Larga lucha de Grecia por recuperar los mármoles del Partenón

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  • Textos en libertad
  • José Antonio Aspiros Villagómez

RedFinanciera

         Se acaban de cumplir 40 años de que tuvo lugar en México la II Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales, patrocinada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), y durante la cual Grecia reclamó a Inglaterra la devolución de los mármoles del Partenón expoliados en los primeros años del siglo XIX por el británico Thomas Bruce, conde de Elgin.

         Desde Constantinopla, donde era embajador inglés, este hombre dirigió a un grupo de artistas enviados en 1800 a Atenas para hacer bocetos y moldes de las esculturas y construcciones más representativas de la Grecia clásica, que servirían para inspirar a los arquitectos de su país en el propósito de recrear en Inglaterra aquella cultura.

         El Partenón era el principal objetivo de dicha encomienda, pero ni con sobornos lograron acercarse a él por tratarse de una instalación militar, hasta que obtuvieron un permiso especial del sultán otomano que los emisarios de Elgin aprovecharon ya no solamente para hacer dibujos y tomar medidas, sino para llevarse a Inglaterra lo que pudieron: toneladas de tesoros en decenas de cajas transportas por barcos, uno de los cuales se hundió.

         Eso es lo que ahora se encuentra en el Museo Británico. El gobierno inglés había comprado a Bruce los mármoles robados, mientras que los griegos, una vez terminado el dominio turco sobre su país, comenzaron a restaurar el Partenón y a reclamar a Inglaterra la devolución de las 19 esculturas y 56 fragmentos del que fuera templo dedicado a Atenea Párteno, construido hace unos 2,500 años.

         Los datos anteriores son un apretadísimo resumen de lo que narra detalladamente el autor Matt Barret en su página athensguide.com, donde además ofrece algunas conclusiones, entre ellas que, si el Museo Británico devolviera a Grecia los mármoles, “podría sentar un precedente que vaciaría museos en todo el mundo, especialmente (de) aquellos países cuya dominación durante períodos de la historia les permitió reunir estas colecciones”.

         Según Barret, Elgin “creía con todo su corazón (…) que estaba haciendo lo correcto” y “esperaba ser considerado un héroe por ello”, pero no se le ocurrió pensar “que Grecia se liberaría del imperio otomano y exigiría legítimamente la devolución de los mármoles”.

En su opinión también, esas reliquias “han estado en Inglaterra el tiempo suficiente” y para los nuevos visitantes del Museo Británico bastaría con unas copias. “Si la gente quiere ver lo real, puede venir a Atenas”.

         Fue el 29 de julio de 1982 cuando la ministra griega de Cultura, Melina Mercouri, “con voz firme” pidió en la reunión de la Unesco en México “el regreso de nuestros propios mármoles”. Según las crónicas de las agencias UPI y AFP –esta última firmada por el destacado periodista Ramón Lamoneda–, la que fuera famosa actriz sostuvo que su demanda era “profundamente legítima”, y “en nombre de la civilización y la justicia” solicitaba “el apoyo moral” para la misma.

         En un emotivo discurso que fue largamente ovacionado por los delegados de las 154 naciones presentes, informó que había recibido cientos de cartas de apoyo por parte de ciudadanos ingleses desde seis meses atrás, cuando lanzó por primera vez la idea de solicitar la restitución de los mármoles.

         Abogó además porque se concediera a la mujer el lugar que le corresponde en la sociedad moderna, pues “las cosas marcharían mejor si las mujeres desempeñasen un papel más importante”, y pidió el apoyo de la Conferencia para el proyecto griego lanzado en 1978,  de declarar al Mediterráneo mar del patrimonio cultural humano y evitar así el saqueo de “los tesoros inestimables” que había en sus profundidades.

LA REACCIÓN INGLESA

También Zambia pidió la mediación de la Unesco para recuperar sus tesoros arqueológicos que están en otros países, y así contribuir al rescate de la identidad cultural. Mientras que el delegado de Nigeria informó que su gobierno había gastado importantes sumas para adquirir en subastas piezas de arte antiguo nigeriano que habían sido sacadas ilegalmente del país.

         Con respecto al reclamo de Melina Mercouri, el suplemento Tiempo de la cultura, del periódico El Nacional, informó que, al ser interrogado sobre el tema, un vocero de la delegación británica contestó: “sin comentario”. Pero también citó -sin dar su nombre- al jefe de la misión, quien en una mesa de trabajo de la Conferencia llamó “colecciones artísticas internacionales” a los expolios, y sostuvo que los ingleses habían “conservado tesoros que de otro modo hubieran desaparecido y no permitiremos que criterios estrechos de nacionalismo deshagan un patrimonio que no sólo es considerado nacional, sino internacional”.

         Al concluir los trabajos de la Conferencia, celebrada del 26 de julio al 6 de agosto de 1982, fue emitida la Declaración México sobre las Políticas Culturales donde se sostiene que “todo pueblo tiene el derecho y el deber de defender y preservar su patrimonio cultural” y que “principio fundamental de las relaciones culturales entre los pueblos es la restitución a sus países de origen de las obras que les fueron substraídas ilícitamente”.

         A 40 años de distancia, el reclamo griego continúa. En 2001 la expectativa era recuperar los mármoles antes de los Juegos Olímpicos de 2004 en Atenas y para ello se habían formulado propuestas que tanto el gobierno como el museo británicos negaron haber recibido, y dos décadas después, según la agencia AP el primer ministro inglés, Boris Johnson, dijo a su homólogo griego Kyriakos Mitsotakis que su gobierno “no se opondría a un posible acuerdo de devolución de las esculturas, si el Museo Británico y Grecia llegan a uno”.

         La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, que llevó a cabo en México aquella Conferencia, utiliza como logotipo precisamente una imagen del Partenón donde las letras de su sigla, en mayúscula -UNESCO-, forman las columnas del edificio que, a lo largo de su milenaria historia, ha sido no solamente el templo de Atenea, sino también una iglesia bizantina, una catedral católica y una mezquita, además de un almacén de armas y pólvora.

         En 1687, cuando el Partenón fue bombardeado por las fuerzas venecianas, el jefe de los atacantes fracasó en su intento de llevarse unas estatuas, despojo que sí logró lord Elgin sin haber hecho un solo disparo.