Singladura

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  • Domingo diez
  • Por Roberto Cienfuegos J.

RedFinanciera

La apuesta gubernamental del próximo domingo diez sobre la tan llevada y traída consulta popular de revocación de mandato, que de nueva cuenta divide y genera encono en todo el país -un signo ya típico y/o emblemático de estos tiempos- se reduce a obtener un dato clave: ¿Cuántos ciudadanos del país irán a las urnas?

En otro plano, pero ya para después, y sólo una vez que se conozcan los números -único dato relevante, insisto- vendrá la guerra a cuchillo contra el Instituto Nacional Electoral. Esto sin importar el resultado de la consulta. Vaya cosa tan enredada. La suerte del INE está cantada, al margen de lo que resulte el domingo próximo. Ya se ha dejado ver que está listo un arsenal para, en nombre de una transformación y del pueblo bueno y sabio, darle duro al INE. Inimaginable en general que se pretenda hoy día desconocer al Instituto que hizo el papel de padre que parió en 2018 al hijo que hoy pretende cometer un parricidio. Pero, claro, se trata de un hijo que nació bajo el estigma del resentimiento, tras varios intentos presuntamente sofocados por ese padre, y quizá por ello, haya que cobrarle la factura correspondiente.

¿Qué pasará con el INE? ¿Prosperará el parricidio? ¿Alguien podrá impedirlo, así sea de última hora? Es un enigma. Ya se verá, pero el intento está de sobra cantado.

Muy oportuno políticamente el revocatorio, que permitirá radiografiar la verdadera fuerza de un aparato político instaurado con el propósito en buena medida de mitigar, contrarrestar y aún impedir y/o remontar incluso, el desgaste natural asociado al ejercicio del poder, en circunstancias especialmente adversas como consecuencia de dos fenómenos insospechados e inimaginables por analistas, expertos, y agoreros de todo tipo y laya. ¿A qué fenómenos aludo? La pandemia del coronavirus, insospechada, temible, devastadora y, curiosamente, transformadora de países y el mundo. ¿Qué duda cabe a estas alturas? El segundo fenómenos o hecho, ocurrido en coincidencia con un prometido cambio de régimen en México, es la guerra en curso desatada por los apetitos geopolíticos del inquilino del Kremlin contra Ucrania, que ha resultado de manera inesperada un verdadero trabuco para Vladimir Putin, otro hecho insospechado.

La consulta revocatoria, más allá del discurso político justificatorio, es un recurso crítico para impedir contra viento y marea y al costo que sea, el declive natural del ejercicio del poder en la segunda parte de un mandato constitucional. Sin duda, constituye una estratagema excelentemente pensada para reducir, si no es que para abatir, el crepúsculo de un mandato. Ese es su propósito central, esa su razón de ser. El zoon politikon que habita en Palacio Nacional ha dado una vez más evidencia contundente y palmaria de su razón de ser.

Esto, al margen de cualquier otro hecho en el país y menos aún del mundo. Palacio Nacional alberga a un político, ciertamente muy distinto, profundamente diferente de todo aquel que lo antecedió en el México contemporáneo. Lo suyo, suyo, es la política, el arte del poder. Al diablo la economía, al diablo las instituciones, al diablo los contrapesos, al diablo la pandemia, al diablo el crecimiento, el empleo, la infraestructura salvo aquella cargada y sellada por la política, al diablo la oposición y aún la mitad cuando menos del país. Aquí de lo que se trata es de política. A contrapelo de aquellos años de don Porfirio Díaz, en los que la consigna fue “poca política y mucha administración”, hoy la arenga de nuestro tiempo, el emblema de nuestros días, es: “mucha política y poca administración”.

Para ello, el ejercicio revocatorio, bajo el envoltorio de la democracia participativa, viene como anillo al dedo.

ro.cienfuegos@gmail.com

@RoCienfuegos1