Análisis a Fondo

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  • La vergüenza
  • Las decisiones del Consejo de Salubridad son obligatorias
  • López Gatell sólo es vocero de ese órgano del cuidado de la salud
  • Por Francisco Gómez Maza

RedFinancieraMX

Algunos estiman que, cuando este sufrimiento acabe; cuando se entierre o incinere la última víctima de Covid-19 y ya no haya contagios, ni personas en los hospitales, y todo el mundo haya salido del encierro y los estudiantes, los pequeñitos, los adolescentes, los jóvenes, vayan a la escuela, al trabajo, y las calles vuelvan a estar abarrotadas de vehículos y el aire esté de nuevo contaminado, nada volverá a ser igual que antes de la pandemia.

Dicen que todo habrá cambiado; que el mundo no será el mismo. Incluso que las costumbres humanas no serán las mismas del pasado y las relaciones humanas serán menos inhumanas y la relación con la naturaleza ya no será agresiva de parte de los humanos.

Mentira. No lo creo por lo que veo. No lo creo porque nada ha cambiado a pesar del profundo sufrimiento que ha causado el coronavirus, por los seres queridísimos que han muerto, y han muerto solos, y han sido llevados a los cementerios comunes muchos de ellos.

Y mire, el último hecho es realmente condenable, es vergonzoso y vergonzante, es realmente un crimen de lesa humanidad, es una traición a la gente que ha hecho multimillonario a Salinas, el del Banco Azteca, el de Salinas y Rocha, el que cobra con infinitas creces lo que le compran a crédito los pobres de los pobres, el que manipula la información en un medio que no es suyo, sino una concesión del Estado y que le puede sr confiscada en cualquier momento, porque el espacio aéreo es propiedad de la nación.

Es lo que desparramó, lo que colmó el vaso de la discordia en la que grupúsculos de la derecha, de la extrema derecha, de los izquierdistas vergonzantes, de la secta de los fariseos, hipócritas (ahora sí debo mencionarlos, porque va de por medio mi vida y la vida de mi familia y la de mis amigos y la del mundo mexicano).

Llamar a no obedecer a la autoridad porque es mentirosa no tiene nombre, como lo hizo el locutor de la llamada TVAzteca, Javier Alatorre, hipócrita amigo del presidente López Obrador. Es más. Es delito penal. Y así lo ha declarado la propia Secretaría de Gobernación, que apercibió ya, la tarde de este sábado 18 de abril, a esa empresa de comunicación masiva. Al concesionario, que no dueño, Ricardo Salinas y al empleado que proclamó el llamado a la desobediencia.

Pero no hay mal que por bien no venga. El locutor se dio un tiro en el pie con esa llamada a la desobediencia. Acabó con su vida periodística, sólo alimentada por el dinero fácil y la explotación que Ricardo Salinas practica sobre sus esclavos, que no sus empleados.

No lo vaticino, pero la sociedad le cobrará caro a Salinas la perversidad, lo criminal de su acto.

Y vayamos más allá. La derecha no va a quedarse callada hasta que el pueblo lo permita. Felipe Calderón, el hijo traidor, seguirá alimentando el rencor, el odio. Lo mismo que todo el grupúsculo de facinerosos que se duelen porque perdieron privilegios, ya no tienen manera de robar el erario.

Y continuará el mundo enredado en el individualismo, en el egoísmo. En la guerra del odio. No es pesimismo. No es amarillismo. Es que así es la realidad de un ser humano cuyo cerebro privilegia la Tanatidad, para lo cual sólo se necesita ser muy egoísta.

Pero es muy importante señalar, como lo ha señalado el amigo Porfirio Muñoz Ledo, en su cuenta de tuiter, el llamado de TVAzteca a que los ciudadanos no acaten las disposiciones del Consejo de Salubridad es un desacato particularmente grave y constituye un llamado a la desobediencia civil, cuestión que debe ser revertida y sancionada de inmediato.

La fracción XVI del artículo 73 constitucional estipula que las decisiones del Consejo de Salubridad serán obligatorias para todo el país. (2/4)

La Ley General de Salud establece que esas violaciones merecerán amonestaciones, multas, clausura temporal o definitiva del establecimiento y en caso de rebeldía, 36 horas de arresto a los responsables.