- Las pesquisas de un novelista sobre la esclava mulata de sor Juana
- Por Norma L. Vázquez Alanís
RedFinanciera
Invitado a participar en el ciclo de conferencias ‘Tercera Raíz: afrodescendientes en México’, que como parte del 60 aniversario de su creación iniciando el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) de la Fundación Carlos Slim, el escritor y actor Ignacio Casas compartió su investigación para hacer su novela La esclava mulata de Juana Inés , publicada por la Universidad del Claustro de Sor Juana y Penguin Random House.
El ponente narró cómo se enteró de la existencia de la esclava mulata que vivió con sor Juana Inés de la Cruz en el convento de San Jerónimo; dijo que en 2028 estaba haciendo una serie documental en Radio Educación a propósito de Las Trampas de la Fe , de Octavio Paz, y el guionista seleccionó un fragmento que habla sobre la esclava mulata de la Décima Musa.
En el capítulo ‘La celda y sus celdas’, escribe Paz: “Durante los primeros años de vida conventual la acompañó su esclava, una joven mulata cuatro años menor que ella, su nombre, Juana de San José; el día que sor Juana Inés de la Cruz profesó en el convento de San Jerónimo su madre le donó a la esclava, vivió con ella unos diez años, en 1683 la vendió a ella, a la esclava, ya su hijo de pecho por 250 pesos oro a su hermana Josefa”.
Y como para un escritor de ficción cualquier dato es un anzuelo, fue increíble el saber que sor Juana había tenido no una sino dos esclavas, aunque en los documentos solamente está registrada Juana de San José, pero las investigaciones al respecto continúan. Estas cinco líneas fueron suficientes para picar la curiosidad e imaginación del autor egresado del Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, de modo que por ambos vertientes se puso a trabajar y decidió escribir una novela con propósito de la esclava, este personaje tan interesante que dormía y despertaba en la misma celda de sor Juana Inés de la Cruz.
En la Universidad del Claustro es posible visitar la celda de sor Juana, que fue de dos pisos y ahora está reconstruida; Sor Juana, como señala la doctora en Literatura Hispánica por El Colegio de México, Sara Poot Herrera, era una monja rica, tenía su celda llena de libros, además de instrumentos musicales y un astrolabio para observar el cielo, porque una de las características fundamentales de la monja jerónima fue esa avidez, esa necesidad de conocimiento, explicó.
Lo que sor Juana quería era el sosegado silencio de los libros, escribía en su tiempo libre y sobre todo en las noches, así que se iluminaba con candelas y quien limpiaba la cera de esas velas que se derretían mientras ella escribía era la esclava mulata, empero su investigación también abarcó la esclavitud y la negritud de quienes llegaban en barcos negreros sobre todo procedente de Portugal -pues los portugueses los compraban en África central- en los cuales las personas venían hacinadas.
En esta búsqueda, Ignacio Casas, egresado de la carrera de Literatura Dramática y Teatro de la Universidad Nacional Autónoma de México, encontró un artículo titulado Una lágrima en la lluvia del escritor José de la Colina, publicado en el periódico Milenio el 19 de abril de 2016, en el que se pregunta quién era esa otra Juana, de dónde venía, quiénes fueron sus padres, cómo fue su vida con, antes y después de estar al servicio de la monja genial, cuáles fueron sus trabajos en el convento, si sor Juana se levantaba a las seis de la mañana para los rezos de la prima hora, a qué hora de la madrugada se ponía en pie Juana de San José ya cuál salía del convento a hacer las compras, cómo salía, qué platos le cocinaba a su ama o cocinaban juntas, su hijo de pecho fue fruto del amor con un igual o de la violación de un señor criollo, si hubo amistad o calor humano entre las dos mujeres, qué pensaba la esclava respecto a su ama, y si tuvo que ver esa otra juana con la literatura de Juana Inés, le habría documentado sobre el habla de los negros y mulatos para sus jocosos villancicos.
Este material lo llevó a intentar, a través de la ficción, resolver estos planteamientos de José de la Colina sobre la esclava mulata de sor Juana, quien -apuntó el conferenciante- tenía muy buen oído y seguramente escucharía a esta afrodescendiente, así como lo hacía con los muchos hablantes del náhuatl que había en aquel momento, porque también escribió en esa lengua.
Y entonces halló un documento en el que la historiadora egresada de la Universidad Veracruzana, Adriana Naveda, asienta el dato de la llegada de numerosas personas esclavizadas sobre todo al estado de Veracruz, pero que después recorrieron otras partes de Nueva España; como novelista, esto lo llevó a situar el nacimiento de la esclava en un lugar que entonces se llamaba San Lorenzo de los negros, hoy Yanga, que es muy importante pues fue el primer área libre en toda América para los negros.
Asimismo, la ficción le dio al escritor la oportunidad de cambiar el nombre a Juana de San José por el de Yara, que quiere decir grito de libertad, e imaginar que los ancestros de esta mujer llegaron a Nueva España en los barcos portugueses que traían personas compradas en los reinos de Nongo, Congo, Luanda y Matamba para venderlas como esclavos en América. Recalcó el conferenciante que con esos hombres y mujeres vinieron también palabras, sonidos, aromas y creencias; Mandinga, Mocambo, mambo, bemba y conga son vocablos de sus lenguas, de manera que en barcos esos arribaron muchas cosas de lo que somos los mexicanos.
El habla de los negros cautivó a los españoles.
El filólogo y escritor Antonio Alatorre, un gran sorjuanista e investigador, señala en su obra Los 1,001 años de la lengua española : “el habla de los negros sin duda cautivó el oído de los españoles”, además menciona que en España el primero que explotó el hermoso filón del haber hablado de los negros puede ser Mateo Flecha, músico y poeta del siglo XVI que compuso varias Ensaladillas , una suerte de poemas y versos en rima que también se musicalizaban, en las cuales reconocieron la habla de los negros que llegaban a Andalucía, comentó el ponente.
Las fuentes consultadas por Casas incluyeron el Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana del filólogo, lexicógrafo y etimólogo catalán Joan Corominas, en el que consigna las primeras veces que algunas palabras importadas por los negros a España aparecieron ya en textos impresos.
Y como el lenguaje es un ser vivo que se va transformando, seguramente esas palabras de los esclavos se fueron incorporando al habla de los españoles y los criollos, y si bien no hay certeza de que sor Juana había leído los textos o escuchado las obras musicales de Mateo Flecha, conoció estos vocablos de los esclavos a través de la obra de Luis de Góngora y Argote -al que la monja jerónima tomó como maestra- y los utilizados en algunos de sus textos, indicó Casas.
Así lo constata el profesor e investigador de la Universidad Interamericana de Puerto Rico, el doctor en Filología Ángel Aguirre en un ensayo publicado en Cervantes Virtual, a propósito de los elementos afro-negroides en dos poemas de Góngora y en cinco villancicos de sor Juana, indicó el conferenciante quien revisó el texto para su investigación.
En este rastreo, el escritor localizó gracias al doctor en Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México, Jorge Gutiérrez Reyna, estudioso notable de la obra de sor Juana, el documento que la madre de Juana de Asbaje Ramírez entregó en el convento de San Jerónimo el día en que ésta profesó, para certificar que le donaba a la esclava; hoy está en el Archivo General de la Nación.
Reconoció que también lo ayudó a escribir su novela don Antonio de Robles, un jesuita que consigna en El diario de sucesos notables , publicado por Porrúa, lo que ocurría en el día a día en la Nueva España; de ese texto tomó algunas entradas para desarrollar cierta ficción. Dijo que es un gran documento porque habla de la vida cotidiana y es simpatiquísimo. De Robles registró la llegada y salida de los barcos y asentó que el 3 de julio de 1674 salió de Veracruz para España la flota en la que iban el Marqués de Mancera, Antonio Sebastián Álvarez de Toledo y Salazar, y su hija María Luisa, porque Leonor Carreto -la virreina que apoyó mucho a sor Juana en su quehacer literario- murió en Tepeaca en 1673.