Epistolario

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  • Para novela
  • Por Armando Rojas Arévalo

RedFinanciera

ARTEMISA: Si me dedicara a escribir novela política tengo suficiente material para empezar a construirla. El personaje es la suma de virtudes y –sobre todo- defectos, propios de un tirano tropical como los que ha descrito GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ en el “Otoño del Patriarca” o la “Fiesta del Chivo” de VARGAS LLOSA, y hasta “Eva luna”, de ISABEL ALLENDE.

Érase que se era. Un personaje, diabólico. Astuto, digno de una apología sobre la astucia malévola. Perverso como marca el Sun Tzu. Toda una historia. “Si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar a donde vayas”, “Cuando se está cerca, se debe parecer lejos, cuando se está lejos, se debe parecer cerca” (o sea, se muestran carnadas para incitar al enemigo. Se finge desorden y se lo aplasta)

Construyo la novela y enfurezco con el personaje, porque toma vida. Utilizo el catálogo de calificativos, y no, no puedo describirlo en una sola palabra.

 

Veo. Escucho, leo y reflexiono.

Solo, en el rincón que se ha asignado en su Palacio de grandes ventanales en cuyos balcones anidan zopilotes, y pisos que antes lucían brillantes hoy el polvo de los tiempos los han cubierto de una capa gris de tierra y hojas, y al cual nadie puede entrar cuando se encuentra “trabajando”, urde.  Los gallinazos, como les dice García Márquez a los zopilotes, se paran en el balcón de esa oficina y él interpreta de que llegó el momento de irse. Piensa y maquina cómo el movimiento que creó, o sus herederos o su capilla de amigos (que no son muchos) continúen con sus estrategias, tal vez para toda una generación (o más si se puede) de que se vale de todo y contra todo.

El ejercicio del poder es una majestad, cuando se hace para ayudar al desvalido. Cuando el poder se usa para pisotear, burlarse y engañar, es lo contrario.

Misógino, se ha dedicado a perseguir a la “Eva luna”, personaje de Isabel Allende. En sus noches de insomnio, que casi cotidianas, sufre pesadillas con el mito que creó él mismo y ahora no puede controlarlo. Ha hecho de una mujer un ser terriblemente peligroso para su proyecto. Eva no existiría si él no la hubiera creado. Hoy le tiene miedo, porque la imagen de la mujer ha crecido en el ánimo de coraje que la gente le tiene al patriarca.

Cuando, preocupado por el sesgo que pudieran tomar las elecciones en el plan que elaboró para que la gente viera que en el pueblo hay democracia, se reúne con sus más allegados y con los depositarios regionales del poder, dándoles una consigna precisa y contundente: “Hagan todo lo que deban hacer, pero quiero que ganemos a como dé lugar. Al precio que sea. Después vamos a ver qué hacemos”.

¿Qué quiere este personaje pregunta el escritor que ya fue rebasado por él, que tomó vida propia? Se pregunta con insistencia: Si llegó y se ha mantenido por largos años en el puesto más importante del país y debería estar gobernando para todos, qué quiere. Un día, como todos, se va a morir y dejará este mundo. ¿De qué le servirá que sus marionetas le rindan culto, si al otro día de su funeral se cansarán y dirán “al carajo”?

Posiblemente él piensa en la historia. Estar en un capítulo completo de la enciclopedia.

Solo, urde. Maquina. No se le va una, porque dedica sus días y sus noches en urdir estratagemas para que el pueblo no se levante en armas. Regala dinero. Regala despensas. Rifa casas que fueron construidas por sus antecesores. Etcétera.  No respeta pactos, ni compromisos. A quien se le atraviesa o disputa el poder, lo hace a un lado o lo exilia. Sabe, como el dictador de “El Otoño del Patriarca”, de Gabriel García Márquez, que llegó el momento de dejar sucesor porque él no puede por mandato de la ley ni por la edad seguir en el puesto, y se inclina por la persona más dócil y manejable.

«Siempre había otra verdad detrás de la verdad», dice el despiadado general del Otoño del Patriarca. En esta frase da entender que el dictador no hablaba completo “Verdad Verdadera” ya que se puede presentar una verdad, pero igualmente esta la “Verdad absoluta”, que a veces no está a la vista, pero existe.

El personaje con el cual había sellado un pacto fue aislado porque no le convenía a sus intereses de perpetuarse en el cacicazgo; no permitiría que lo manejara como una marioneta y tarde o temprano le imprimiría su sello personal a la administración. El grito de guerra desaparecería y a otra cosa mariposa. 

En el pináculo del poder piensa sólo en quien puede serle leal, y cómo castigarlo (a) si se desvía de la ruta que ha trazado o hace caso omiso de sus “recomendaciones”. Astuto como es, creó una argucia legal para sacarlo del poder sin necesidad de darle golpe de estado. Éstos normalmente son sangrientos y cuestan mucho dinero.

Mientras, las aldeas se bañan en sangre y la inseguridad y el terror tienen secuestrada a la gente en sus casas, muerta de miedo. Entre más miedo me tengan es mejor, decía.

Dice ya no hay masacres. Los hechos lo desmienten. “El pueblo está tranquilo. Vean cómo disfruta de la paz”.

Urde cómo perpetuar en el poder a su partido. Mañana no podrá seguir siendo mandatario, pero sí seguir mandando groseramente. El sucesor no tiene ni puede desviar el camino. Ya tiene él un remedio que desde hace años puso en el papel: sacarlo del poder de acuerdo a la ley, sin necesidad bayonetas y balazos. Mover al pueblo para que pida desocupe la silla del amado líder.

No quiere dejar el poder. Eso era claro.

Dio al Ejército y en general a todas las Fuerzas Armadas más poder que nunca. Eran las columnas que sostendrían el edificio de su gobierno y los que le sucedieran. Plan con maña.

Dilapidó el dinero del pueblo en obras que no sólo eran innecesarias, sino que depredaron bosques y selvas. Para que fueran utilizadas, emitía decretos que obligaba a ello a la gente.

Todo lo tenía tan finamente tejido como el suéter que las abuelitas tejen todos los días, día y noche, pensando como regalo de navidad para su nieto predilecto.

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