Textos en libertad

0
64
  • Avándaro: escándalo mayúsculo y ni carreras hubo
  • Por José Antonio Aspiros Villagómez

RedFinancieraMX

         Avándaro cumple 50 años. Fue un acto de libertad juvenil que escandalizó a la sociedad adulta cuando las costumbres eran otras. Fue también el principio de un cambio que para bien o para mal nadie pudo detener, y tal vez sea el germen de las tendencias actuales.

         Se trató de aquel concierto de rock en Avándaro, Estado de México, que por cierto fue el tema principal en la crónica que sobre los sucesos de 1971 escribimos para el libro 25 años en la información, con que la agencia de noticias Notimex celebró su XXV aniversario en 1993. Decía ese texto:

La imagen de una joven drogada, que de la cintura hacia arriba vestía solamente un sombrero -después se despojó del resto-, dio la vuelta al mundo como supuesta muestra de lo que fue el Festival de Rock y Ruedas en Avándaro, Estado de México, los días 11 y 12 de septiembre de 1971.

A tres años del Movimiento Estudiantil, a dos de haberse aprobado la ciudadanía desde los 18 años, a uno de que por primera vez sufragaron a partir de esa edad, y a tres meses exactos del ‘Jueves de Corpus’, cuando los ‘halcones’ disolvieron (cruentamente) una marcha no autorizada, los jóvenes mexicanos tuvieron su propio Woodstock. (El memorable Festival de música y arte de Woodstock, Virginia, Estados Unidos -recordamos ahora-, se llevó a cabo del 15 al 18 de agosto de 1969 y pasado el tiempo tuvo réplicas en otros países).

Con plena libertad pese a la intensa y discreta vigilancia militar y policial, cien mil o más muchachos y muchachas de todas las clases sociales se entregaron a sus pasiones en Avándaro: música, droga, sexo, al ritmo de Three Souls in my Mind, los Dugs Dugs, Peace and Love y muchos grupos roqueros más. (Fue en ese concierto donde Alex Lora, el cantante del Three Souls -hoy El Tri- conoció a su esposa Celia).

         El concierto presentó diversas vetas de análisis: en lo musical, por la presencia de los conjuntos más famosos de México; en lo social, porque fue cuando las clases populares hicieron suyo el rock, hasta entonces divisa de los niveles altos de las ciudades, y en lo moral, porque fue el aspecto más destacado por los medios informativos y los comentaristas.

En efecto, las derechas vieron en peligro los valores tradicionales; las izquierdas temieron una penetración imperialista; en prensa, radio y televisión se comentaron negativamente los excesos de la generación de Avándaro.

La reacción fue casi unánime y hasta el semanario sensacionalista Alarma llamó a aquella concentración sui géneris “asquerosa orgía hippie” y otros epítetos. El columnista Alberto Domingo se refirió a una “trampa demagógica y artera” y el escritor Ricardo Garibay culpó a los adultos de haber empujado a los jóvenes a actos como aquella reunión para que fueran tomados en cuenta.

En fin, Mauricio González de la Garza señaló como “criminal” querer “demostrar que los jóvenes no tienen nunca la razón”, y la revista Piedra Rodante, prácticamente marginal, se hizo cargo de responder a los ataques contra aquel Festival.

         Hasta aquí el que fue un texto breve (con datos agregados ahora, entre paréntesis) para un libro eminentemente gráfico sobre diversos acontecimientos de 1968 a 1993, pero hay que añadir que, dos décadas después de que aquella generación quiso romper con los moldes y convencionalismos de una realidad autoritaria y aburrida para ellos, el escritor Carlos Monsiváis publicó en el diario La Jornada un ensayo sobre cómo y por qué se disolvió la primera generación de la contracultura mexicana (un tema del que también sabe mucho el escritor José Agustín), qué factores liquidaron para los ‘nacos’ “el sueño de la nación de Avándaro” aunque éstos habían relevado a los clasemedieros -que tomaron otro camino- y cómo, finalmente, los onderos retornaron “a la vida ordenada”.

Celebrar el cincuentenario

         Y comentar que, de acuerdo con datos de Oscar Sarquiz, enviado a Avándaro por la edición mexicana de Rolling Stone (Piedra Rodante), aquel festival de rock -sin “ruedas” porque se suspendió la carrera de autos- fue promovido durante tres días por XERPM, Radio Juventud, copromotora del evento, y a causa de ello fueron suspendidos por las autoridades de Educación Audiovisual el programador Félix Ruano Méndez y el locutor Agustín Meza de la Peña, a quienes trataba este tecleador por razones de trabajo.

         Según Sarquiz, “la tocada” estuvo “flaca, pobre y accidentada, totalmente indigna de un evento parteaguas en la historia del sufrido rock mexicano”. En cambio para el promotor cultural Juan Jiménez Izquierdo, el festival “logró reunir a la mejor generación de músicos de rock de todos los tiempos en México”, y “se compusieron las mejores piezas musicales del género y de la época”, según declaró a la agencia Notimex cuando se cumplieron 40 años del acontecimiento y fue presentado su libro Avándaro, una leyenda.

         Hubo otros libros sobre aquel evento, entre los más recientes Avándaro: 50 años; cuando el rock mexicano perdió la inocencia de Luis de Llano Macedo, otro de los organizadores del festival hace medio siglo.

         Entre los grupos participantes estuvieron los Dug Dug’s, El Epílogo, La División del Norte, Tequila, Peace & Love, El Ritual, Los Yaki, Bandido, Tinta Blanca, El Amor y Three Souls in My Mind. La banda Love Army que también estaba programada en Avándaro, no pudo llegar porque la carretera quedó bloqueada.

         Para este año los organizadores del cincuentenario querían hacer una “tocada” del recuerdo en Avándaro, pero por la pandemia será de manera virtual (festivalavandaro.com), aunque también fue anunciado un Festival Avándaro 50 en un foro de la Ciudad de México en los mismos días -11 y 12 de septiembre-, con la participación de algunos músicos que estuvieron en 1971, además de que serán presentados un libro, un documental y un bazar de discos de la época.

¿Y la carrera?

         De lo que poco se ha sabido desde entonces, es de la carrera de autos que iba a celebrarse en esa ocasión y que fue planeada como la principal actividad con la música como preámbulo, pero pasó al olvido porque como la multitud invadió la pista, tuvo que cancelarse y el rock se convirtió en lo prioritario.

         Y si hace 50 años se publicó algo sobre quiénes iban correr, en qué categorías, si los autos alcanzaron a llegar al lugar y dónde quedaron, cómo reaccionaron los pilotos y los organizadores tras la cancelación, etcétera, nadie menciona ya nada.

Sólo encontramos datos en una nota histórica de Carlos Álvarez, del diario La Prensa (3-IX-2021) donde nos recordó que en los años 60 se habían realizado carreras de coches en el Circuito Avándaro, cercano a Valle de Bravo, que se interrumpieron tras la muerte del piloto Moisés Solana en 1969 en la carretera de Bosencheve. Cuando se cumplieron 40 años de esa tragedia, la Scudería Hermanos Rodríguez propuso a las autoridades del Estado de México denominar ese trayecto como Carretera Moisés Solana.

         Al parecer quedó como propuesta, mientras que en 1971 quienes sí aprovecharon su relación con el entonces gobernador Carlos Hank González para lograr el permiso de hacer el Festival de rock y ruedas, fueron los promotores Eduardo López Negrete y Justino Compeán, y el responsable de la prueba automovilística sería David Dragosa, según la reseña de Carlos Álvarez.

         El día que comenzó en Avándaro aquel festival que no tuvo carreras, se estaban cumpliendo dos meses de la muerte de Pedro Rodríguez, aquel legendario y extraordinario piloto mexicano que en ese mismo año había ganado con su famoso Porsche 917K, pruebas importantes como las 24 Horas de Daytona y los 1000 Kilómetros de Monza, de Spa-Francorchamps y de Osterreichring, en pareja con los británicos Jackie Oliver las tres primeras y la última con Richard Attowood, quienes ahora tienen 79 y 81 años respectivamente. Los éxitos de Pedro en el extranjero, eran un incentivo para las carreras en México.

         Tal es, en apretado resumen, lo que ocurrió en el mundo de la juventud hace 50 años y que tuvo como consecuencia una represión oficial que llevó a los rocanroleros a refugiarse en los ‘hoyos funky’, como bautizó a los escondites para seguir con esa música, el escritor de la onda y compañero nuestro en la escuela secundaria, Parménides García Saldaña. Esa es otra historia.