La costumbre del poder

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  • ¿Tráfico de armas vs narcotráfico? Dos caras de la misma moneda
  • Por Gregorio Ortega Molina

RedFinancieraMX

*¿Dónde están los huérfanos, las viudas y viudos, los despojos encontrados en las fosas clandestinas, la protección a las policías y a las Fuerzas Armadas, el manto del poder tendido sobre Ovidio Guzmán y Consuelo Loera? No son responsabilidad del gobierno de Estados Unidos

Quedarse con la percepción equivocada es para los tontos. La demanda del gobierno de la 4T a los fabricantes de armas por no contener su tráfico a México, precisamente a manos de narcotraficantes, es sólo un entretenimiento mediático, como lo fueron, en su momento, las grandes incautaciones de drogas. Las autoridades necesitan dar la impresión de combatir lo que toleran e incluso auspician. O quizá, el anhelo de dar impulso a una precampaña, que carece de pies y cabeza.

Debemos evocar Somos y la trilogía de Don Winslow -posiblemente redactada con documentación proporcionada por la DEA y otras agencias estadounidenses-, principalmente El poder del perro El Cártel. En esas narraciones están los indicios de lo que se tolera, se trasiega y se transforma en poder político y económico, en mudas alianzas entre los gobiernos mexicano y estadounidense. Nada más lógico que el mutuo acuerdo para hacerse de la vista gorda en ambos lados de la frontera, salvo cuando las exigencias políticas requieran de lo contrario.

¿Puede entenderse el tráfico de estupefacientes sin el de armas, o viceversa? Además, antes de que el gobierno mexicano hiciese su movimiento, debieron consultar las estadísticas e incluso los otros datos, porque pueda que les salga el chirrión por el palito, ya que es muy posible que haya más muertes debidas al consumo de estupefacientes, la trata en la frontera y el tránsito de migrantes ilegales, que las causadas por el disparo de arma de fuego traficada al sur de Estados Unidos.

Además, ha de aclarase cuántas de esas muertes violentas -supuestamente debidas a la confrontación territorial y de rutas que desarrollan los cárteles- se deben, en realidad, a las policías, la Guardia Nacional y las Fuerzas Armadas.

Lo entiendo, pero no lo justifico. Un amigo de muchos años, más mi confidente que mi informante, me dijo que decidió renunciar a su corporación debido a que les exigen cuidar, por sobre su vida, los derechos humanos de los delincuentes y las víctimas. “Quieren que salgamos a combatirlos con palabras y sin armas”, ¿quién va a cuidar de mi familia si pongo delante de mi vida los derechos humanos de los delincuentes”. Más o menos fueron sus palabras.

El tráfico de arma desaparecería de tenerse contenido y administrado el de los estupefacientes. ¿Lo entienden quienes formularon la demanda contra los fabricantes de rifles de asalto, pistolas de todos los calibres y demás? ¿Esperamos que reiteren al gobierno mexicano que la omisión está en nosotros?

¿Dónde están los huérfanos, las viudas y los viudos, los despojos encontrados en las fosas clandestinas, la protección a las policías y a las Fuerzas Armadas, el manto del poder tendido sobre Ovidio Guzmán y Consuelo Loera? No son responsabilidad del gobierno de Estados Unidos.

Insistir en la demanda en contra de los fabricantes de armas es dispararnos a los pies.

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