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  • AMLO: “¡No, no y no… que no!” Es el negacionista icónico
  • Por Francisco Rodríguez

RedFinancieraMX

Dentro de las corrientes y posiciones antidemocráticas, el negacionismo es la respuesta básica, el instinto animal por negar la evidencia y todas las verdades que hayan sido comprobadas. El negacionista parte de sus fantasmas y de sus intereses individuales para ir en contra del mundo real, el único conocido.

Todo lo que no le favorezca o no le rinda dividendos es falso. Para que algo sea verdad tiene que ser autorizado por sus apetitos o sus intereses personales, pésele a quien le pese. Es una actitud egoísta y retrechera ante la vida, surgida de los instintos básicos, de las urgencias primarias que determinan ‎el error.

Para sostener la negación, para apoyar la resistencia al mandato social y a las reglas de comportamiento generalmente aceptadas, el negacionista puede decir mentiras, fabricar escenarios falsos, inventar teorías de personajes inexistentes, decir que se tienen “otros datos”… aunque no se hayan tenido jamás. En el fondo, creer que es otro, no reconocerse nunca.

Por lo general tales son visiones de desquiciados, mundos paralelos que sólo existen en mentes enajenadas, cuentos chinos de fracasados, argumentos basados en miedos y odios primigenios, ambiciones de control sin freno, ansias de mando sobre todos, sin importar razones ni lógicas, ni evidencias comprobadas. Sueños guajiros de atormentados, de criminales natos.

La locura negacionista ajusta la realidad a su conveniencia 

El fin último del negacionista es la destrucción. Su soberbia no puede aceptar que exista un mundo antes que él. Por eso inventa todo tipo de satisfactores, incluso teorías conspirativas para justificar sus impulsos naturales de preeminencia.

A través del negacionismo, el sujeto reacciona sistemáticamente contra la realidad y la verdad porque no se ajustan a sus propósitos. Para los negacionistas los hechos y los datos duros son inaceptables. Participan en controversias radicales de hechos que en líneas generales son aceptados por todos los expertos y aficionados como establecidos por aplastantes evidencias.

Para hacerlo, emplean medias verdades, distorsiones, medias lenguas, tergiversaciones de las posturas originales y convenientes cambios de argumentación, premisas y lógicas de cifras y estadísticas. Todo se vale en la locura negacionista por ajustar la realidad a su conveniencia.

Las cinco tácticas que el negacionista emplea sólo para aparentar 

En el proceso que funciona con el fin de mantener la apariencia de una controversia auténtica, son capaces de recurrir a cinco tácticas:

La teoría de la conspiración: desestiman la información o la observación sugiriendo que los rivales participan en una conspiración para esconder la verdad. Por ejemplo, AMLO dice que las oposiciones quieren que pierda el poder “¡para cancelar las ayudas en los programas sociales, no lo podemos permitir!”

La falacia de la evidencia incompleta: seleccionar un artículo aislado apoyando su idea o usar artículos obsoletos, defectuosos o desacreditados para hacer parecer la postura opuesta como si éstos apoyaran sus ideas en una investigación débil.

Los expertos falsos: pagarle a un experto para que dé apoyo de evidencia o credibilidad, haciéndolo pasar como la última autoridad en esa materia. Por ejemplo, la utilización de un payaso como López-Gatell para llevar a cabo el crimen de la pandemia.

El cambiar las reglas: desestimar la evidencia presentada en respuesta a una afirmación en específico, solicitando continuamente otra pieza de evidencia. Otra falacias lógicas: usualmente una o más falsas analogías, argumentos ad consequentiam, falacia del hombre de paja o red herring, esto es, una maniobra de distracción. Todo, en la creencia de que si logran desacreditar el punto de vista tradicional, sus propias ideas sin apoyo llenarán el vacío.

Y regresó a hacer lo único que sabe hacer: a denostar y a injuriar

Apostar todo al combate a la corrupción, aunque ha demostrado ser una estrategia fracasada de antemano por la corrupción prevaleciente en el seno familiar y en los círculos de favoritos del “caudillo”, se va convirtiendo en una locura descabellada. No obstante, AMLO se empeña en ello bajo la falsedad del “no soy igual que ustedes”.

Esconderse, a propósito del fracaso en la adquisición y en la compra de las vacunas, sólo lo ha llevado a sostener que de hoy en adelante, en apenas cincuenta días, él podrá aplicar catorce millones de inyecciones anti-coronavirus. Sus datos están confrontados radicalmente por la realidad. Pero su mundo enajenado, bizarro, prevalece en los medios de comunicación vendidos.

El enfermo imaginario, ése que se escondió para capear el temporal de la crisis sanitaria, del manejo bajo tierra para sacar adelante las reformas al Banco de México, las reformas a la cancelación de la libertad de expresión en las redes sociales, y la embestida contra las inversiones de empresas extranjeras en energías renovables, regresa a dar la pelea adónde sabe: en el campo de las injurias y las denostaciones a los adversarios de la prensa independiente.

Regular las redes sociales sólo para amordazar a los adversarios 

Para él es más importante pelear con los enemigos a modo que investigar a fondo el homicidio del periodista Edgar Leyva, después de que asesinaron a su tía y a su hermana. En un país donde lo importante es la chusca imagen en las redes, donde el hombrecillo de Tepetitán se encuentra totalmente demolido, es preciso dar una batalla en su mundo, el desquiciado.

La iniciativa para regular las redes es poner una imposible mordaza a todos los adversarios del régimen. Tarea inaudita. Fruto de ignorantes agresivos y lambiscones. Basta ver en tiempo real Facebook en el horario de las mañaneras para darse cuenta de la catarata de mentadas de madre que se registran. Ahí se deduce lo que en realidad buscan.

En contra de lo anterior, la Federación Internacional de Periodistas considera que si se estudia el periodo de los últimos años, México es el peor lugar del mundo para ejercer el periodismo. Los asesinatos son dictados por el crimen organizado, en complicidad con las autoridades. Más claro ni el agua. Entonces, ¿por qué las redes, por qué tanto brinco estando el suelo tan parejo?

De supina ignorancia, una frase mal digerida de mayo del ’68, “Prohibido prohibir”, es un autogol en boca de cualquier autoridad. No saben lo que dicen. Con razón en las primeras elecciones celebradas en Francia inmediatamente después, la derecha gaullista obtuvo una victoria rotunda. Así como se oye.

Quiere desaparecer organismo autónomos… ¡y encuerda al IFT! 

La lucha abierta contra la autonomía de los organismos constitucionales que deben poner coto a los abusos no es más que un capricho del virreyito para apoderarse del Instituto Nacional Electoral, pero en abierta contradicción, le da juego imposible al IFT para que regule a los mastodónticos corporativos digitales. El mundo al revés en una mente absolutamente desquiciada.

El perfil del alborotador, de un payaso sin límites, del esquirol de sí mismo, encilindrado por otros que sólo conocen a medias el guion que le recetan, ha echado la loza sobre el sepulcro de la Cuarta Corrupción.

Un sujeto sin ideas cuerdas, sin formación, sin conocimiento del Estado, sin plan de gobierno, no sabe nunca adónde va.

Tiene que encaminarse sólo al basurero de la historia.

Ahí encontrará buen cobijo el negacionismo criminal que hemos sufrido dos años.

¿No cree usted?

Índice Flamígero: ¿Cubrebocas? No, no y no. El presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que a pesar de haber contraído Covid-19 y de las recomendaciones de los funcionarios de Salud, no usará cubrebocas al regresar a sus actividades públicas:

—¿Usted va a usar cubrebocas?—, se le cuestionó a su regreso el lunes anterior a las conferencias “mañaneras”.

—No. Ahora ya además de acuerdo a (sic) lo que plantean los médicos, ya no contagio.

—Pero en este mismo espacio el doctor Gatell (Hugo López-Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud) ha reiterado que inclusive las personas vacunadas tendrían que usar el cubrebocas. ¿Aun así?

—No y respeto mucho al doctor Gatell y es un muy buen médico y ha ayudado mucho para conducir este proceso— replicó el mandatario.

No, no y no. Su propia realidad. Su imposición. Su falso entendimiento del aforismo Il est interdit d’interdire!, el “prohibido prohibir”, creado por Jean Yanne y que se convirtió en uno de los lemas populares durante el mayo francés de 1968. + + + Y en la terquedad, en la “mañanera” de ayer afirmó que contagiarse de Covid-19 le sirvió para reafirmar sus convicciones. “Me sirvió para reafirmar mis convicciones, reafirmar mis creencias, mi manera de pensar. Aunque, los adversarios -ayer estaba yo leyendo a un legislador de los opositores del partido o de uno de los partidos conservadores- diciendo que estaba yo mal de mis facultades mentales, que no estaba yo cuerdo, que estaba yo enfermo. Gozo de cabal salud, pero yo creo que para ellos sí es algo extraño el que se piense en favor del pueblo, de que se tengan sentimientos de amor al pueblo”; comentó López Obrador.

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