Análisis a Fondo

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  • Los ministros, desnudados por RMA
  • La sesión de la Comisión Permanente, un triunfo de pesadilla
  • La oposición en plena euforia triunfalista; no resistió el debate
  • Por Francisco Gómez Maza

 

RedFinanciera

 

El Senado fue ayer escenario de un mano a mano entre un oficialismo aparentemente humillado por el poder omnímodo del poder judicial, integrado por lo más granado y consentido del sistema, y una oposición imaginativamente triunfalista, con la sensación de volverse poderosa por redimida por la Suprema Corte, cuyos ministros anularon la primera parte del Plan B de la reforma electoral, iniciada por el presidente López Obrador quien, luego de ser votada, la promulgo y mandó publicar en el Diario Oficial de la Federación.

 

Todos los senadores y diputados de la oposición, integrantes de la Comisión Permanente, no ocultaron su emoción y satisfacción profunda, casi enfermiza, por “su triunfo” avasallador sobre la mayoría de Morena, gracias al fallo, contra el partido fundado por el presidente López Obrador.

 

Los legisladores del grupo morenista de repente aparecieron anonadados, en silencio, escuchando los discursos de panistas como Kenya López y los más reaccionarios diputados y senadores albicelestes, que aparecieron vencedores frente a un gobierno como el del tabasqueño, que en cuatro años ha desbaratado la mayoría de los negocios que los gobiernos de la derecha ultraconservadora creó para satisfacer las ansias de los amigos, compadres, familiares.

 

El debate político en la Comisión Permanente del Congreso tomó un cariz de confrontación irracional – cuando hablaban los legisladores oficialistas, muchos panistas interrumpían con sus murmuraciones de alto volumen, e intentaban sacar de quicio a los legisladores morenistas, y a los de los partidos aliados como el Partido del Trabajo y el Verde Ecologista de México,

 

La seguridad de que habían, por fin, triunfado, y domeñado al partido de López Obrador, ensoberbeció a los oradores del panismo y aliados como el PRI y el colero prd, así como la franquicia partidista considerada ciudadana, cuyo dueño, gerente y cajero es Dante Delgado Ranauro

 

La Suprema logró que los senadores y diputados de la minoría opositora se sintieran mayoría, así como verdugos de la mayoría morenista, que fue la que se impuso para aprobar el Plan B de la Reforma Electoral y que ahora estaba desencantada y furiosa contra los ministros de la Suprema Corte, que declararon inconstitucional el Plan B de la reforma electoral.

 

Los panistas mandaron a Kenia López Rabadán para intentar humillar, con su lenguaje ramplón y grosero, a los senadores y diputados de Morena, del Partido del Trabajo y del Verde Ecologista.

 

Obviamente, los legisladores de la Cuarta Transformación no cayeron en la provocación de la derecha, emocionada por un inexistente triunfo avalado por la decisión de la Suprema Corte

 

de Justicia de la Nación.

 

El líder de la mayoría del Grupo de senadores de Morena y presidente de la Junta de Coordinación Política, el senador Ricardo Monreal Ávila, asumió la defensa de la reforma electoral y del presidente López Obrador, tan denostado por sus enemigos (no adversarios) de los partidos de los conservadores.

 

Monreal Ávila acusó a los ministros de la Suprema de ser lujuriosamente privilegiados y llegó a contar hasta 40 millonarios privilegios con los que son mimados los ministros, por lo que no tienen conciencia de que su tarea es proteger al pueblo de los abusos del poder de las clases dominantes. Y dijo que actúan desde una posición de mimados por el sistema, Monreal logró enardecer a la priista-panista, Carolina Vigianno, quien no podía entender cuál era la relación entre los privilegios y el fallo contra la reforma electoral del presidente AMLO.

 

En fin, que el presidente de la Comisión Permanente, el senador Alejandro Armenta, apuró los asuntos generales de la jornada y tocó la campanilla, dando por concluida una sesión en la que los morenistas salieron fortalecidos, después de un conato de imposición vergonzosa de los opositores, que dieron la apariencia de que estaban ensoberbecidos por un triunfo inexistente.