Conferencia de la historiadora María José Encontra y Vilalta

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  • Buscaban fama y fortuna en Nueva España, las mujeres peninsulares
  • Por Norma L. Vázquez Alanís

RedFinancieraMX

(Segunda de tres partes)

La doctora en Historia por la Universidad Iberoamericana, María José Encontra y Vilalta, dio a conocer elementos para desechar la creencia de que a América llegó la escoria de la sociedad peninsular, durante su conferencia ‘Las primeras peninsulares en el virreinato de la Nueva España’ dictada en el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) de la Fundación Carso.

Explicó la ponente que las autoridades españolas tenían una serie de mecanismos para filtrar a los emigrantes, tales como rastrear sus orígenes para probar su limpieza de sangre, además de demostrar que no tenían antecedentes de procesos en el Santo Oficio.

Una vez superados estos requisitos, la Casa de contratación de Indias, organismo creado en Sevilla en 1503 para regular la emigración, registraba todas las características de cada individuo y, como no se contaba entonces con un documento de identidad, se asentaban sus características físicas, la edad y si tenía alguna seña distintiva como una mancha o alguna cicatriz. También se consignaba cuál sería su destino final.

Obtenida la autorización para viajar a Nueva España, los interesados debían buscar en el barrio sevillano de Triana a un agente mercante que les garantizara el traslado; cada transportista ponía sus tarifas. El importe del viaje fue más barato en los primeros años por la poca demanda, y conforme avanzaron los procesos de colonización se encarecieron considerablemente. En 1536 costaba entre seis y nueve ducados más el matalotaje (provisión de comida que se llevaba en una embarcación y corría por cuenta del pasajero), que incrementaba ese precio en un 30 por ciento, mientras que a finales de ese siglo el costo era de entre 18 y 22 ducados, más el matalotaje.

Para mantenerse durante los casi tres meses que duraba esta travesía, cada pasajero llevaba sus propios alimentos, que podían ser desde legumbres secas como chicharos, garbanzos, habas, etcétera, hasta animales de acompañamiento que conforme avanzaba la travesía se iban matando para consumirlos.

En la obra ‘Cartas privadas de emigrantes a Indias, 1540-1616’, del doctor Enrique Otte, aparece con mucha frecuencia el nombre de un agente que vivía en el barrio de Triana llamado Juan de la Isla, quien al parecer tenía contacto tanto con personas establecidas en el virreinato de Nueva España como en la propia península, por lo cual sus servicios eran bastante buenos y era muy solicitado en la época.

Mujeres peninsulares

en Nueva España

A pesar de que -según dijo la conferencista- diversos libros de Historia afirmaban que la mujer peninsular no apareció por la Nueva España, muchas de ellas emprendieron la travesía transoceánica básicamente en busca de fama y fortuna, de tal suerte que las hubo valientes y aguerridas como aquellas que acompañaron a Hernán Cortés y Pánfilo de Narváez, pero también dedicadas a la enseñanza, el comercio, la encomienda, la panadería o la salud, e incluso la prostitución.

De igual modo hubo impresoras como la esposa de Juan Pablos, quien ejerció el oficio a pesar de las restricciones gremiales. Incluso vinieron mujeres casi ennoblecidas con cierto nivel social y económico en la península, como María de Estrada y Ana de Castilla, la hija del virrey que se casó con uno de los más ricos mineros de la Nueva España. Eran damas educadas.

En el Archivo de Indias en Sevilla están las listas de quienes viajaron a América; en ellas se registraba si las mujeres iban solas, si eran solteras, doncellas, criadas, etcétera. La doctora Encontra y Vilalta aclaró que soltera y doncella, no eran lo mismo pues podía haber doncellas de 15 años o de 90 siempre que fueran vírgenes, mientras que el término criada o criado no sólo correspondía a una asistente que trabaja en casa, sino a un hombre, mujer, niño o niña, que en algún momento por cierta necesidad sería recogido por un familiar cercano o lejano para criarlo en su casa.

Las referencias asentadas en el Archivo de Indias terminan con otro de los equívocos más recurrentes, el de que solamente viajaron castellanas a Nueva España, pues había pasajeras procedentes de Cataluña, Valencia y Flandes; así, la emigración fue pluricultural. De 1520 a 1539, la mayoría de aquellas mujeres provenían de Andalucía, pero también las había de Extremadura, de Castilla la Vieja, Castilla la Nueva y León, además de unas pocas de Aragón.

Testimonios de la presencia

femenina en el virreinato

En su obra testimonial, Francisco Cervantes de Salazar dice que “no sólo los conquistadores fueron héroes valerosos, probando por los hechos de las mujeres que trajeron ser valerosísimas, haciendo grandes hechos y valentías”, mientras que Bernal Díaz del Castillo, más parco en ese tipo de información, refiere los nombres de varias mujeres que llegaron con los conquistadores e indica que, en un momento dado, encontraron en Tultepec un lugar donde habían sido sacrificadas a los dioses muchas personas, pero no dice nada más. Apenas en 1997 se supo que se trataba de un tzompantli, porque antropólogos forenses analizaron los restos hallados y determinaron que había cuatro mujeres de raza europea y una persona mulata.

Por otra parte – precisó la conferenciante- en el Archivo de Notarias de la Ciudad de México quedó asentado que desde 1525 Francisca de Valdivieso alquiló una huerta en la calzada Tacuba. Esa persona no viajó con Cortés ni con Narváez, pero está registrada en el primer documento notarial relacionado con una mujer peninsular. Otro caso fue el de Isabel Rodríguez, quien en 1527 reconoció notarialmente una deuda de 24 pesos por seis arrobas de lana a Leonor de Espíndola, lo cual prueba que las mujeres también prestaban dinero.

La doctora Pilar Gonzalbo, autora entre otras muchas obras de Las mujeres en la Nueva Españaeducación y vida cotidiana’, siempre hizo hincapié en lo interesante que resulta revisar en todos estos archivos de notarias los testamentos, pues son documentos de gran importancia para los estudiosos porque, además de las cuestiones materiales, permiten percibir y apreciar la mentalidad de la época y cuáles eran las creencias y los miedos, dijo la doctora Encontra y Vilalta.

(Concluirá)