- ¿Cuál es el proyecto de nación en México? I/IV
- Por Gregorio Ortega Molina
RedFinancieraMX
*Un tercio del país ocupado y mangoneado por los barones de la droga; 130 millones de habitantes; terrible rezago educativo, en salud, en empleo, en vivienda; con la renta del PIB hipotecada por diferentes tipos de adeudos internacionales; administradores públicos y líderes políticos incapaces de ponerse de acuerdo para que el contrato social se reescriba
Hemos perdido el centro del debate, la discusión. El argumento es uno: el proyecto de nación, puesto que, al olvidarnos del surgido de la Revolución, México parece avanzar sin un destino cierto, a expensas de los mexicanos y en beneficio de intereses exógenos, o muy personales de los que dicen gobernar.
¿Se tiene claro qué es lo que los mexicanos deseamos como patria, nación, hogar, casa, identidad con un modelo político para gobernarnos? ¿Tenemos líderes que nos muestren el camino? ¿Vivimos con pasión y certezas el presente, para así tener elementos necesarios para construir el futuro? Estas interrogantes carecen de respuesta.
Está suficientemente documentado y ampliamente establecidos los argumentos que certifican el quiebre, el fracaso o la traición al proyecto surgido de la Constitución del 17, aunque quizá la respuesta actual y vigente es la encontrada por José Manuel Cuéllar Moreno en su ensayo La Revolución inconclusa.- La filosofía de Emilio Uranga, artífice oculto del PRI: “La Revolución mexicana había llevado a la creación de un humanismo ejemplar, y en sus mejores momentos no abrigaba ninguna desconfianza respecto de su bondad como modelo y como formación revolucionaria que facultaría a cualquier mexicano para terciar dignamente en el diálogo con otras revoluciones…
“[En México] se transigió no una sino muchas veces con los poderes antiguos, y la Revolución se hizo permanente por la sencillísima razón de que siempre se quedó en agraz, como fruta verde, incompleta, inacabada”.
En términos actuales, puede afirmarse -para evitar culpas y responsables y fechas- que el programa de la Revolución no cuajó, como tampoco lo hizo la función que tuvo encomendada el partido de Estado, el PRI. Sujetar la discusión de la reforma eléctrica propuesta a lo que ocurra con ese partido, equivale a posponer, otra vez, la oportunidad de ofrecernos un proyecto de nación.
En el contexto nacional de hoy: un tercio del país ocupado y mangoneado por los barones de la droga; 130 millones de habitantes; terrible rezago educativo, en salud, en empleo, en vivienda; con la renta del PIB hipotecada por diferentes tipos de adeudos internacionales; administradores públicos y líderes políticos incapaces de ponerse de acuerdo para que el contrato social se reescriba y nos brinde la oportunidad de tener menos pobres, de ser incluyentes, de restablecer los derechos de los habitantes originarios a conservar sus usos y costumbres, siempre y cuando sean compatibles con la Constitución y las leyes, pues de lo contrario se les marginará todavía más.
Obviamente la lista de nuestras fallas, de las ausencias de responsabilidad política originadas en el hiper presidencialismo y la corrupción, puede ser más larga y detallada, pero limitémonos a lo que todos conocemos y reconocemos como fallas sistémicas, para que terminemos por aceptar que necesitamos, con urgencia, la reforma del Estado, que hoy se debilita cotidianamente ante la fuerza del crimen organizado.
Mañana, el contexto internacional.
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