El Ágora

0
9
  • ¿Despertará México?
  • Octavio Campos Ortiz

Red Financera

Más allá de adjetivar la votación de impartidores de justicia, es importante la numerología que deja esa jornada comicial. Como decía el cronista Pedro “El Mago” Septién al finalizar un encuentro de beisbol: solo queda la frialdad de los números. Lo que no es una cosa menor, porque su lectura permite a los analistas dilucidar sobre el futuro de la justicia y de los destinos nacionales. A pesar de que la administración de la 4T echó a andar toda su maquinaria para organizar una elección de Estado, la sociedad rechazó ese intento espurio por concretar una venganza política.

Con menos de diez millones de sufragios efectivos -inducidos o coaccionados en su mayoría-, pretenden legitimar un Poder Judicial a modo, instrumento de presión política, moderno Torquemada que desaparezca a los opositores y sea juez de consigna sometido al poder presidencial como lo es ahora el abyecto Congreso con su fraudulenta sobrerrepresentación. Un abstencionismo del 90 por ciento y un 20 por ciento de votos anulados -donde la ciudadanía hizo mofa anónima de la mascarada electoral y mentarle la madre a Noroña-, enviaron el mensaje claro a Palacio Nacional de que Morena está muy lejos de ser un partido hegemónico y que la gente no está de acuerdo en que se destruya el sistema político mexicano. Todavía se cree en el pluripartidismo e incluso el propio PRI, a través del ideólogo Jesús Reyes Heroles, fortaleció a la oposición y le posibilitó su arribo a las Cámaras.

El remedo de comicio -que costó más de 7 mil millones de pesos-, no tiene ninguna legalidad ni legitimidad y debe ser impugnado ante tribunales. La OEA cuestionó su origen, factibilidad, legitimidad y recomendó a los países de la región no repetir el mismo error.

La narrativa oficial habló de una elección exitosa y se ancló en los trece millones de votos que no alcanzaron. Prefirieron distraer a la opinión pública con el falaz argumento de que los partidos de oposición tuvieron menos sufragios individualmente. Manipulación de las estadísticas, porque la cifra total de quienes fueron a las urnas es un universo de poco más de doce millones, y en 2024 PRI, PAN y PRD obtuvieron más de 17 millones; solo el tricolor logró más votos que el nuevo presidente de la Corte. El manejo convenenciero de las cifras obvia los 36 millones de ciudadanos que apoyaron a la 4T en 2024. Cuando menos 20 millones de simpatizantes ya no respaldaron a la presidente ni a su mentor, lo que demuestra que Morena está muy lejos de ser un partido hegemónico o una organización política aplastante. Consiguieron consumar una venganza personal y tendrán un Poder Judicial subordinado, pero ni con los programas sociales, las pensiones a viejitos o las becas a los “ninis” podrán evitar el derrumbamiento de la 4T. Iluso el vaticinio de la legisladora que aventuró la permanencia de su partido durante un milenio. No hay mexicano que lo aguante.
Los corifeos y testaferros del oficialismo proclamaron el éxito de tan desangelados comicios, lo que hizo que pasara casi inadvertido el resultado de la jornada electoral en Veracruz y Durango, donde Morena por sí sola únicamente obtuvo el triunfo en una alcaldía duranguense y en once ayuntamientos veracruzanos; doce de un total de 251 municipios en disputa. Morena comienza a hundirse.

Claro que una golondrina no hace verano. La oposición no puede echar las campanas a vuelo; en 2021, la 4T perdió la capital de la República y no alcanzó la mayoría calificada en el Congreso. Tres años después arrasaron en todo el país y la Presidencia se la llevaron con 36 millones de sufragios.

Hoy, la oposición debe aceptar que solos no pueden sacar del poder al actual gobierno totalitario y entender que es tiempo de las verdaderas alianzas, las que anteponen intereses personales o de grupo al interés de una nación. En Uruguay, el Frente Amplio -constituido por 53 partidos-, se puso de acuerdo y regresó a la primera magistratura. En 2026 y 2027, la oposición debe mantener una sola agenda y presentar candidatos comunes que respondan a las demandas ciudadanas, sin buscar cuotas de poder o imponer aspirantes. Solo así podrán reconquistar la aceptación popular. Los nuevos candidatos no deben ser caras bonitas ni productos mediáticos -como el efecto Xóchitl-, sino gente con preparación profesional, capacidad, experiencia política y vocación de servicio.

La oposición debe convencer al electorado de que solo ellos pueden enderezar el barco y acabar con la obnubilación social, los experimentos de gobierno y las ocurrencias mesiánicas. La gente merece algo más que los subsidios a la pobreza. ¿Despertará México?