El instinto maternal no existe

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RedFinanciera

 

Tras alcanzar la edad adulta, resulta casi imposible no escucharlo alguna vez, ya sea proveniente de familiares, amigos o compañeros de trabajo: “y tú, ¿para cuándo?”, y se asocia desde hace mucho tiempo con la creencia social de que las mujeres deben tener hijos, ya que, de acuerdo con este concepto, poseen un instinto materno que así lo dicta.

 

“Esta creencia es errónea, y se basa en una construcción social. Únicamente tenemos dos instintos: el de supervivencia, que es básicamente huir de amenazas que pongan en peligro nuestra vida, y el de reproducción, para continuar la especie.

 

Esto no significa que exista un instinto materno, ya que si esto fuera cierto, sabríamos exactamente qué debemos hacer a la hora de tener a un bebé en nuestros brazos por primera vez, además de que no existiría la adopción, ni la lucha por los derechos reproductivos de las mujeres”, explicó Aideé Zamorano, fundadora de Mamá Godín.

 

De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2020 residían 48.6 millones de mujeres de 15 años y más, de las cuales 72.4% tenían al menos un hijo nacido vivo, es decir, se registraron 35.2 millones de madres. Sin embargo, las mujeres cada vez tienen menos hijos, siendo que el mismo instituto reportó que en 1999 la tasa global de fecundidad era de 2.86 y en 2019 la tasa se redujo a 1.88 hijos.

 

Por su parte, de acuerdo también con INEGI, alrededor de 30 mil niños, niñas y adolescentes esperan ser adoptados en el país.

 

“A las mujeres se nos programa y educa desde que somos niñas para que seamos madres, a eso nos referimos con construcción social, y esto tiene que ver también con la división sexual del trabajo. Es decir, a los niños se les prepara para el futuro con juguetes relacionados con la aventura, el poder y la ciencia, y a las niñas, con juguetes que enseñan sobre el trabajo doméstico y la crianza, como escobitas, cocinitas y bebés de juguete”, indicó Aideé.

 

Además, explica la fundadora de Mamá Godín, la maternidad suele estar asociada a una idealización, a la romantización de la experiencia, en la que las madres son las representantes máximas de la ternura y el amor, lo cual podemos ver representado claramente en toda clase de mensajes en medios de comunicación, pero que en la práctica, no todas las mujeres llegan a desarrollar esta clase de “amor máximo”, ni experimentan la maternidad de la misma manera.

 

Esto se debe en gran medida a las repercusiones de la maternidad en las mujeres mexicanas, quienes, al verse asignadas a las tareas de cuidados y de crianza, lidian con un tremendo estrés psicológico, físico y emocional al verse a cargo del bebé o infancia la mayor parte del tiempo.

 

Lo anterior las puede llevar a experimentar estrés severo, ansiedad, depresión (detectada con mayor frecuencia entre las mujeres que entre los hombres, con 10.4% y 5.4% de los casos respectivamente de acuerdo con la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica), e incluso síndrome del burnout o agotamiento extremo, reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un mal en aumento, sobre todo si a la crianza se le suman las tareas domésticas y el trabajo.

 

“Es debido a esto que una de las violencias más extremas contras las mujeres mexicanas hoy en día es que sus parejas las dejen solas con la crianza, y que la sociedad lo normalice, ya que, de hecho, la maternidad, dejando a un lado todas las otras realizaciones que conlleva cuando es planeada, representa una de las etapas más estresantes en la vida de la mujer”, explica Aideé Zamorano.

 

Lo anterior no es para menos, ya que se trata de mantener con vida y proteger a un ser indefenso que depende al cien por ciento de sus figuras parentales. Esto sumado a que la maternidad no viene con una guía, como decíamos, y muchas de las cosas más imprescindibles se aprenden o con consejos de otras mujeres o sobre la marcha.

 

Las consecuencias de ir “contra la corriente”

 

La elección de no tener hijos puede ser tomada tanto por los hombres como por las mujeres, sin embargo, son ellas las que enfrentan la mayor carga en cuanto a señalamiento social, siendo que muchas veces son juzgadas como personas “amargadas”, e incluso “egoístas”.

 

Esto es parte de la misma construcción social, ya que, las mujeres que no tienen o no quieren tener hijos buscan enfocarse en el desarrollo de otras áreas de sus vidas, como la carrera, la productividad o el estudio, lo cual significa una especie de “rebeldía” o “desvío” del supuesto instinto materno, siendo que en muchos casos, son las mismas mujeres las que llegan a cuestionar a aquellas que toman rumbos de vida “alternativos”.

 

Esto lleva al señalamiento social y al estigma en todos los círculos sociales de la mujer, sobre todo en los laborales que tienen que ver con cuidados, como la enseñanza a niños y niñas o la pediatría, y también en los círculos familiares.

 

“Está muy bien que tengas carrera y educación, pero también debes casarte y tener un hijo”, parece que reza la creencia social en torno a las mujeres.

 

“Ya sea una maternidad consciente o la libre decisión de no tener hijos, se trata de elecciones personales que deben ser respetadas, y que no debe utilizarse la excusa de un instinto maternal para causar presión o encasillar a todas las mujeres en la obligación a ser madres, ya que esto sólo puede traer malas consecuencias tanto para la madre como para el hijo”, reflexionó por último Aideé Zamorano.