Centro Histórico

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  • Así fue la “batalla a muerte”
  • Cómo la Tlayuda mexicana venció al ceviche peruano
  • La mala imagen de Hugo López-Gatell es reflejo del gobierno de la 4T
  • Detienen a uno de los jefes del Cártel Santa Rosa de Lima de México
  • AMLO feliz por atención sobre predecesores; tomó a Loret de Mola como fuente
  • Por Crescencio Cárdenas Ayllón

RedFinancieraMX

¡Vaya, vaya! Por lo menos en cuestión astronómica popular México gana una competencia al rivalizar contra seis países latinoamericanos cada uno con sus platillos los que se enfrentaron para después mediante la votación de la gente, enfrentar a tres finalistas entre los que se encontraban las Tlayudas mexicanas, el choripán de argentina y el ceviche peruano. La batalla fue encarnizada, sobre todo entre el platillo de México y el de Perú.

Recientemente Netflix estrenó la serie “Street food Latinoamérica” en la que muestran los platillos de comida típica más populares de varios países de la región. Por ello, desde su cuenta de Latinoamérica realizaron una encuesta para saber cuál comida era la más popular. La votación estuvo muy reñida, entre el ceviche y las Tlayudas, pero al final el platillo mexicano ganó con 46.8% de las votaciones, el peruano se quedó con un 45.3%, mientras que el choripán apenas acumuló el 7.9%.

Lo único que se critica de este culinario asunto es que no se explica a detalle el contenido de lo que aquí llamamos “asiento# de la Tlayuda que se v de lo más suculenta.  ¡Bravo, hurra! ¡Viva la Tlayuda!  “Hhhuuummm o como dice mi hermano Daniel slurp slurp que ricas”.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, está disfrutando del espectáculo a medida que avanzan las investigaciones sobre la corrupción de gobiernos anteriores.

La extradición del exdirector de Petróleos Mexicanos, Emilio Lozoya, este mes ha proporcionado un flujo casi diario de jugosos detalles sobre la información que supuestamente está compartiendo con la Fiscalía General de la República.

El viernes, el presidente dio una respuesta de 20 minutos a una pregunta sobre los últimos detalles reportados por el periódico Reforma, que dijo haber obtenido un documento que Lozoya preparó antes de su extradición sobre lo que sabe.

La constructora brasileña Odebrecht, investigada en toda la región en los últimos años por comprar grandes contratos gubernamentales con generosos sobornos, supuestamente le dio a Lozoya 4 millones de dólares para que los destinara a la campaña presidencial del predecesor de López Obrador: Enrique Peña Nieto, del Partido Revolucionario Institucional.

“Se sabe que se utilizó dinero de Odebrecht para financiar esa campaña”, dijo López Obrador, agregando que en ese momento se había quejado ante las autoridades electorales de que la campaña de Peña Nieto estaba excediendo los topes de gasto.

Los documentos que los fiscales mexicanos utilizaron para solicitar la extradición a las autoridades españolas indicaban que Lozoya dio parte de ese dinero a la campaña y se quedó con una parte importante para comprar una casa.

Odebrecht presuntamente aportó otros 6 millones de dólares una vez que Peña Nieto asumió el cargo. Parte de ese dinero se usó supuestamente para sobornar a legisladores federales para que votaran a favor de su paquete de reforma energética, conocido como el Pacto por México.

López Obrador dijo que era importante que “el señor Lozoya esté dando a conocer que hubieron estos sobornos y que se usó dinero para comprar la reforma energética. Y que se repartió dinero a legisladores de partidos”.

Cuando se le preguntó si la Fiscalía General debería llamar a Peña Nieto para interrogarlo, el mandatario respondió que si los fiscales lo consideran necesario, todos los involucrados deberían ser interrogados. Dijo que las acusaciones también incluyen al predecesor de Peña Nieto en la presidencia, Felipe Calderón, del Partido Acción Nacional.

Desde que asumió el cargo, López Obrador ha dicho que perseguirá a los expresidentes por corrupción sólo si la opinión pública lo exige a través de una votación. El viernes, fue evasivo al declarar: “Yo no puedo detener un proceso judicial”.

El Partido Acción Nacional dijo en un comunicado el viernes que está comprometido a luchar contra la corrupción. Añadió que sus legisladores no necesitaban ser persuadidos para votar por la reforma energética porque ya estaban a favor.

López Obrador incluso hizo que su secretario de prensa leyera en voz alta dos columnas de esta semana del periodista Carlos Loret de Mola, quien normalmente suele ser un blanco de la molestia del presidente. Una de las columnas se refería a los supuestos sobornos a los legisladores, dinero que supuestamente Lozoya guardaba en grandes cajas fuertes en diversos apartamentos de un lujoso barrio de la Ciudad de México. La otra columna describía cómo Peña Nieto utilizaba los recursos del gobierno para obtener el apoyo de gobernadores y legisladores.

El escándalo de Odebrecht fue mantenido encubierto durante el gobierno de Peña Nieto. Mientras que otros gobiernos de la región procesaron a docenas de funcionarios involucrados en los sobornos de la constructora brasileña, la investigación de México no llegó a ninguna parte.

Que esté surgiendo ahora es una concurrencia fortuita y una distracción bienvenida mientras López Obrador lucha con una doble crisis: sanitaria y económica. El jueves, el gobierno reportó el total más alto de infecciones de coronavirus en un solo día: 8.438 nuevos casos confirmados, llevando el total de México a más de 370.000, con casi 42.000 muertes. En tanto, se prevé que la economía de México, que ya estaba en recesión antes de la pandemia, se contraiga un 10% este año.

Un estudio de opinión de un colaborador de The New York Times señala  que la fractura de la imagen del portavoz del combate al coronavirus de México no es solo producto de sus errores. Sus fallos son producto del modelo de gestión de un gobierno más proclive a la improvisación que a la planeación.

En marzo, Hugo López-Gatell era el galán de la telenovela de la tarde. Protagonista de conferencias diarias sobre el progreso de la pandemia en México, educado y elegante, presentaba cifras y traducía conceptos complejos. Era el mejor vocero para un gobierno habituado a tropezar con las palabras. Tres meses después, el mismo López-Gatell luce agotado, a veces huraño, en no pocas ocasiones condescendiente, como una estrella en horas bajas.

Ni una cosa ni la otra. La fractura del aura alrededor del subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud de México no es solo producto de sus errores como zar del coronavirus. En el fondo, sus fallos son producto del modelo de gestión de un gobierno más proclive a la improvisación que a la planeación y liderado por un presidente con una concepción reduccionista de la gestión pública, el poder y la democracia.

El factor López-Gatell es, en rigor, el factor Andrés Manuel López Obrador. El subsecretario tropezó varias veces en la gestión de la crisis. Confió en un sistema centinela de vigilancia que la Organización Mundial de la Salud considera inefectivo para detectar enfermedades raras, como la COVID-19. Si se lo propuso, no consiguió que el gobierno ordenara confinamientos inmediatos —y, cuando los hizo, reabrió temprano— ni empleó los encierros para efectuar pruebas masivas —México hace muy pocas—. El gobierno fue renuente por mucho tiempo a suspender eventos masivos, incluidos festivales o los mítines del presidente.

López-Gatell destiñó su credibilidad inicial anunciando reiteradas victorias tácticas irreales contra el virus. En mayo, junio y julio dijo que México había “aplanado la curva”. No fue así. Después de que varios reportes periodísticos demostraran un significativo subregistro de muertos por el coronavirus en el país, López-Gatell aceptó que había “cifras ocultas” de decesos y contagios. A mediados de julio, México era el cuarto país del mundo en número de muertes confirmadas.

Nadie puede culpar a un hombre de creer en una idea, pero será cuestionado por intransigente si la evidencia contra esas creencias es abrumadora. Y López-Gatell rara vez reconoce errores, un fenómeno llamativo en un científico. Da vueltas, es errático, pivotea, juega con la retórica en sus largas conferencias. Pero no retrocede.

Es probable que la razón le exceda: López-Gatell es la cara visible del gobierno para la crisis, pero su poder es limitado. La decisión final —y eso incluye su continuidad en el gobierno— es de López Obrador. Y son las necesidades políticas del presidente las que se ponen en el camino de cualquier cambio. En gobiernos más razonables, cualquier funcionario con autocrítica modificaría la dirección de la gestión de la crisis, pero en el de AMLO disentir pone la puerta de salida muy cerca, como sucedió con el exsecretario de Hacienda Carlos Urzúa.

Por convicción o por disciplina, López-Gatell ha decidido obedecer. En Estados Unidos y México gobiernan dos hombres bastante parecidos, pero mientras su par estadounidense, Anthony Fauci, ha contradicho a la Casa Blanca y reclama no ignorar a la ciencia, López-Gatell calla y justifica. Tampoco es Anders Tegnell, el epidemiólogo sueco que falló con la estrategia de inmunización de rebaño en su país, pero reconoció su fracaso sin esconderse: el subsecretario mexicano jamás aceptó el fallo de su plan. Y tampoco es Fernando Simón, el portavoz de la estrategia española, quien también subestimó al virus —no estuvo solo— y cometió errores trágicos hasta que miles de muertos lo obligaron a cambiar el rumbo y los contagios y las fatalidades cayeron.

Su tono calmado hace todo más digerible, pero las respuestas de López-Gatell van a menudo a la ofensiva: el gobierno hace lo que debe; si falla es por razones ajenas a su voluntad. Así, minimizó el impacto inicial de la crisis y subestimó su expansión: falló. Cambió el modo de exponer los contagios para exhibir mejores resultados, pero el número de enfermos y muertos sigue creciendo: falla. Finalmente, asumió la retórica de AMLO: ha convertido la crisis en un problema ideológico con la industria alimentaria y en un regaño paternalista a los hábitos de consumo de los mexicanos.

Como el gobierno de López Obrador ha hecho durante casi dos años con el neoliberalismo, la prensa, la sociedad civil y el pasado, el subsecretario ha encontrado en los refrescos y las donas un chivo expiatorio para esconder sus incapacidades. Falla.

En México hay quienes piden la renuncia de López-Gatell. Pero no creo que el problema del país sea la ejecución, pues el subsecretario es una expresión instrumental de una concepción de la gestión pública. Quiero creer que es un científico encerrado en un perverso sistema de toma de decisiones políticas y que en otras circunstancias tal vez daría otros pasos. Pero no en un gobierno personalista, donde la palabra final pertenece a un presidente que llegó al poder por obstinación antes que preparación y con una cosmovisión maniquea y reduccionista de la realidad.

Ante el fracaso de México para enfrentar al virus, no hay ganadores. Si es AMLO quien decide la manera de enfrentar la pandemia, López-Gatell es un peón que disfraza como científicas decisiones políticas: caerá cuando la necesidad política lo determine. Si es el subsecretario quien decide, entonces el presidente tiene una autoridad vacía que rellenarán siempre quienes sean dueños de su oído. Con o sin ciencia que los respalde.

Las autoridades detuvieron a Emmanuel y/o José Guadalupe “N”, alias El Mamey, uno de los jefes de plaza del Cártel Santa Rosa de Lima, poderosa organización criminal dedicada al robo de hidrocarburo y extorsiones en el centro del país, según informó este viernes la Fiscalía estatal de Guanajuato. La detención fue realizada por el Grupo Especial de Reacción e Intervención (GERI) de la fiscalía este miércoles 22 de julio en Celaya, la tercera ciudad más grande de Guanajuato con alrededor de medio millón de habitantes.

De acuerdo con las autoridades locales, el presunto criminal de nombre Emmanuel y/o José Guadalupe “N”, alias El Mamey, fungía como líder en Celaya del Cártel de Santa Rosa de Lima. El arrestado estaba en un barrio en la periferia de la ciudad cuando al notar la llegada de los agentes de la Fiscalía sacó un arma de fuego y les apuntó para posteriormente intentar huir al saltar hacia otros domicilios.

Sin embargo, terminó por ser detenido junto a Viridiana “N”, quien también estaba en la misma zona y llevaba armas de fuego y unos 280.000 pesos (unos 12.500 dólares) en efectivo. Ambos fueron puestas a disposición del Ministerio Público federal y de la Fiscalía Especializada en Investigación de Delitos de Alto Impacto trabaja de manera paralela en la integración de otras carpetas de investigación por diversos hechos delictivos, los cuales aún no han sido detallados por la autoridad.

El Cártel Santa Rosa de Lima, liderado por José Antonio Yépez Ortiz, conocido como El Marro, mantiene desde el 2018 una sangrienta guerra con el Cártel Jalisco Nueva Generación por el control del territorio para robar gasolina, extorsionar a comerciantes y distribución de drogas.

Producto de esta disputa Guanajuato, entidad con fuerte presencia de la industria automotriz, se ha convertido en el estado más violento de México. Tan solo en el primer semestre del año han sido asesinadas 2.293 personas, con un promedio de casi 13 víctimas diarias. De acuerdo con las autoridades locales, el 91 % de estos homicidios están vinculados con el enfrentamiento entre las citadas organizaciones criminales. México vive una ola de violencia sin precedentes y en 2019 registró 34.608 homicidios y 1.012 feminicidios.

Por lo demás, creo que todos estamos bien.