ÍNDICE POLÍTICO

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  • Censura y propiedad privada: Medias verdades de Sheinbaum
  • Por FRANCISCO RODRÍGUEZ 

RedFinanciera

Sin mover un dedo, sin ordenar a su secretaría de Gobernación que cuando menos se asome a indagar por qué Layda Sansores y, entre otros, Alejandro Armenta han colocado mordazas guindas a la libertad de expresión, la regenta Claudia Sheinbaum afirma que su secta es respetuosa de la libertad de expresión… sin que nadie se lo crea.

En otra de sus mentiñeras Sheinbaum intentó desvirtuar a Octavio Romero , director general del Infonavit que le impuso el emperador Andrés Manuel Primero, quien siguiendo instrucciones provenientes de “La Chingada” anunció la legalización de los cientos de millas de viviendas invadidas. Y ante el escándalo, la señora Presidenta –sólo lo es en las formas—dijo otra de sus medias verdades que, en realidad, son mentiras absolutas: “La propiedad privada está resguardada”. Vano intento de desmentir sólo con palabras a la realidad.

Cuando se cometen errores imperdonables, como los de Sansores, Armenta y Romero, lo más recomendable para doña Claudia sería aceptarlo de inmediato. Si no lo hizo así, si se deja pasar el tiempo en medio de excusas y justificaciones falaces e incomprensibles, sólo se ahonda el daño y éste se convierte en irreparable. La mentira que se repite mil veces sigue siendo mentira.

Sucede aquí lo mismo que en toda sociedad moderna con administraciones públicas que no son gobierno y que, además, se anclan en el pasado, donde la población tiene derecho a sospechar para llegar a saber con precisión lo que ha sucedido, sobre todo en los asuntos públicos. Es un derecho fundamental oponible ante cualquier régimen político. Al fin y al cabo, la sociedad es la que paga, y la única que puede decidir si perdona. 

Una mentira lleva a la otra

Sheinbaum al parecer ignora que esta es la base fundamental del acuerdo democrático entre el mandatario y el mandante, el pueblo que le confió la administración global de sus haberes, el que depositó su confianza. Las mentiras y las evasivas, profanas o moralinas sólo son, en el mejor de los casos, drogas dulces, simplemente engañifas.

Una mentira lleva a otra, en una cadena interminable. Cuando se profiere la décima, ya no se recuerda la primera. Si, por ejemplo, el emperador AMLO hubiera dicho desde el principio las condiciones que los poderosos le imponían para ejercer el mando en su beneficio, hubiera sido más sencillo el tránsito en el gobierno.

Ni duda cabe. El apoyo mayoritario se hubiera expresado de mil maneras favorables al electo. Pero actuar en la clandestinidad, bajo la permanente sospecha, arroja siempre pasivos y rechazos que no pueden ser superados con justificaciones posteriores, aunque sean verdades de un kilo.

Así, si no se acepta el error básico, éste no puede ser eludido con argumentos surgidos de culpas anteriores y menos de lo peor del síndrome autoritario del poder unipersonal, desdeñoso del mandato popular. En una sociedad moderna, informada, no caben argumentos que ya fueron aplicados en otras épocas, dominadas por la desinformación e ignorancia sobre los asuntos públicos.

Esa fue siempre la falla y la ofensa del régimen presidencialista que ya agotó su viabilidad, su confiabilidad, que ya dejó las huellas de su fracaso en la gobernabilidad pacífica. De nada sirve asumir la responsabilidad a toro pasado. La ofensa al sentido común prevalecerá y jamás será perdonada.

Son bastonazos de ciego peores a los que provocaron el error mayúsculo. Nadie, nunca, es tan infalible y creíble para tomar decisiones que no son aceptadas por la mayoría. El tufo despótico ya no cabe cuando el alud de evidencias, mostradas en todo el mundo, han magnificado el gazapo.

En una época en la que prevalece la inmediata y la evidencia informativa, Sheinbaum debe andarse con cuidado. Es imposible y fallido actuar en lo oscuro. Todo se sabe al instante en que se produce. 

Pueblo engañado, desilusionado.

Las explicaciones sibilinas ofrecidas no llevan sino a un baño de sangre, a la aceptación tácita de que el régimen está amarrado a designios oscuros y desconocidos, a espaldas de la voluntad popular. Aún es tiempo de reconocerlo, lo demás es irresponsable. Es una trampa sin salida.

Puede causar una tragedia de proporciones civiles incalculables e impredecibles. ¡Cuidado con la indignación, con la respuesta violenta, con la reacción del pueblo engañado y decepcionado!

¿Por qué miente, señora? Porque en sus arenas usted siempre borda en torno a medias verdades que, a final de cuentas, son mentiras.

Esta es la pregunta… y tal vez sea la respuesta que no quiere decir su nombre. ¿Hay miedo o hay compromisos inconfesables? Digalo ahora o calle para siempre.

Hasta donde se sabe, los ataques a la libertad de expresión y al derecho a la propiedad privada nunca se les ha combatido con oraciones, ni en los estados confesionales. En todas las latitudes se ha considerado que este Estado se doblegó, que fue humillado.

A todas las explicaciones no pedidas, les viene el saco de inculpaciones manifiestas.

En fin, que no se vale jugar “a las comiditas” cuando el pasto está tan seco y puede arder la pradera.

Indicios 

Y, además, la regenta imperial se victimiza. En reciente mentiñera, al ser interrogada sobre otra de las muchas falencias de en la pantomima de elección judicial, se quejó: ““No va a ser andanada, porque ahora ya traen ese; antes era autoritarismo por la reforma al Poder Judicial (…) ¡Censura! ¡Ya censura en Puebla, censura en Campeche! Ya ahora es el nuevo tema de crítica al gobierno. Libertad de expresión, siempre la vamos a defender. Hay casos específicos que hay que ver cuál es el tema, pero nuestra posición es libertad de expresión.” Pobre gobiernito, flagelado por una minoría crítica casi inexistente, de acuerdo con las encuestas a modo que difunden en medios también a modo. * * * Reciba usted mi reconocimiento por haber leído este texto. También mis mejores deseos para que siempre tenga ¡buenas gracias y muchos, muchos días!

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