- AMLO ante el Covid-19
- Por Francisco Rodríguez
RedFinancieraMX
Las historias chuscas de los tiranos latinoamericanos no tienen fondo. Hubo un dictador dominicano que, cuando murió su mamá, mandó a levantar un enorme faro en su honor. Lo mismo que la madre del patriarca boliviano que confesó: “Si hubiera sabido que mi hijo iba a ser presidente, le enseño a leer y a escribir”.
Antonio López de Santa Anna ocupó la Presidencia de la República once veces, llegando a darse golpes de Estado a sí mismo. El tenorio y gallero ganó la Guerra de los Pasteles contra Francia, perdió la pierna en el mismo combate, la mandó enterrar con pompa en la Catedral, la perdió cada vez que cayó del poder y la pierna fue arrastrada por las turbas.
Entregó los territorios de Texas, Nuevo México, Colorado, Arizona, Nevada, Utah, Oregon y toda la California y, en cambio, introdujo la goma de mascar producida en sus haciendas veracruzanas, terminó su vida como un miserable cojitranco pensionado por Lerdo de Tejada en Tlalpan, conde su esposa, Flor de México, empleaba los dineros de la pensión en alquilar mendigos que hicieran antesala y llamaran al pobre viejo Señor Presidente.
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Leónidas Trujillo nombró general a su pequeño hijo Redames y quiso canonizar a su madre. Maximiliano Hernández, teósofo y cultivador de orquídeas, previno una epidemia de escarlatina forrando de papel rojo el alumbrado público de San Salvador, ejecutando de golpe a treinta mil campesinos.
Hasta un director de cine mexicano de media cuchara se dio el lujo de comprar para su amante, la actriz gallega Medea de Novara, el castillo central del Príncipe de Liechtenstein… el aroma del dinero hizo que el vulgar Miguel Contreras Torres heredara títulos nobiliarios celosamente defendidos desde el siglo V por los escudos de Vaduz y Schellenberg.
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¿Puede alguien superar la realidad del dictador Juan Vicente Gómez, el astuto político andino que fue presidente de Venezuela entre 1908 y 1935, y que a la mitad de su largo mandato, sospechoso de la tranquilidad que reinaba, quiso averiguar quiénes eran sus enemigos? El parecido de Venezuela y México sigue dando historias.
Cuentan que para ello, mandó anunciar públicamente su muerte, y al estallar el júbilo popular con la noticia, el dictador, escondido detrás de una cortina de palacio, mirando a la plaza pública, ordenó sumariamente: fusilen a ése, cuelguen a aquél, a ese otro échenlo a los cocodrilos.
Cuando en efecto murió Gómez, rodeado según la leyenda por centenares de hijos naturales, el público no dio crédito esa vez a la noticia. Fue necesario sentar en su sillón presidencial al tirano, uniformado y con la Banda sobre el pecho mientras el pueblo pasaba en fila, lo tocaba y admitía: “Esta vez sí se murió”.
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Y es que las cosas que vivimos sólo podemos sentirlas en estas latitudes. Son tan nuestros los chuscos personajes que padecemos, que, aunque quisiéramos inventar unos más chingones, no podríamos. La realidad le gana la partida siempre a la ficción.
Lo que pasó en Venezuela hace menos de un siglo con el dictador Juan Vicente Gómez es inenarrablemente muy parecido a lo que estamos viendo en México, con ese anuncio del fin de semana que reconocía que el “caudillo” se había contagiado de Covid-19. La algarabía popular, manifestada en redes digitales, no tuvo comparación.
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También los comentarios chuscos y certeros sobre la perversidad del personaje de marras, capaz de lo que sea por eternizarse en el poder, por ganar siquiera las elecciones intermedias de junio próximo que ya le han arrebatado la tranquilidad, que han interrumpido el solaz de su accidentado mandato.
”Muy a tiempo para las elecciones, siempre atinado y en el momento exacto. También con el infarto justo antes de la reforma de Pemex, excelso el show”, decía uno. “El presidente debido a su caída en popularidad, plantea falsamente dar positivo a Covid y desde el Hospital Militar dará un mensaje a la Nación, urge que lo compartas. ¡Ganémosle al chantaje”, apuntaba otro.
“Por favor, señor, usted se vacunó desde diciembre, si necesita unos días tómelos, pero no se invente mamadas igual que Trun, seguro en menos de una semana se recuperará para que sus pendejos vean lo fuerte que es. A otro perro con ese hueso”, señalaba otro demasiado informado. Varios médicos del hospital mencionado aseguraron que, en efecto, estaba vacunado.
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“No le deseo el mal a López. Es más, ojalá lo atienda un doctor tan capaz como López-Gatell, tan intachable como Bartlett, tan trabajador como Noroña, tan empático como Beatriz Gutiérrez Müller, y tan honesto cómo él mismo”, cerraba otro. Puro aprecio popular, igual que en los sucesos venezolanos que rematamos de hace menos de un siglo. El tiempo se pasa volando, usted sabe.
Uno más para los archivos de la ignorancia rupestre: “Si se hizo la prueba de anticuerpos después de estar vacunado, claro que saldrá positivo, es lo que produce la vacuna… anticuerpos… no está enfermo, ¡está vacunado!” Fallaron los escapularios, las memorables oraciones de curandero chafa, y se confirmó que no robar, mentir y no traicionar, se le regresaron en turbo.
Ahora, sólo falta que se ponga en manos de las brigadas electorales de sus fanáticos chairos, para que sea debidamente curado, y haga que la población se anime en recibir a los palurdos en casa. Pero hay un acontecimiento que puede ser más poderoso que el afán reeleccionista: cumplirle a Trun las órdenes recibidas.
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No pidió licencia como lo ordena la Constitución para atenderse del supuesto mal, venido “como anillo al dedo”. En contraparte, sólo se le ocurre mandar al florero de Gobernación para seguir oficiando las mentiras de las mañaneras. Como si algo hiciera falta, para levantar más repudio.
Es cada vez más evidente que todo lo utiliza para distraer de las verdaderas intenciones. Llamar la atención para dar el mandarriazo, el golpe en contra de la soberanía y de la paz. Se habla de una reunión au petit comité para analizar la ley orgánica del Banco de México, ya aprobada por el Senado, y anunciar que a partir de ya, se convertirá en el gran lavador de los dólares sustraídos a la lucha contra la pandemia por el anaranjado republicano y sus cuates del poder.
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Como usted y este servidor lo hemos venido comentando desde hace tiempo, es demasiado el dinero en dólares que levantaron Donal Trun y compañía, incluyendo a Netanyahu y a Xi Jinping, robándolo del presupuesto sanitario para inflar las acciones de las empresas consentidas en el gabacho.
Las inmensas ganancias de esos billones sustraídos están en las cuentas de los gerifaltes y en los bolsillos de quienes les ayuden a lavarlos. Entre ellos, el mandarín de marras, al que escogieron para que el Banco de México acepte todos los dólares provenientes de actividad ilícitas, prevaricato y desvíos, y convertirlos en efectivo, antes que el juicio político ex tempore del ocho de febrero decida quitarle la tranquilidad a Trun.
Y aunque en las Cámaras obedientes juraron que el asunto de la discusión se iba hasta febrero, en sesiones ordinarias, la orden desde Florida no admite pausa, ni dilación. En territorio huehuenche se tendrá que dar velocidad al asunto. Pero de eso no se informará en las “mañaneras”. Sólo del estado de salud del encamado y supuestamente aislado. Algo realmente macabro.
¿Hasta dónde son capaces de llegar nuestros tiranos? ¿No les basta el ridículo, tienen que llegar al culiempinamiento vulgar? ¿Es tanta la fiebre por el dinero y por el poder que tienen miedo de perderlo? Parece que sí. Ha llegado el momento de quitarse las máscaras: ¡Todos contra nosotros, el pueblo!
¿No cree usted?
Índice Flamígero: De ser cierto el contagio, vayan hasta Palacio Nacional mis mejores deseos por la pronta y efectiva recuperación del señor Andrés Manuel López Obrador.