- Todos a la medida, desde playas en Quintana Roo, Baja California Sur, Oaxaca y Nayarit
RedFinanciera
Este Día de las Madres, la idea es regalarle a mamá algo que no se guarda en una caja: un momento solo para ella. Booking.com creó una curaduría de destinos all inclusive en México, pensada para acompañar distintas formas de ser. La exploradora, la que busca una pausa profunda, la amante de la naturaleza y la que encuentra placer en cada bocado.
Más que lugares, son atmósferas. Escenarios que no solo ofrecen descanso, sino también la posibilidad de volver a sí misma. Porque cuando se viaja con intención, cada paisaje se convierte en un gesto de agradecimiento.
La exploradora
Hotel Xcaret Arte, Quintana Roo
Un homenaje a la cultura, el arte y el movimiento. Este resort solo para adultos ofrece acceso ilimitado a parques naturales, talleres inmersivos, gastronomía de autor y escenarios que inspiran curiosidad. Pensado para las mamás que encuentran descanso en la experiencia, en lo nuevo, en el viaje como forma de expresión.
La que busca una pausa profunda
Le Blanc Spa Resort, Baja California Sur
Entre el desierto y el mar, un santuario. Este hotel ofrece una versión elevada del descanso: arquitectura limpia, atención impecable y un spa que transforma la pausa en ritual. Ideal para una mamá en busca del silencio, relajación y apapachos.
La que busca reconectar con la naturaleza
Hotel Casa Bocana, Oaxaca
Frente a una de las bahías más tranquilas de la costa oaxaqueña, Casa Bocana es un refugio de diseño consciente y belleza serena. Rodeado de naturaleza, arte local y el ritmo pausado del Pacífico, este hotel invita a respirar profundo, caminar descalza y reconectar con lo esencial. Ideal para la mamá que encuentra paz en lo orgánico, lo simple y lo auténtico.
La foodie
Grand Velas Riviera Nayarit, Nayarit
Aquí, el sabor es protagonista. Con menús diseñados por chefs galardonados, cenas frente al mar y experiencias culinarias que rinden homenaje a la alta cocina, este resort es un regalo para los sentidos. Para la mamá que celebra cada comida como un ritual y que encuentra placer en cada detalle servido.
Agradecer no requiere grandes gestos, sino un momento bien elegido. Una pausa intencional, un cambio de paisaje, y el espacio suficiente para que los abrazos digan lo que las palabras no alcanzan.