Destacó Nueva España en el mundo durante el siglo XVII: Rubial

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  • Por Norma L. Vázquez Alanís

RedFinancieraMX

La celebración en 1621 del primer centenario de la conquista de México-Tenochtitlan, se esperaba que fuera un festejo muy ostentoso, pero el fallecimiento del rey Felipe III empañó de luto la conmemoración en la que no hubo salvas, cohetes, ni el tradicional Paseo del Pendón, que se celebraba cada 13 de agosto para llevar el pendón de Hernán Cortés y el pendón real de las Casas del Ayuntamiento hasta la iglesia de San Hipólito, donde se celebraba una misa y corridas de toros, aunque sí hubo servicio religioso y un sermón a San Hipólito, considerado como el santo de la conquista.

Así lo expuso el doctor en Historia por la UNAM Antonio Rubial García, en la conferencia ‘1621. El siglo de la integración’, que ofreció de manera virtual dentro del ciclo ‘De siglos y centenarios’ convocado por el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) de la fundación Carso como parte de su programa cultural 2021.

Sin embargo dos días después, el 15 de agosto, se llevó a cabo un jubileo por la jura de Felipe IV como nuevo monarca, con un gran despliegue festivo lleno de color, música y mucho ruido, pero el tema central no fue la conquista, sino la sujeción del reino de Nueva España a Castilla; el alférez real, que era Fernando de Angulo Reynoso, pagó todos los gastos y fue el encargado de portar el pendón real acompañado de los “reyes de armas”, había un templete colocado frente a palacio, en el cual la audiencia gobernadora y el ayuntamiento recibieron el pendón y juraron fidelidad al nuevo rey, explicó el conferenciante.

Aunque no hay ninguna imagen de este magno evento que un poco sustituyó la celebración del 13 de agosto, se cuenta con la descripción del mismo gracias a una publicación que hizo en 1623 un extremeño llamado Arias de Villalobos, de un canto titulado “Mercurio y la jura de Felipe IV en la ciudad de México”, en una edición pagada por el ayuntamiento de la ciudad de México.

En este escrito, continuó el doctor Rubial García, se indica que asistieron también el Consulado de comerciantes, los gobernantes indígenas de Tenochtitlan y Tlatelolco -entre ellos el nieto del famoso Antonio Valeriano-, el arzobispo Juan Pérez de la Serna con su cabildo y los provinciales de las órdenes religiosas, en lo que fue un acto verdaderamente ostentoso donde posiblemente hubo un mitote indígena.

Arias de Villalobos reseñó que los edificios de la plaza mayor, de la catedral, el palacio y la casa del ayuntamiento, estaban todos decorados con terciopelos y banderas, y que después de la jura “bajo el ruido de cañones y salvas y la música de trompetas, chirimías y tambores, dos grandes construcciones pirotécnicas estallaron en fuegos de colores y cohetes”.

“La primera -abundó- era un león sobre el mundo, estaba en un castillo de seis cuerpos y de su boca salía el nombre de la ciudad; el segundo era un águila con el ‘Plus Ultra’ -igual que el símbolo de España- en el pico, estaba sobre un monte que estalló como un volcán, en cohetes y buscapiés. Y las otras dos escenificaciones fueron una sobre Lepanto y otra dedicada a México sobre el imperio mexica en donde aparecía la figura del rey Moctezuma”.

A decir de Rubial García, quien también es doctor en Filosofía por la UNAM, el personaje de Moctezuma es muy importante porque se convertirá en el rey de México que fue símbolo del pacto entre España y Nueva España, que hizo posible que el virreinato fuera próspero en lo económico y cohesionado en lo social.

De acuerdo con el relato de Arias de Villalobos, en el templete colocado para esa festividad de la Asunción había cuatro grandes esferas que representaban a los cuatro continentes que gobernaba el imperio; éstas estallaron y de ellas salieron innumerables palomas con los picos dorados para dar la noticia a toda la ciudad de la jura, mientras los miembros del ayuntamiento lanzaban monedas al pueblo para celebrar; algo como el bolo que dan los padrinos en los bautizos.

Así, vemos cómo la fiesta era importantísima en estas sociedades, la trascendencia de su representación era fundamental porque junto con el templo eran espacios de representación y sociabilidad; los templos, las plazas, las calles, eran los lugares donde se expresaban las instituciones a través de sus símbolos externos: sus santos patronos, edificios, trajes, estandartes, escudos de armas y el palio. La fiesta hacia visibles esas instituciones, consideró el doctor Rubial García.

La publicación de Arias de Villalobos pone de manifiesto los símbolos que a lo largo de los cien años anteriores había generado la identidad criolla de la capital virreinal, pero al mismo tiempo se quería mostrar y dejar patente que Nueva España era un territorio que dependía de Castilla por razones de conquista y que formaba parte de un imperio universal que gobernaba sobre las cuatro partes del mundo.

Nueva España en la expansión global

Relató el doctor Rubial García que en la segunda mitad del siglo XVII Nueva España estaba llevando a cabo una consolidación social, política y económica; fue un siglo de gran prosperidad, de gran auge de todas las actividades agropecuarias, de la minería y el comercio. El reino había alcanzado un estado de pleno desarrollo y formaba parte de esa expansión global propiciada por el comercio interoceánico que se intensificó a finales del siglo XVI.

Hay que destacar, dijo el ponente, que Nueva España era una gran productora de tintes y de cueros, además que tenía una gran riqueza en yacimientos de plata y esa riqueza puso las bases del sistema capitalista, porque la plata americana permitió el despegue capitalista e impulsó el avance colonizador en el norte; además Nueva España contaba con una abundante mano de obra indígena a la que se sumaban la de los esclavos que venían de África y la de los mestizos, lo que fue fundamental en el gran despliegue de la Nueva España en este siglo de la consolidación.

En opinión del historiador, el descubrimiento del tornaviaje en 1569 permitió que Filipinas entrara al círculo del comercio de Nueva España, así se convirtió en el centro de un imperio comercial que abarcaba prácticamente todo el planeta. Asimismo, este comercio hizo de la ciudad de México la urbe más cosmopolita del mundo, porque habitaban en ella nativos americanos de diversas lenguas (nahuas, otomíes, mixtecos, zapotecos, etcétera), también había africanos esclavos y libres (Costa de Marfil, Mozambique, Angola, Congo), había una importantísima colonia filipina en el barrio de San Sebastián, además de japoneses cristianos que decidieron quedarse aquí, hindúes, camboyanos, malayos, tailandeses; todos estos asiáticos habían llegado en la Nao de China o bien como esclavos, comerciantes o como parte de séquitos.

Pero igualmente poblaban esta urbe europeos de varias regiones, andaluces, extremeños, vascos, canarios, italianos de varias regiones cono Nápoles, Florencia o Venecia, irlandeses, alemanes y flamencos; había una gran cantidad de hombres y mujeres de todo el mundo. Era una ciudad multiétnica y multicultural en la que se hablaban muchas lenguas y la mayor parte de la población era bilingüe, porque todos hablaban castellano y su propia lengua nativa.

A partir de 1600 comenzó la gran ampliación hacia el norte, las minas de Zacatecas fructificaron y la plata americana acuñada en la Casa de Moneda de la ciudad de México llegó hasta China, donde a través de la dinastía Ming comenzó a circular en ese país porque los impuestos se cobraban en plata mexicana; las embajadas japonesas que llegaron a principios del siglo entre 1609 y 1611 fueron misiones que buscan precisamente la plata de Nueva España. Esta situación generó una gran riqueza que trajo consigo también la llegada masiva de gente hacia el norte, mulatos, mestizos, indígenas, africanos y una gran cantidad de criollos, que llegaron a la colonización de esa zona.

Esta celebración de 1621 mostró una Nueva España muy sólida en cuanto a sus símbolos y que estaba también beneficiándose de este contexto global internacional; esta Nueva España todavía en el siglo XVIII seguía siendo el gran país: la joya de la corona del imperio español.