Análisis a fondo

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  • Ni Texcoco ni Santa Lucía
  • El más grande negocio desde la revolución
  • Preguntas a Peña Nieto y a López Obrador
  • Por Francisco Gómez Maza

RedFinancieraMX

En torno a la política aeroportuaria del Nuevo Gobierno, hay preguntas que tienen que responder tanto el gobierno de Enrique Peña Nieto como el nuevo, encabezado por AMLO.

En este espacio no estamos ni a favor ni en contra de que se levante un nuevo aeropuerto para el Valle de México. Sí estamos a favor de que se conserve el lago Nabor Carrillo que, como decíamos ayer, es el único espejo de agua que le queda a la Ciudad de México y es refugio de quién sabe cuántos millones de aves sedentarias y migratorias, que conforman la vida animal que aún le queda al Anáhuac. Sin ese lago, el clima se trastocaría más rápidamente, haciendo más invivible esta Ciudad inacabable, que sufriría aún más destructoras inundaciones, aparte de los movimientos telúricos que padece casi a diario. Nos ahogaríamos en aguas negras, les dije en el espacio de este lunes. Nos preocupa también la devastación de la vida comunitaria de los pueblos indígenas

Pero en este asunto de movilidad aérea hay más que respeto a la naturaleza y destrucción comunitaria. Hay manejos empresariales, financieros, contractuales, entre otros. Multi millonarios negocios entre el gobierno y las empresas constructoras. Relaciones de producción que crean muchas dudas.

Qué saben los servicios de inteligencia del nuevo presidente en torno del manejo de los contratos para la infraestructura que se está levantando en Texcoco. Se habla de una escandalosa corrupción. Y en este rubro, López Obrador tendría que ser muy claro para que no le queden dudas a nadie.

Particularmente, la revista Proceso le ha dado seguimiento a este aspecto de la construcción del aeropuerto. Ha reportado, prácticamente desde principios de este año, muchas presuntas irregularidades. El 26 de marzo, Alejandro Encinas, senador independiente, de todas las confianzas de AMLO y que será subsecretario de derechos humanos de la secretaría de gobernación, declaró que, detrás del NAICM, había “un gran negocio” y construirlo era un gran error.

El 5 de septiembre, Proceso dijo que, en la construcción del aeropuerto, se ocultaba un potencial negocio por mantenimiento, que el Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México trataba de ocultar. Según ecologistas, campesinos e incluso miembros del GACM, las características del terreno en lo que fuera el lago de Texcoco –alto contenido de agua, potencial deformación y baja resistencia al esfuerzo– inevitablemente derivarían en contratos posteriores para el mantenimiento de la terminal aérea.

La licitación de los contratos por este concepto sería posterior a la conclusión de las obras, pero las particularidades del terreno ya representaban jugosos negocios para unas cuantas empresas constructoras, dijo Proceso.

El 2 de septiembre, la revista fundada por un grupo de periodistas del viejo Excélsior dijo que el nuevo aeropuerto era un super negocio transexenal de Peña y la élite empresarial.

Añejo proyecto del llamado Grupo Atlacomulco –con el que se identifica al presidente Enrique Peña Nieto–, los contratos más grandes del NAICM, así como de la obras hidráulicas y carreteras que reclamaba para su funcionamiento y conectividad, fueron asignadas a una decena de nombres cercanos a la cúpula priista y salinista, denunció Proceso, que agregaba que, desde la presentación del proyecto, en septiembre de 2014, quedó claro que uno de los principales beneficiarios sería el magnate Carlos Slim –ultra enriquecido con las privatizaciones salinistas–, cuyo yerno, Fernando Romero, fue quien diseñó el plano, asociado con el arquitecto británico Norman Foster.

El 27 de marzo, la revista que dirigió el desaparecido Julio Scherer García, habló de “las seis pistas de la corrupción” y fue cuando AMLO empezó a hablar de su oposición a la culminación de la construcción del aeropuerto sobre los terrenos del Vaso de Texcoco.

Ahora, el presidente electo mandó a levantar una consulta a la que escasamente asistió un millón de los 30 millones de ciudadanos que votaron por él el pasado primero de julio. ¿Había necesidad, en aras de la democracia directa, como él la llama, hacer tal consulta? ¿No le eran suficientes los votos de la inmensa mayoría que lo eligió para conducir la república durante los próximos seis años?

Debo confesarles que a mi me aterraba el hecho de que en Texcoco se levantara el aeropuerto. En aras de la modernidad y de una economía que sólo beneficiaria a los grandes capitalistas, se iba a destruir vida y vida en abundancia, que les hace falta a los habitantes de la gran urbe. Pero no estoy seguro de que la base de Santa Lucía sea lo mejor. Me gusta la declaración del EZLN: Ni Texcoco, ni Santa Lucía. Creo, entonces, que el nuevo gobierno debe de pensar mejor las cosas. Los pueblos originarios no pueden avalar su propio exterminio, como lo advierte el grupo ex guerrillero.

“Nosotros pensamos que ambos (Texcoco y Santa Lucía) llevan al despojo de los territorios circundantes, a la devastación ambiental, a la mercantilización de la vida comunitaria con su llamada aerotrópolis”, advirtió el EZLN en un comunicado.

analisisafondo@gmail.com