- Por Francisco J. Siller
RedFinancieraMX
Paco SillerEn este gobierno en donde las cosas no se meditan y se instrumentan a la velocidad del pensamiento, abrimos la semana con la destitución de Gonzalo Hernández Licona, quien presidió el organismo autónomo que evalúa la política social y la medición de la pobreza en México. Conocido por sus siglas, CONEVAL, lo preside ahora José Nabor Cruz Marcelo, quién aseguró que mantendrá su objetividad y autonomía.
Desde su creación en 2005, este consejo fue una piedra en el zapato para los gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto. Era un freno para el gobierno que impedía que se maquillaran las cifras relativas a las mediciones de la pobreza en nuestro país. Ahora Cruz Marcelo tendrá que demostrar en los hechos que el CONEVAL actuará respetando la realidad, con cifras verdaderas y sin el maquillaje que requiere a veces el gobernante en turno.
Por cierto que este consejo dará a conocer en unos días las cifras de pobreza de 2018, una gran oportunidad para que en las comparativas con el primer semestre de este año, se echen al vuelo las campañas para mostrar una importante reducción en esos índices y sobre todo el éxito que tienen las políticas implementadas por el gobierno de López Obrador.
La salida de Hernández Licona —que no fue renuncia, sino cese— obedeció a las críticas a los recortes presupuestales a los que se ha sometido a las dependencias federales. “El Coneval no se niega a la austeridad, creemos que es importante, pero creemos que debe ser diferente: De lo que posiblemente sí me puedo quejar, es que el Coneval no tuviera herramientas para seguir su labor en el futuro”, dijo durante una conferencia de prensa tras conocerse su despido.
Y es que Hernández Licona publico la semana pasada un texto titulado “Por una austeridad mejor implementada: CONEVAL”, en el que señala tajante que “durante este gobierno se han tenido problemas en las áreas de salud, seguridad, cultura, deporte, entre otras, debido a recortes que no han tenido un sólido fundamento y a controles que se han convertido en frenos para el gasto”. No faltó a la verdad. Sólo hizo uso de un derecho inalienable del que gozamos todos los mexicanos. La libertad de expresión.
En su escrito publicado el 18 de julio, entre otras cosas señala que “medirnos implica mejorar. Si un médico no brinda un diagnóstico realista o miente flagrantemente, el paciente puede estar en peligro. A un país le puede pasar algo similar, con la diferencia que los afectados son muchos”.
Habla de las reducciones presupuestales, de la desaparición de direcciones generales adjuntas, de la disminución de los sueldos y de la desaparición del 69 por ciento de las plazas, además de la prohibición de contrataciones de trabajadores eventuales, que son los que levantan las encuestas. Será que ello es porque para determinar los niveles de pobreza, los números estadísticos ¿serán ahora manejados desde el escritorio?
Un camino similar podría seguir con el INEGI, sobre el cual pende la guillotina presupuestal y si es así, en quién vamos a confiar los mexicanos…