- Por José Antonio Aspiros Villagómez/Textos en Libertad
RedFinancieraMX
Este domingo 25 se cumplirán 50 años de que terminó la primera temporada de los Grandes Premios de Fórmula Uno en México, en circunstancias poco gratas. Medio siglo que se recuerda cuando la pandemia de Covid-19 obligó a cancelar la fecha mexicana de la nueva época, prevista para este mismo fin de semana, si bien habrá una carrera “virtual” y quienes habían comprado boletos para la real, tendrán que guardarlos para el año próximo.
El 25 de octubre de 1970 se corrió por novena ocasión un Gran Premio de México, competencia que había iniciado dos décadas atrás en Inglaterra con el nombre de Campeonato Mundial de Fórmula Uno.
Se llamaba “mundial “ a pesar de que inició en 1950 en pistas de Europa solamente, si bien con pilotos de varias nacionalidades entre ellos los latinoamericanos Juan Manuel Fangio -quien llegó a pentacampeón- y Froilán González, ambos de Argentina.
Por ello fue un gran logro del gobierno del presidente Adolfo López Mateos (1958-1964) haber conseguido una fecha de esa justa para México a partir de 1962, cuando la competencia comenzaba a cobrar fuerza aunque faltaban varios años para que llegara a ser el espectáculo más visto por televisión después de los Juegos Olímpicos y la Copa del Mundo de futbol soccer. Y suman millones en total quienes llenan los 20 o más escenarios cada año.
Tres pilotos mexicanos: Moisés Solana y los hermanos Pedro y Ricardo Rodríguez tomaron parte en esa primera etapa del automovilismo deportivo, aun cuando Ricardo perdió trágicamente la vida durante las pruebas de clasificación para el GP de México de 1962, el primero de aquella temporada pero sin puntos para el campeonato.
Cuando se celebran también 70 años del inicio de la muy prestigiada aunque sangrienta Carrera Panamericana México realizada durante un lustro entre Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, y Ciudad Juárez, Chihuahua, se recuerda el GP mexicano de hace cinco décadas.
Pasó a la memoria mediática -salvo en la prensa especializada, que destacó lo deportivo- no por el triunfo del piloto belga Jacky Ickx (Ferrari) sobre el aguerrido escocés Jackie Stewart, de Tyrrell (Pedro terminó sexto con BRM), sino por el mal comportamiento del público y hasta porque un perro se le atravesó al perseguidor del puntero y lo dejó sin oportunidades en la vuelta 33 de 65 corridas.
Al año siguiente falleció Pedro, el tercero de aquellos grandes mexicanos en morir al volante -Moisés partió en 1969- en el circuito alemán de Norisring, y al parecer ese fue el pretexto para cancelar el Gran Premio de México de 1971 y los subsecuentes durante 16 años.
El tecleador conoce dos versiones sobre la cancelación, sin haber documentado aún ninguna y de lo cual sí debe tener datos firmes el historiador del automovilismo en México, Carlos Jalife Villalón, secretario general de la Scudería Hermanos Rodríguez.
Una, la que le escuchamos entonces a algún amigo más enterado (probablemente el reportero Roberto González Pérez de El Heraldo de México, o el promotor y comentarista Rodolfo Sánchez Noya) en el sentido de que, como al presidente Echeverría no le gustaba el automovilismo por considerarlo burgués, pidió la cancelación con el pretexto de rendir homenaje a Pedro Rodríguez (quien en 1968 había ganado las 24 Horas de Le Mans y condenado la matanza de Tlatelolco).
Y la otra, en el sentido de que por la conducta del público en la carrera del 25 de octubre de 1970, la Federación Internacional de Automovilismo dispuso desde el año siguiente el veto del autódromo de la Magdalena Mixhuca, llamado en la actualidad “Hermanos Rodríguez” y convertido en hospital para enfermos de Covid-19.
¿Pero, qué hizo el público? Había entonces pocas tribunas y la mayor parte de los espectadores se instalaban en la zona verde, literalmente sobre el pasto. La seguridad era precaria, escasamente señalada con unas alambradas que la gente saltó y se acercó peligrosamente a la pista y así se corrió la prueba, que estuvo a punto de cancelarse porque los pilotos también corrían riesgos.
A bordo de un automóvil y con altavoz en mano, Pedro Rodríguez acompañado por otro corredor pidió inútilmente a la gente que regresara atrás de las alambradas, según recuerdos de este tecleador quien presenció la competencia cerca de la zona llamada “de las eses”, más o menos a mitad del recorrido (ver imagen adjunta de su boleto).
Dice una versión que el verdadero público aficionado al automovilismo tuvo un comportamiento ejemplar, y que los desordenados fueron ciclistas que terminaban su competencia a menos de un kilómetro del autódromo, y como “se encontraron sin más diversión al terminar el ciclismo a mediodía, decidieron meterse al autódromo a buscar entretenimiento”.
Como haya sido, este aficionado llegó a ver en los años subsecuentes tanto en Fórmula Uno como en otras categorías en otras latitudes, a locos que atravesaron corriendo las pistas, y si en México se le cruzó un perro a Stewart, en los alcances entre coches vuelan las piezas, aparecen las aves en zonas costeras y se les mueren los pilotos por descuidos (caso Julien Bianchi). Y hasta nos tocó esquivar un venado rumbo al circuito de Watkins Glen, NY, en 1976.