- Norma L. Vázquez Alanís
- (Segunda y última parte)
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Después de pormenorizar los antecedentes del movimiento independentista de la Nueva España y sus diversas etapas, la doctora Patricia Galeana explicó la manera en que se preparó la consumación de esta gesta, durante la conferencia virtual con que participó en el ciclo ‘De siglos y centenarios’, organizado por el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM).
Al abordar el tema ‘1821. El siglo de la consolidación del Estado mexicano’, la historiadora se refirió a la conspiración de La Profesa, que tuvo lugar de abril a mayo de 1820 en la iglesia de San Felipe Neri de la Ciudad de México, donde se reunió la alta jerarquía eclesiástica encabezada por Matías de Monteagudo y José Tirado, que era el ministro de la Inquisición; ellos querían que no se aplicara en la Nueva España la constitución liberal, pues suprimía el Tribual de la Inquisición.
Este grupo quería que se pacificara al país y hay algunos autores que afirman que incluso se llegó a pensar en invitar a Fernando VII a que viniera a gobernar la España de América, prosiguió la doctora Galeana, pero para lograr su objetivo pretendían acabar con el núcleo insurgente más rebelde que subsistía y era importante porque estaba cerca de Acapulco, puerto fundamental para el entonces virreinato.
Y al hacer estos planes, pensaron -y el virrey Juan José Ruiz de Apodaca estuvo de acuerdo-, en que fuera Agustín de Iturbide quien se encargara de pacificar a estos insurgentes. Como estas reuniones eran secretas, no se conocen todos los nombres de los jerarcas eclesiásticos que formaron parte de la conspiración.
Iturbide era un militar criollo, realista desde luego, que había participado en el levantamiento del comerciante Gabriel del Yermo contra el virrey José de Iturrigaray; también tomó parte en la batalla del Monte de las Cruces, que aun cuando dio el triunfo a los insurgentes, hizo que Hidalgo decidiera no entrar en la Ciudad de México porque consideró que no tenían la fuerza suficiente como para poder triunfar en su toma.
En 1813 Iturbide fue ascendido a coronel y enviado a Celaya para tener el control militar de la intendencia de Guanajuato, ahí derrotó a Morelos, pero después fue vencido por Ignacio López Rayón y en 1816 fue destituido por el virrey Félix María Calleja, acusado de malversación de fondos y abuso de autoridad por el cura Antonio Olavarrieta. Luego de cuatro años sin actividad fue nombrado comandante del ejército del sur para terminar con el foco insurgente de Vicente Guerrero y, al no poderlo derrotar, decidió negociar con él.
Guerrero se había unido a la causa insurgente desde un inicio cuando el grito de Hidalgo en Dolores y luchó con las huestes de José María Morelos bajo las órdenes de Hermenegildo Galeana; rechazó el indulto que le fue ofrecido por parte del virrey que le envió a su propio padre a pedirle que lo aceptara, entonces fue cuando pronunció su famosa frase “La Patria es primero”, y siguió en pie de lucha, pero consciente de que no tenía forma de lograr el éxito sin aliados, le escribió al realista Carlos Moya pidiéndole que reflexionara y se uniera a la causa de la libertad mexicana y que él pondría a su disposición tropas y armas para lograrlo; Moya rechazó el ofrecimiento, pero eso muestra que ya había esta disposición e iniciativa del propio Guerrero para negociar con los realistas, apuntó la doctora Galeana.
Luego, cuando llegó Iturbide invitó a Guerrero a unirse a la causa, lo trató de convencer de que con la Constitución de Cádiz ya habría un reconocimiento de ciudadanía para todos los americanos; Guerrero rechazó este ofrecimiento porque consideraba que los americanos habían levantado el grito de libertad y estaban contra el gobierno español que había mantenido la esclavitud, y le respondió a Iturbide que nunca se uniría a un ejército virreinal. Toda la correspondencia entre estos dos personajes la publicó en 1996 el Archivo General de la Nación, cuando se recordaba el 175 aniversario de estos hechos.
Finalmente, en la negociación Iturbide le dijo a Guerrero que le daría gustoso un abrazo si lograban el entendimiento y por eso se ha creado este mito de que se dieron un abrazo en Acatempan, lo que no es cierto porque Guerrero no fue a Acatempan, sino que mandó a José Figueroa e Iturbide también envió a otra persona, así que nunca se lo dieron, la palabra “abrazo” aparece sólo en la carta de Iturbide; el hecho es que donde se reunieron para firmar el armisticio fue en la hacienda de Mazatlán, al sur de Chilpancingo, precisó la doctora Galeana.
El plan de Iguala
El Plan de Independencia de la América Septentrional que le propuso Iturbide a Guerrero, es el que conocemos como Plan de Iguala y consta de una proclama de 23 artículos y un epílogo. En la proclama Iturbide hablaba de que todos los nacidos en América, pero también los europeos, los africanos y los asiáticos que radicaran en ella debían unirse; plasmó palabras muy elogiosas para España, señalando que engrandeció a esta región con ciudades opulentas, pero que la opinión pública reclamaba la absoluta independencia de ese reino.
En el epílogo del Plan de Iguala, Iturbide señalaba que se había logrado la independencia sin derramar una sola gota de sangre, lo que fue verdad puesto que todo prácticamente fueron adhesiones al proyecto, afirmó la ponente. El Ejército Trigarante pudo hacer su entrada triunfal a la ciudad de México el 27 de septiembre de 1821.
El acta de independencia del imperio se firmó el 28 de septiembre y en ella se declaró que la nación mexicana, que por 300 años no había tenido voluntad propia, ni libre uso de la voz, salía de la opresión en la que había vivido y tenía libertad para constituirse como conviniera para su felicidad; era una nación soberana e independiente.
En febrero de 1822 la corona española desconoció los Tratados de Córdoba firmados por Iturbide y Juan O’Donojú, es decir, desconocía la independencia de México y se creó una situación de desconcierto que aprovechó en mayo siguiente el sargento Pío Marcha, muy cercano a Iturbide, quien organizó una especie de tumulto, por las calles se gritaba el nombre de Agustín I y los diputados iturbidistas pedían declarar a Iturbide emperador de México, de manera que presionaron y con sólo 67 votos a favor lo proclamaron como Agustín I. Sin embargo este proyecto tuvo una rapidísima caída, pues en marzo de 1823 el monarca abdicó.
Pero no fue sino hasta 1867, con la caída del Segundo Imperio, el de Maximiliano, cuando se desterró de la práctica política la idea de que una monarquía podía ser la solución para México y fue entonces cuando se consolidó el Estado Nacional como un Estado liberal de Derecho, republicano, federal y laico, concluyó la doctora Galeana.