Conferencia de Francesco Milella

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  • La ópera influyó en la transición cultural Colonia-Independencia
  • Ø México adoptó desde entonces la cultura ilustrada europea
  • (primera de dos partes)
  • Norma L. Vázquez Alanís

RedFinancieraMX

En recuerdo de mi querido padre,

profesor Gilberto Vázquez Moreno,

quien fue un apasionado del género operístico,

y del amigo periodista Octavio Raziel García Ábrego,

cuyos textos siempre reflexivos extrañaremos

Por muchos años la historiografía de la música mexicana colocó el nacimiento de la escena de la ópera en el México independiente, a partir de los años 40 del siglo XIX, perspectiva que por mucho tiempo excluyó dos décadas de historia de ese género en el país (1820-1840), porque los estudiosos consideraron esta época como una transición inestable de poco interés musical, como consecuencia de la inconsistente situación política de entonces.

Así lo expuso el maestro en políticas culturales por la Universidad de Maastricht, Holanda, Francesco Milella, en la conferencia que con el tema ‘Historia de la Ópera en México (1823 -1838)’ ofreció en el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM).

Afortunadamente, a partir de segunda mitad del siglo XX y sobre todo desde el 2000- dijo-, nuevas investigaciones tanto en la parte histórica como en la musicológica presentaron otras miradas y perspectivas sobre el papel que tuvo la ópera en esos años en México, para dejar en claro que lejos de ser una presencia marginal en el desarrollo político y cultural del país, fue en realidad una de las protagonistas de la transición del periodo colonial al independiente.

A partir de 1820 las élites culturales de la capital comenzaron a construir un proyecto que buscaba definir la identidad de México como nación independiente, pero con la mirada hacia la cultura y las costumbres de los países más avanzados de la Europa postrevolucionaria, es decir Francia, cuna de la revolución en 1789; Inglaterra, donde se gestó la revolución industrial de 1750 fundamental en muchos aspectos, e Italia, que no vivió ninguna revolución de forma directa, pero cuya tradición cultural y filosófica la colocó en el centro del debate político de aquel tiempo.

Y voltear hacia el saber de esos tres países, significaba descubrir antes que nada la literatura. Entre 1820 y 1830 las élites mexicanas empezaron a leer, a importar libros de autores franceses como Voltaire o Rousseau, y de intelectuales franceses como Lancaster, quien desempeñó un papel fundamental en la definición del proyecto cultural de la logia masónica de los escoceses y de la escuela lancasteriana de esos años; de Italia llegaron autores del Renacimiento, de la Edad Media y de la época Clásica.

Este encuentro con la cultura europea incluyó las artes plásticas, cuya figura fundamental fue Claudio Linati, quien llegó a México desde Francia y, aunque era italiano, había estudiado con Jacques-Louis David, el pintor oficial del emperador Napoleón, y fue introductor aquí de la litografía que se volvió una forma exitosa de representación iconográfica, pero también su música, específicamente la ópera, en especial la italiana.

El teatro de San Carlos de Nápoles fue el emblema del prestigio social, político y cultural que adquirió la ópera italiana en Europa entre 1750 y 1830; no hubo cortes -desde Lisboa hasta San Petersburgo- que no buscaran construir su propio teatro con compositores, compañías y óperas italianas. Este teatro de ópera se transformó en un sinónimo de modernidad, de civilización, de sociabilidad refinada y elegante, explicó Milella, quien actualmente estudia el doctorado en musicología en la Universidad de Cambridge, Inglaterra.

El protagonista absoluto de esta época de la ópera italiana fue Gioachino Rossini, sin duda el compositor que logró representar en el escenario, más que ninguno otro, los valores de la Europa de la época: libertad, renacimiento y evolución, que la gente identificó con sus obras.

La ópera llegó a México

como fenómeno social y político

De manera que, cuando la ópera llegó a México, lo hizo como sinónimo de modernidad y civilización, por lo cual más que un fenómeno musical, lo fue social y político. Entonces, que se representaran óperas de Rossini significaba para las elites de la capital impulsar el proyecto cultural que pretendía fortalecer la identidad de México y definir el carácter internacional del nuevo país ante los demás, puntualizó el ponente.

La situación era más complicada de lo que los documentos y ciertos estudios históricos presentan, porque la Independencia fue un proceso más gradual, en el que los objetos, ideas, cultura y costumbres del virreinato alimentaban todavía la vida de México después de 1820, y eso es lo que pasó con la ópera, señaló Milella. Así, cuando llegó la ópera no eliminó por completo todo lo que había pasado hasta entonces, es decir, toda la experiencia del teatro español y virreinal. Al contrario, digamos que dialogó con todas estas formas para crear expresiones realmente interesantes e híbridas.

Y es que desde 1800 España y las colonias empezaron a escenificar óperas francesas presentadas como zarzuelas en español, en virtud de que el rey ordenó en 1799 que todas las compañías italianas de ópera se fueran de la península y los territorios de ultramar. Entonces, sin muchos recursos ni tiempo, los teatros tanto de España como de las colonias se quedaron sin repertorio y recurrieron a la ópera cómica francesa con obras más accesibles en términos de escenario y cantantes; eran óperas cantadas, pero con diálogos entre las arias, cuya traducción era muy rápida y no respetaba las reglas de la música.

Las reformas borbónicas de 1760-90 cambiaron la política imperial de España y las colonias dejaron de ser una presencia pasiva, una región que debía explotarse y la transformaron en una presencia activa en las dinámicas del imperio. Eso significó abrir las posesiones americanas a la cultura ilustrada europea de manera gradual y controlada, fueron los años en que se expulsó a los jesuitas de México y se quitó poder a las instituciones eclesiásticas, comenzaron a fundarse periódicos y revistas académicas, se construyeron colegios, y por supuesto Nueva España se abrió a nuevas experiencias culturales, llegaron las músicas de concierto de Luigi Boccherini y Joseph Haydn, los compositores más importantes de Europa en ese periodo.

(Concluirá)