- La capacidad de compra de bienes durables avanza
- En un año, se ha incrementado la canasta en más del 100%
- Pero en medio de la grosera inflación la esperanza no muere
- Por Francisco Gómez Maza
RedFinancieraMX
Una ama de casa, de clase media baja, que vive en un pequeño departamento de 60 metros cuadrados, en una colonia de trabajadores, compraba en 2021 su canasta básica en 800 pesos.
Empezando el presente año, tuvo que ir al supermercado, y esa misma canasta ya le costó 1,500….
¡Y los tuvo pagar!
Qué bueno que llevaba dinero demás en la cartera.
El pasado 30 de junio, regresó al súper a comprar exactamente la misma canasta. ¡Pagó 2,000 pesos!
Una barbaridad de abusos de quienes producen con el favor del Sol y se enceguecen, creyendo que la mayoría de sus compradores vive en Las Águilas, en Santa Fe, en Las Lomas de Chapultepec, en San Gerónimo, entre otras vecindades de todopoderosos, que un día fueron aspiracionistas. Y que ahora no les duele pagar un millón de pesos por un reloj “chafartier”, en el Sanborns de Polanco. Un reloj de lujo que cuenta los segundos, los minutos y las horas igual que si fuera uno de 50 pesos comprado en Las Pulgas de Tepito.
El abuso, la avaricia, son así – factores que no cuentan las calculadoras de los economistas y que nunca dicen que los principales factores que inflan la inflación son esos dos pecados capitales: el abuso y la avaricia.
Y si la producción no es suficiente, atizan el estancamiento con inflación, que los científicos llaman con la tonta palabra de estanflación.
Así se está dando, por obra y gracia del Factor E (factor emocional), un incremento bárbaro de los precios de los productos de primera necesidad, que ni la calculadora puede desentrañar. Menos explicar la directora del Banco de México, Victoria Rodríguez Ceja.
Pero, en medio de la crisis de la economía mundial, y la del vecino del norte, así como la de las economías individuales, la débil economía nos está convirtiendo en modernos aspiracionistas: Ojalá que bajen los precios. Ojalá que llueva en Nuevo León. Ojalá, ojalá…
Junto, acompañando la terrible inflación sobre todo de los alimentos y la canasta, e esperan otros peores males, en lo que resta del año 2022, principalmente, el costo del crédito bancario, que pegará fuertemente a los medianos, pequeños y microempresarios, e impulsará hacia una inflación mayor que la esperada.
Los productores requieren de apalancamientos, créditos para impulsar producción de bienes de consumo básico, particularmente los agro alimentos, Estos productores, sobre todo pequeños y micro, si no pueden acceder al crédito bancario, tendrán que pagar los platos rotos de los agentes inflacionarios, por el lado de la oferta. Elevadas tasas de interés, o premios exagerados al dinero- ¿Y luego qué…?
Como dato para el análisis: La mayoría de los analistas del sector privado espera que, a la par de la alta inflación que corroe la economía real (principalmente la paupérrima economía de los pobres), el costo del dinero en créditos en el tercer cuarto del año se elevará como si fuéramos economía de primer mundo.
Mientras tanto y por una indomable rebeldía de los consumidores, el Indicador de Confianza del Consumidor (ICC) (hacia la economía), elaborado de manera conjunta por el INEGI y el Banco de México, mostró una disminución mensual de 0.4 puntos.
Curiosamente, doña Victoria no podrá detener a aquellos “expertos” que miden la inflación, no con Gini, sino con la vara de sus fobias.
Pero la realidad es que no todo está perdido.
Algunos economistas, de esas vacas sagradas que consulta el banco central, en su encuesta mensual, están observando reducciones mensuales desestacionalizadas en los componentes que evalúan la situación económica presente y esperada de los miembros del hogar y en los que captan la situación económica actual y futura del país.
El rubro que mide la posibilidad de los miembros del hogar en el momento actual para realizar compras de bienes durables está avanzando, aunque también avance la carestía de muchos productos, servicios y de la pachocha.