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  • Vacunación: farsa del saqueo y la muerte de cientos de miles
  • Por Francisco Rodríguez

RedFinancieraMX

Marionetas de designios ajenos han hecho que nuestro trayecto último como nación se desarrolle entre un estilo dramático y dos literarios que, al parecer. han dejado una huella muy honda en el ser nacional: el inescrutable teatro Kabuki japonés, las literaturas del absurdo y las del camp, interpretados por personajes decadentes.

El milenario Kabuki, poblado de personajes esotéricos, de elaborados maquillajes y policromías, teatro experimental de situaciones extremas donde los actores hacen como que se mueven, pero se mueven despacito, sin reaccionar decididamente ante los estímulos del guion dramático. La gente parece, pero no es.

En el teatro del absurdo se reemplaza la creencia de que el mundo tiene sentido, por otra donde las acciones y las palabras pueden ser completamente contradictorias. Siempre con personajes que, a través de la sinrazón, llegan al fracaso de sus ilusiones.

En la obra Esperando a Godot, de Samuel Beckett, la mayor caracterización del absurdo, piedra de toque del existencialismo moderno, las grandes decisiones de la vida se esperan eternamente, pero nunca llegan. Ionesco y Beckett satirizaron la adoración de ídolos vacíos. En el Kabuki y en el absurdo, la diana de llegada es la nada y el ridículo.

De la nada a la inacción, como le pasa al inútil equipo gobernante

Así, cuando queremos ser serios, somos ridículos. Cuando queremos ser trágicos, somos chistosos. Cuando queremos ser solidarios, somos seres despreciables, prescindibles. El eterno fenómeno que Susan Sontag, veinte años después de Beckett, definiría como el síndrome camp del subdesarrollo.

En el síndrome descrito, hasta la frivolidad suele tomarse en serio. La tragedia, entonces, viene a ser ‎sólo otro más de los sinsentidos en ese mundo de valores estéticos.

El círculo cuadrado se perfecciona cuando se regresa del absurdo y el camp, al Kabuki y otra vez a empezar en el eterno retorno de los descerebrados. De la nada a la inacción, como le pasa frecuentemente al inútil equipo gobernante. No hay forma de defenderlo, ni con el beneficio de la duda.

Un gobierno que quiere ser serio y aparece ridículo en grado sumo

Y es que, cuando todo México esperaba la definición inmediata del Estado sobre el grave problema de la pandemia, cuando la opinión pública demandaba el golpe de timón y de mano en la conducción del aparato frente a una pavorosa hecatombe que ha dejado cientos de miles de muertos y contagiados, aparece el teatro Kabuki, el del absurdo y el camp, todos para tomarse juntos.

Los gobernantes respondieron, engañando al público, que se movían en sentido correcto, pero nunca se desplazaron de su sitio. Invocaron a los manes del patriotismo y de la chamanería, al compás de un despliegue bobalicón y ñoño. Era la última oportunidad de congraciarse con el respetable, una fiera de millones de gargantas.

Un gobierno que quiere ser serio y torna a aparecer ridículo en grado sumo. Que quiere solidarizarse con la tragedia y aparece chistoso, derruido, con muy poco margen a estas altura de remontar el vuelo. Un presidente y un gabinete que parecen traer el equivalente al desgaste de veinte años de ejercicio.

Un enorme avión para 3 mil vacunas y medio gabinete aplaudidendo

‎Medio gabinete convocado al pie de un carísimo avión que traía las vacunas salvadoras para la población sólo fue utilizado como símbolo de la ineficacia, pues lo que recibieron fueron cuatro mil dosis de vacunas regaladas, cuando las necesidades del país demandan doscientos sesenta millones de dosis. Fueron chamaqueados y exhibidos. Valía más el flete que la carga.

El triunfo absoluto de las formas japonesas del teatro Kabuki y los estilos literarios del absurdo y del camp se juntaron en una sola puesta en escena para ser testigos de una absoluta falta de respeto para el público que vio azorado como dejaban ir el último tren para subirse a la lucha electoral por la reelección del “caudillo”.

Se recordó de inmediato aquella despedida que, en 1954, el gabinete en pleno dio al presidente Adolfo Ruiz Cortines en los llanos de Balbuena, cuando el mandatario iba a tomar el avioncito que lo llevaría a Sinaloa, para comprobar el grado de avance en una siembra de maíz híbrido, ése que prometía cuatro toneladas por hectárea. Setenta años después, era el mismo libreto bufo. Si alguien lo duda, consulte la fotografía en el ameritado Archivo Casasola.

Los 120 mil millones de pesos para las vacunas se esfumaron

Pero lo que ha seguido en sólo unos cuantos días, ha sido una cadena de incongruencias, despropósitos, garrotazos a la piñata con los ojos vendados. Más teatro del absurdo, más representaciones de Kabuki, más ridículos camp, y lo que se acumule cada día que pasa en esta tierra sin sistema sanitario, sin salud pública, sin medicinas, sin hospitales, sin médicos, sin enfermeras, puro chairo queriendo vacunar a la población, acompañados de la soldadesca.

‎El dinero nunca existió. Los famosos 120 mil millones de pesos para las vacunas se esfumaron, igual que los cuatro mil millones de dólares que dijo Arturo Herrera que tenía. Los contratos tampoco existen, toda información al respecto quedó reservada a cinco años.

Lo que queda es un presidente arrinconado, supuestamente contagiado, en Palacio, tratando de boletinar que habló con Vladimir Putin, que nunca le ha tomado las llamadas, para que le mande millones de dosis de la vacuna Sputnik, la que se cansaron de decir los chairos que no servía para nada, sólo para agravar los problemas.

Vacunación: no es fiesta del chivo sino farsa del saqueo y la muerte

El presidentito opta por victimarse, por aparecer como el más perjudicado en medio del fragor de sus batallas, por el virus, cuando todo mundo sabe que ya fue vacunado, agandallándose cómo siempre en lo oscurito.

Tratando de convencernos de que la Organización de las Naciones Unidas humildemente le pidió ceder sus grandes reservas inmunológicas de vacunas a los países africanos, y que México ya las mandó para allá.

Esta ya no es la fiesta del chivo, recordando a Leónidas Trujillo, esta es la farsa del saqueo y de la muerte.

Como en el Kabuki, en el teatro del absurdo y en el camp, han dado una función de carpa decadente y nos han exhibido ante el mundo como un pueblo burlado y menesteroso. Urge parar esta mamarrachada.

Lo único que nos queda es usar convenientemente la boleta electoral.

¿No cree usted?

Índice Flamígero: Señala la información pública que los adultos mayores son parte de la segunda fase de aplicación de la vacuna contra el coronavirus, proceso que comenzará el febrero, de acuerdo con lo planteado por el gobierno federal. Dicho grupo de la población recibió o está por recibir una llamada telefónica en donde serán cuestionados sobre si quieren ser inoculados o no, aunque el acceso es universal su aplicación está sujeta al consentimiento del individuo, y si están en posibilidad de acudir al sitio en donde recibirán la dosis. Bien, pero… en el caso de mi señora madre, por ejemplo, que no está registrada en ningún programa asistencial, ¿cómo se comunicarán con ella? ¿Y quienes no tienen teléfono, en la sierra Tarahumara o en el Totonacapan, por ejemplo? Como en el Kabuki: parece que hacen bien, pero no hacen. ¿O sí?

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