- Por José Antonio Aspiros Villagómez
Para mi nieto Iván Alejandro Aspiros Ledesma en su vigésimo aniversario
RedFinancieraMX
Imposible no volver a la tecleada si se nos acaba de morir don Fernando del Paso, un novelista con pocas obras pero, de tanta calidad literaria, que fue merecedor de importantes premios como el Cervantes en España y el de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL-G).
Las primeras referencias que tuvimos de él fueron hace más de tres décadas cuando escribía su mejor novela según muchos pareceres, Noticias del Imperio, y la más reciente es la de su deceso a los 83 años en Guadalajara, donde residía, convalecía, representaba a la Academia Mexicana de la Lengua y había recibido el premio de la FIL-G que alguna vez llevó el nombre de otro grande con también pocas obras: Juan Rulfo.
Y correspondió precisamente a Del Paso dar a los franceses la noticia de la muerte de su amigo Rulfo en enero de 1986, cuando trabajaba en Radio Francia Internacional.
Acompañamos al autor de José Trigo (1966), Palinuro de México (1977) y Linda 67: historia de un crimen (1995) en la presentación de su recién publicada Noticias del Imperio (1987) en el University Club de la Ciudad de México, un inmueble porfirista que fue propiedad de la familia Gargollo Rivas Mercado, tíos de nuestra colega y amiga Teresa Gurza y quienes escondieron allí por un tiempo al hoy beato Miguel Agustín Pro Juárez, antes de ser detenido y fusilado en 1927 por órdenes de Plutarco Elías Calles tras un atentado fallido contra Álvaro Obregón, en el cual ese sacerdote jesuita no participó.
Hoy, junto a ese inmueble se construye la University Tower, de 50 pisos, otra de esas inmensas torres hechas por negociantes que han invadido el Paseo de la Reforma en la actual etapa de destrucción del querido México citadino que conocimos quienes ya tenemos edad para decirlo, y que tanto le dolía -como a nosotros- al ya desaparecido hombre de letras José Emilio Pacheco.
Pero hay que volver con don Fernando del Paso, a quien este jueves 15 se rendirá un homenaje en el Palacio de Bellas Artes para despedir a quien nunca se quedó callado y lo mismo cuestionó a los que quitaron al Premio de la FIL-G el nombre de Rulfo (“y que no venga por allí un abogadillo a decir que no puedo hacerlo, porque ya lo hice”), que a todos: “El problema (de México) no es solo que haya mucho gobernante inepto. El problema es también la bulimia y el escepticismo del pueblo. México es un país en decadencia”.
Lo dijo hace dos años en la Biblioteca Nacional de Madrid, dos días antes de que le fuera entregado el Premio Cervantes, cuando también opinó que “las cosas no han cambiado en México sino para empeorar…” y denunció “a los cuatro vientos la aprobación en el Estado de México de la bautizada como Ley Atenco, una ley opresora… Esto pareciera sólo el principio de un estado totalitario”.
Cuando recibió el Premio que ya no se llamaba Juan Rulfo, Fernando del Paso llegó en silla de ruedas, convaleciente de una cirugía. Cuando recibió el Premio Cervantes, llegó también en silla de ruedas. Tanto el presidente Felipe Calderón como el rey Felipe tuvieron que llevarle el respectivo galardón hasta su lugar. En la segunda de esas ceremonias, lo dijo él mismo, ya llevaba 15 operaciones, algunas de ellas a corazón abierto.
Doctor honoris causa por la Universidad de Guadalajara, Del Paso sorprendió gratamente a los lectores desde su primera novela, José Trigo. De Noticias del Imperio (Editorial Diana, 1987), cuyos principales protagonistas son Carlota de Bélgica y Maximiliano de Habsburgo, escribimos hace tres años algunos comentarios, que hoy glosamos:
La obra combina historia, imaginación, literatura, juicios del autor y una extensa crónica que abarca desde el Segundo Imperio hasta las primeras décadas del siglo XX, pues la emperatriz murió en 1927. Hace un recuento de todos los personajes que fueron sus contemporáneos, desde Juárez y Díaz, hasta Madero, Villa, Zapata y Carranza, y hace notar que cuando ella dejó de existir, ya habían nacido los líderes mundiales que decidieron la historia del siglo XX.
El relato contiene interesantes monólogos de una Carlota vieja, enloquecida y cautiva, quien se dirige en ellos a Maximiliano aunque lo sabe ya muerto y le comenta las noticias que dice haber recibido.
Después de ofrecer algunas escenas eróticas con personajes secundarios, de narrar las penurias grotescas del cadáver de Maximiliano y las de su esposa Carla -como le decía- en Europa, las frivolidades y los aciertos y desaciertos del emperador y de referirse a la casi nula vida en pareja de ese matrimonio, Fernando del Paso se pregunta qué hubiera sucedido en México de haberse consolidado el Imperio, y sostiene que lo más probable es que, de todas maneras, el país hubiera sucumbido ante Estados Unidos.
La novela es también costumbrista y menciona a los vendedores de camotes, castañas asadas y chichicuilotes que, un siglo después, aún existían en la Ciudad de México, lo mismo que los gritones de “ropa usada que vendan”, como lo pudo atestiguar este tecleador, igual que las canciones creadas en esa época como La paloma y Adiós, Mamá Carlota.
Nos informa, además, que el término “latinoamericano” fue inventado en la Francia de Napoleón III en su beneficio, y menciona al descendiente de Agustín de Iturbide que Maximiliano quería dejar como príncipe heredero.
Noticias del Imperio hace sentirse al lector muy cerca de los personajes y su tiempo; tener compasión y tal vez hasta simpatía por esa pareja de europeos que esperaban ser recibidos con aclamaciones por los mexicanos. Están detalladas las lealtades de sus generales Miramón y Mejía, las traiciones de Márquez, la actitud implacable de Juárez frente a los ruegos de la princesa Salm Salm, y la opinión de Del paso en el sentido de que, su fracaso en México, fue una de las humillaciones más grandes del emperador francés Luis Napoleón.
Entre las conclusiones del autor están que “no todos son héroes o traidores todo el tiempo ni cien por ciento”, que los generales fusilados con Maximiliano en Querétaro fueron patriotas, y que nos convendría aceptar la mexicanidad de los emperadores pues, darles su lugar en el panteón mexicano, “no implica reconocer nada”.
Fernando del Paso solía escribir muy temprano, cuando nadie hablaba por teléfono ni tocaba el timbre. Ya no será molestado. Como Amado Nervo, quedó en paz con la vida.