Cónclave

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  • La derrota de López Obrador
  • Por Alejandro Rodríguez Cortés *
  • @AlexRdgz

RedFinanciera

No fue una buena semana para Andrés Manuel López Obrador.  Quiso mostrar una fuerza política que ya ha sido minada, y en su soberbia y necedad llevó la penitencia: perdió no una sino dos veces la votación en la Comisión Permanente del Congreso de la Unión para convocar a un nuevo periodo extraordinario de sesiones en la Cámara de Diputados.

Al presidente le urgía adelantar de una vez por todas el tema de la revocación de mandato, que para él en realidad será un ejercicio de ratificación en el poder, pero también quiso dar un golpe de mando.  Está acostumbrado a imponer su voluntad sobre cualquier lógica legal, política o parlamentaria y esta vez se quedó en la raya.

Pudo esperar unos cuantos días a que, ya en el periodo ordinario de sesiones, pasara su asunto sin problemas con la mayoría legislativa de Morena.  Pero pareciera que su objetivo era demostrar que estamos equivocados quienes pensamos que su poder va en declive.  Los hechos mostraron que nos asiste la razón.

Hay quienes dicen que López Obrador perdió los primeros dos rounds desde que está en la presidencia.  La verdad es que creo que es el tercero:  en realidad el primer nocaut le fue propinado por los votantes que sufragamos contra la mal llamada Cuarta Transformación en las elecciones del pasado 6 de junio, donde un aparente triunfo morenista en la mayoría de las gubernaturas y en la votación general, se convirtió en una sonora derrota para el equipo del Palacio Nacional.

¿Por qué?   No solo porque Morena perdió la mitad de su bastión político en la ciudad de México y su mayoría calificada en la Cámara Baja -sin la que ya no pueden transitar cambios constitucionales- sino porque por primera vez en tres años nos dimos cuenta que el lopezobradorismo no es lo invencible que parecía, merced a las encuestas de popularidad del mandatario.

En este espacio subrayamos la importancia de la elección intermedia en el devenir político nacional.  No nos equivocamos: la clave era quitarle poder al presidente de la República para hacer y deshacer en el Congreso y eso justamente perfiló su doloroso revés electoral disfrazado de victoria. Y tan no lo había digerido, que insistió en ganar una batalla antes de que se conforme la nueva legislatura, donde ya no tendrá la aplastante mayoría de la que se sirvió durante la primera mitad de su mandato.

Cierto, la nueva correlación de poder en el parlamento mexicano no se ha configurado formalmente, pero el resultado electoral y las dos victorias opositoras en la Comisión Permanente han empoderado a una oposición que ya empezó a dar la batalla de cara a la parte final del mandato de Andrés Manuel López Obrador y a la sucesión presidencial de 2024.

Sería impensable la posición de Movimiento Ciudadano sin los resultados comiciales recientes, o el despertar de legisladores y legisladoras del PRI y del PAN sin la certeza de que contarán con más posiciones políticas y de gobierno en unos cuantos días o semanas más.

El presidente deberá adaptarse a la nueva realidad de los contrapesos, esos que no le gustan y que ya no tendrá sólo en organismos autónomos y tribunales constitucionales, sino en el Poder Legislativo que había venido controlando.

Dicho de otra forma, ya no arremeterá solo contra el Instituto Nacional Electoral, el Tribunal Electoral, la Comisión Federal de Competencia Económica, el Instituto Federal de Telecomunicaciones o los medios de comunicación, sino contra una oposición renovada y fortalecida, a la que más pronto que tarde ya adjetivó como “salinista”, por más que tenga en su gabinete a Marcelo Ebrard y a Manuel Bartlett Díaz, también “finísimas personas”, citando al propio AMLO.

El presidente perdió y no se había dado cuenta.  ¿Ya le habrá caído el veinte? Por lo pronto, empieza la segunda parte de su gobierno, y con ella el declive de su poder junto con -cuidado- la estrategia para ser la excepción de la regla vigente desde Miguel de la Madrid, en la que ningún mandatario ha podido imponer a su sucesor. Digo, en caso de que Andrés Manuel López Obrador no esté pensando en reelegirse, un escenario que encresparía aún más a los opositores.

Por eso y mucho más: ¡que vivan los contrapesos!

*Periodista, comunicador y publirrelacionista