Confesiones de un alcohólico

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  • El alcoholismo es como estar en un torbellino sin fin
  • Por Catalina Guadarrama

RedFinancieraMX

En esta ocasión Celestino N., originario de Oaxaca, comparte con nuestros lectores sus experiencias en el mundo del alcoholismo: “mi primer contacto con el alcohol, fue en la prepa a los 16 años, por convivir con los amigos, me sentí bien, relajado, se me quitaba lo tímido con las mujeres, era un bebedor social, procuraba no beber mucho por respeto a mi familia y por mi hermano mayor con quien vivía y era muy estricto, le tenía miedo y no quería terminar en la calle.

En el primer semestre en la universidad, en la escuela de arquitectura de Oaxaca, tuvimos la novatada el 3 de mayo, nos citaron, nos disfrazamos y nos dieron mezcal para bailar pues como novato debías hacer lo que te indicaran; tomé varios copas antes de que saliera la comparsa, en el camino alguien lanzó un cohetón que me explotó en los pies, me llevaron al hospital y como estaba tan borracho no sentía dolor, ni me daba cuenta de la gravedad de la quemada, en cuanto salí de la sala de urgencias, me regresé a la fiesta de iniciación para seguir bebiendo; al otro día, cuando desperté todo mareado ya sentí dolor en los pies por la explosión, las vendas llenas de sangre y no podía caminar. Por supuesto, me regañó mi hermano, por las heridas y la borrachera, aunque eso no me detuvo para aliviar el malestar con alcohol, me recuperé pronto.

Yo trabajaba en un negocio familiar de fotografía, como había muchos pedidos siempre tenía dinero para la diversión, el trago y los amigos de parranda. Terminé, la carrera y seguía bebiendo sólo en las fiestas y reuniones, era social pero sólo con mis amigos, pues siempre tuve problemas para acercarme a las mujeres guapas, simplemente no podía.

Ya era arquitecto, pero tenía un vació muy grande del alma, también en ese tiempo conozco a mi esposa, de quien me enamoré a primera vista, aunque era demasiado tímido, me armé de valor y le hablé, cuando me aceptó no lo podía creer.

Sufría porque no sabía como acercarme a una mujer, tenía una carencia afectiva desde niño, ya que no viví con mis padres, mi hermano se hizo cargo de mi y siempre tuve ese vacío afectivo, porque me cuidó, pero no mostró ningún cariño y yo necesitaba alguien quien me atendiera, me quisiera. Cuando inicié la relación con mi novia, siempre estaba ansioso porque nunca estuve antes con una mujer, ni cerca, no sabía cómo actuar, entonces para estar tranquilo y calmarme tomaba pequeños tragos de alcohol, hasta que ya no podía estar bien sin sentir los efectos del alcohol, así es como uno se convierte en alcohólico.

Con tan sólo seis meses de relación ella quedó embarazada y tuvimos que casarnos y yo sin dinero recién egresado de la universidad, comenzaron los problemas serios, las deudas y esos problemas me ponían muy mal, pues me fui a vivir con la suegra, para soportar la odiosa situación en la que estaba, escapaba y me iba directo a buscar a los amigos para tomar y olvidarme de todo.

Era terrible vivir ahí, así que huí a la Ciudad de México donde fui de borrachera en borrachera, como andaba rodando por las calles, decidí regresar a Oaxaca con mi esposa.

Como ya andaba de parrandero, al regreso de Oaxaca me destrampé con mujeres, cuando estaba ebrio buscaba mujeres, era la única forma de acercarme a ellas; me divertía con mis amigos, era libre, porque me desinhibía, pero no quería esa vida, me quedaba vació, al final no me sentía bien.

En esa etapa vivía en la infidelidad, siempre buscaba alguien, tenía la posibilidad económica y en la costa de Oaxaca las borracheras eran memorables me gustaba mucho, en verdad lo disfrutaba: alcohol, sexo, amigos todo era perfecto, pero estaba ignorante que hacía mucho daño en casa, pero nada importaba, andando en la parranda era como estar en un torbellino que no tenía fin.

Durante la fiesta de un sobrino, me habló mi amante porque le abrieron su auto y yo no supe qué hacer, me volví loco por una angustia terrible, me revolqué vomite, grité, por no resolver el problema, me necesitaba mi novia y estaba con familia. Cuando estuve más lúcido, mi hijo me encaró, me gritó que era un irresponsable, mi mujer no quería hablar conmigo y “todo se derrumbó dentro de mí”, luego de ese episodio tan vergonzoso, pasé un año sin tomar, porque pensé que podía curarme solo, más era tan sólo cuestión de tiempo para volver y con más fuerza porque me quería acabar todo el alcohol disponible.

Ya sabía del grupo AA, pero me negué a ir, decía que no era alcohólico, era presumido. En una ocasión, platicaba de mis pesadillas con un compadre, donde me veía desnudo donde voy corriendo a esconderme de algo que me perseguía pero que no veía; al escuchar esto mi compadre me dijo: “ve a un anexo para que te curen porque ya estas muy mal” pero no quise, menospreciaba los consejos, decía que estaba bien, ya pasaría.

Entonces al percatarse que no mejoraría, llevó a mis hijos al grupo para que hicieran el cuarto y quinto paso, mi esposa iba a las reuniones de AA y un día la acompañé, fue cuando me cayó el veinte de que si necesitaba la ayuda, desde ese día, asisto al grupo y ahora soy miembro del comité de distrito, también fui cafetero, tesorero, literatura, hice de todo.

Mi hijo también esta en el grupo, vive su experiencia, cayó en la drogadicción y lo apoyo para que hable, como a todos los muchachos que llegan, aquí pueden dejar se sufrir, son escuchados, eso los ayuda, para que ya no tomen, no sean golpeadores, les ayudamos a superar los miedos.

Yo fui como un perro, que estuvo encadenado y siempre ladraba hasta que me soltaron, luego ya no hice nada porque mi padrino fue muy constante nunca me dejó.

En el grupo, guiamos a los jóvenes para que tengan consciencia de lo que hicieron, lo que quieren cambiar y que van a lograr en el grupo. Hay mucha convivencia entre nosotros, en los pases de mensajes.

Mi vida ha cambiado radicalmente, en el trato con la pareja y la familia, todo con ayuda del grupo.