de la divisa que nos identifica: “periodista que no toma es como una flor sin aroma”. Además, aquella vez, abusamos.
Todo iba bien. La plática con la tigresa, interesantísima. La residencia-museo imponía. En broma y en serio, Irma Serrano contestaba la andanada de preguntas de los periodistas. Reía con esa libertad notoria en ella; sin prejuicios y soltando de vez en cuando una que otra palabrota. Se habló de un nuevo partido encabezado por ella. Quería ser diputada, senadora o, de perdida, presidenta…
-¿Admitirías hombres en tu partido?, le preguntó un reportero.
-Claro, los hombres no sirve para nada, pero qué falta nos hacen.
Irma seguía hablando. Los invitados de tanto tomar, comenzaron a desbarrar.
La mayoría de los reporteros y las reporteras se metieron con ropa y zapatos a la alberca. La fiesta comenzó a convertirse en un manicomio y amenazaba terminar muy mal… Había que hacer algo. Irma, al parecer, ya tenía el numerito hecho. Eso lo supe años después. Siempre le salía a la perfección su representación, junto con sus sirvientes. Era la única forma de correr a los periodistas borrachos de su mansión. Ya se la sabían. Y manos a la obra.
¡El tigre se escapó!, gritó Irma.
Todos quedamos paralizados.
¡Señores, muévanse, el tigre anda suelto!
Como si fuera una película cómica a alta velocidad, los que estaban dentro de la alberca nadando con zapatos y la ropa puesta, salieron destapados hacia el interior de la casa. Los que andaban merodeando los cuartos y los pasillos de la mansión, con su humeante atole y tamales, de inmediato ingresaron en la sala junto con todos los invitados. De pronto, y misteriosamente, se apagaron todas las luces. El miedo se acentuó.
De pronto un joven comenzó a tocar fuertemente los grandes cristales que daban a la terraza y la sala. ¡Se había quedado fuera! Le ayudamos a entrar. Las piernas le temblaban y estaba pálido, pálido.
-Esperen, dijo Irma. Vamos a salir todos juntos. Así el tigre al vernos a todos se va a espantar y se irá a su refugio. Yo voy adelante, dijo Irma, síganme…
Entonces “La Tigresa” encabezó al grupo, caminando a tientas y lentamente. Abrió el portón de su castillo. Todos aspiraron el aire fresco de la madrugada. Cada quien abordó su automóvil. Encendido de motores. Despedidas, arranque y… silencio… Así, como una novela sacada de la mente de Edgar Alan Poe terminó la reunión organizada por “La Tigresa” Irma Serrano.
Al año siguiente, en la misma fecha, citó a la prensa. La fiesta que realizaba año con año resultó ser nuevamente un éxito. A los periodistas se les volvieron a pasar las copas y La Tigresa tuvo que recurrir a su “numerito” para correrlos de su casa…
¡El tigre se escapó!