- Emilio Viale, compañero de viaje
- Ícono del reporterismo
- El Informador y crítico
- Por Francisco Gómez Maza
RedFinancieramMX
Se están yendo los periodistas. Digo periodistas porque no tengo otra manera de llamarlos. Son periodistas sin adjetivos; son quienes informan y critican. Los que aplauden son aplaudidores y sobran, como dijera Miguel López Azuara otro que, como Emilio Viale, fue mi compañero de viaje en el oficio de periodista y afortunadamente aún está, como yo en este mundo matraca, dándole lata al teclado del ordenador. Qué diera por tundir mi Remington.
Emilio Viale fue un agudo reportero de policía que, como todos los reporteros de Excélsior (hablo del Excélsior verdadero; el que fue asesinado el 8 de julio de 1976 por el maldito de Luis Echeverría. El de después sólo fue la sombra de sí mismo, como dijera Pepe Carreño, el bueno; un remedo, como lo es el que maneja el negociante de muebles y hospitales, y radio comercializada, Olegario Vázquez Raña.
Emilio fue mi amigo, fue mi colega, fue mi compañero durante muchos años. De él aprendí mucho de los intríngulis de la fuente policiaca y me recordó cuando cubría yo las delegaciones de policía a partir de las 2:00 horas, recorriendo las nueve que existían en aquella pequeña ciudad de México, leyendo los libros, tomando datos, y arrejuntándome con los demás a eso de las siete de la mañana en la redacción para escribir la nota o las notas que había descubierto en aquellas sórdidas delegaciones de policía. Emilio fue un gran maestro: aprendí de él con tan sólo con leer las notas, las entrevistas, los reportajes que elaboraba para los periódicos de la Casa Excélsior: La Extra de Últimas Noticias, la Extra de la Tarde, el matutino Excélsior, Lunes de Excélsior, Revista de Revistas y cuanto papel editaban las rotativas para entregarle la mejor información a los lectores.
Luego vino el golpe dado por Echeverría Álvarez porque este miserable presidente no soportó la crítica, sobre todo el cotidiano destape de cloacas políticas que perpetraban impune y profesionalmente los reporteros de Excélsior, siempre con el apoyo de quien habíamos nombrado nuestro director, Julio Scherer García, y ahí estaba Emilio Viale, siempre con la gran nota de policía. Creo que no tenía competidor ni entre los de enfrente que, en una temporada de su vida empresarial, tuvieron a grandes reporteros de policía.
Echeverría nos rompió la madre. En el buen sentido de romper la madre. O sea que destruyó el lecho donde corrían las venas abiertas de los reporteros de la Casa Excélsior, descubridores del verdadero periodismo, el que informa la verdad verdadera, el que da voz a los que no la tienen, el que no halaga al gobierno porque lo que hace éste de bueno es su obligación; le pagamos para que lo haga bien, y el que destapa las cloacas de la corrupción, de la impunidad, del cinismo, de la simulación, que siempre se han enseñoreado entre la clase política mexicana, clase política de muy mala fama en el concierto de la política mundial.
Ahí estuvimos tratando de escarbarle a lo podrido; destripando lo purulento de la clase política que nos agarró una tirria inconmensurable porque sus miembros estaban muy acostumbrados a pagarles a los seudo periodistas para que escribieran loas de ellos. Pero se jodieron con los reporteros de Excélsior, que llegó a ser el primer periódico de habla hispana en el mundo por su estilo muy peculiar de denunciar las injusticias, la corrupción, la impunidad de la clase política y empresarial. Nos quitaron, por órdenes de Echeverría, la publicidad que nos permitía pagar sueldos y salarios, comprar el papel, la tinta y todos los insumos para que los periódicos salieran a tiempo y hasta que nos echaron de nuestra casa. Algunos tuvieron la gracia de ser hospedados por El Universal; otros por Bracamontes; otros más por Pepe Pages, entre otros.
No nos arredramos. Fundamos otra casa o varias casas (Proceso, unomasuno, Vuelta, etc., y ahí, siempre entusiasta, siempre profesional, como muchos, por no decir como todos, Emilio Viale continuó su trabajo de artesano del periodismo nacional, hasta que le tocó el turno de sufrir injusticias y se fue a La Crónica, donde fue jefe de información y reportero de policía durante muchos años. Les juro que no sabía que se había ido a vivir a Mérida si no es porque Roberto Rock lo dice ahora al anunciar la muerte del gran compañero, del gran amigo, del gran hermano en las lides del reporterismo. Y bueno, querido Emi, por ahí nos encontraremos, ya no destapando cloacas.