Cónclave

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  • Nuestro preocupado presidente
  • Por Alejandro Rodríguez Cortés *
  • @AlexRdgz

RedFinancieraMX

Mientras la pandemia de Covid 19 hacía estragos entre cientos de miles de personas en México durante casi todo 2020 y aún en lo que va de 2021, aunque el mensaje oficial sugiera que esta peste ha terminado, muchos otros mexicanos incluidos niños pequeños morían por falta de medicamentos para atender sus males crónicos que nada tienen que ver con el Sars Cov 2.

Infantes y adultos con cáncer, diabéticos, hipertensos, cardiópatas y otros muchos derechohabientes del sistema de salud pública recibían sus tratamientos con razonable regularidad antes de que, en 2019, la mal llamada Cuarta Transformación destruyera el sistema de compra y distribución de medicamentos de todo tipo, que derivó en un cruel y criminal desabasto.

Negado una y otra vez por las autoridades sanitarias y por el propio presidente de la República, el daño es tan colosal que a los fallecimientos por tratamientos terapéuticos truncos, ocultos tras la emergencia sanitaria global, se suma la certeza de que este problema no se resolverá pronto.  Y no es que este escribidor sea agorero de un mayor desastre:  simplemente diré que estamos a fines de 2021 y que de los medicamentos necesarios para este ejercicio apenas se han comprado poco menos del 60 por ciento, de lo que solo se ha distribuido un 15 por ciento.

Vaya, ni siquiera ha iniciado el procedimiento administrativo para garantizar medicinas en 2022, cuando las primeras gestiones burocráticas se debieron dar desde el pasado mes de junio.  Un desastre: la falta de medicinas prevalecerá por muchos meses más.

Durante casi dos años el patético subsecretario Hugo López Gatell incluyó en sus maromas discursivas supuestas conspiraciones políticas para manipular a padres de niños con cáncer con el fin de atacar al gobierno federal;  por meses su supuesto jefe Jorge Alcocer hizo mutis y durante ese mismo tiempo Andrés Manuel López Obrador sugirió incluso -sin conceder que el problema fuera cierto- que médicos, enfermeras y familiares de los enfermos debían comprar las medicinas necesarias cuando éstas hicieran falta.

La siempre terca y obsecada realidad se impone ahora y al mandatario mexicano -beneficiario él de atención privada de salud que alguna vez le salvó la vida- no le queda otra que reconocer un problema qué él mismo, nadie más, ocasionó con una decisión equivocada de política pública.

Dijo el mandatario en días pasados que no tolerará más que se hable de desabasto de medicinas -reconocimiento implícito de lo consuetudinariamente negado- e incluso emplazó ruda y públicamente al doctor Alcocer y al titular del desastre que es el INSABI a que arreglaran rápidamente el entuerto.  Pero el chasquido de dedos presidenciales no logrará nada, pues el problema no es de voluntades sino de que resolverlo implicaría regresar al esquema de compras consolidadas coordinado por el IMSS, desmantelado con el pretexto de la corrupción sin ofrecer nada a cambio.

Es la única opción inmediata, pero ello implicaría asumir un brutal error.  Una equivocación monumental que se suma a otras que jamás se reconocerán: la cancelación del nuevo aeropuerto internacional de la ciudad de México, el cierre de guarderías infantiles, la extinción de fideicomisos y la marcha atrás a avances en materia educativa, energética y laboral.

El presidente de la República se ocupó, mal, de esos asuntos.  Hoy está preocupado por los mismos.  Y ya se refirió públicamente por lo menos al de las medicinas, de ahí su ultimátum que caerá como gota de agua en el desierto de la indolencia e incompetencia de quienes inician y terminan su responsabilidad pública simplemente con la adulación sin límites a la figura presidencial.

Sí.  Andrés Manuel López Obrador debe estar preocupado por las medicinas, por el crecimiento económico, por los muertos derivados del crimen organizado, por los feminicidios (como titula su edición sabatina el oficialista diario La Jornada), por el riesgo en el espacio aéreo de la ciudad de México, por las consecuencias perversas de su proyecto de reforma eléctrica. Y por muchas cosas más.

Ya se había ocupado de todo ello, pero lo hizo mal.  Hoy está preocupado.

*Periodista, comunicador y publirrelacionista