- Crisis de libreros, a medio siglo de que abrió la Gandhi
- Por José Antonio Aspiros Villagómez
RedFinancieraMX
El día 24 se cumplirán 490 años de la
fundación de San Juan del Río,
Querétaro, donde resido. Habrá festejo
Durante muchos años hemos escrito acerca de autores, correctores, impresores, editores, bibliotecas, libros, ferias y librerías, y toca el turno a una empresa que no por ser un negocio, deja de tener una presencia importante en el ámbito de la cultura en México.
Nos referimos a las Librerías Gandhi, la primera de las cuales abrió sus puertas hace medio siglo, el 24 de junio de 1971, de la mano de su fundador Mauricio Achar, mexicano de ascendencia siria que apostó a combatir la aculturación por medio de la lectura. Un premio literario lleva su nombre desde 2014; él falleció una década antes, a los 67 años.
Aquella Gandhi inicial, abierta unos días después del cincuentenario luctuoso del poeta zacatecano Ramón López Velarde, funcionó hasta el año 2020 en la calle Miguel Ángel de Quevedo, zona sur de la Ciudad de México; cerró para convertirse en oficina corporativa de la propia empresa y fueron muchos los bibliófilos que lo lamentaron, pero en la acera de enfrente queda la librería ‘Mauricio Achar’ y hay 42 más en diversas entidades del país, 20 de ellas en la capital.
La primera Gandhi vive en el recuerdo no solamente de sus clientes asiduos, sino de la intelectualidad que ahí se daba cita, porque Achar no se limitó a vender libros. Su pequeña cafetería -agradable y discreta- congregaba a escritores, periodistas y artistas de diversas disciplinas, y había eventos tales como funciones de teatro, cine o música, y presentaciones de primicias literarias.
Cuando fue inaugurada la librería ‘Mauricio Achar’, a cuyas espaldas están las viejas casonas -incluida la de Elena Poniatowska- del tranquilo y elegante barrio de Chimalistac por donde cruza entubado el río Magdalena, la antigua se convirtió en Gandhi Oportunidades para vender saldos de libros, discos y películas, no novedades. Allí pudimos surtirnos de muchos DVD cuando fue necesario reponer las películas en formato VHS desechadas por la lamentable desaparición de los aparatos reproductores.
Hace años hicieron una campaña promocional a través de espectaculares en calles de la Ciudad de México, consistente en ingeniosos textos en grandes letras negras sobre fondo amarillo y con su logotipo en morado. Fue la manera de llamar la atención y divertir a quienes leíamos tales anuncios.
Decían, por ejemplo, que en Gandhi se podían encontrar libros para feministas (“Todos los escritores son iguales”), para ginecólogos (“A ver, abra su libro”), para machos (“¡Tráeme un libro, vieja!”), para “vírgenes” (“Te juro que es la primera vez que leo”), y hasta para electores (“¿Vas a votar por el PRI en el 2012? Tenemos libros de historia”), y otros como “Noche de Paz. O de cualquier autor”, “Si bebe, no lea”, “Cuatro horas diarias de televisión y medio libro al año. ¡Adelante, México!”.
El número de junio de la revista mensual Lee+ que edita Librerías Gandhi, está dedicado al cincuentenario que nos ocupa con comentarios y testimonios de diversos escritores. En su presentación dice que fue la “primera librería moderna (sin mostrador ni despachadores) que se convirtió en una red de complicidades, vocaciones y vidas marcadas por la lectura”.
La empresa encaró a tiempo el reto de las nuevas tecnologías e introdujo en su oferta tanto libros digitales como tabletas para leerlos, si bien quienes acostumbramos la lectura y somos de otras generaciones, preferiremos siempre la presentación en papel y pasar un tiempo agradable al buscar lo que nos interesa en los estantes de alguna librería, donde hasta nos ofrecen sin costo un delicioso café. Siempre hay empleados que ayudan; son los libreros que, además, con frecuencia envían por Internet sus recomendaciones de lectura, no necesariamente de novedades editoriales.
En el pasado era distinto: llegaban vendedores a los centros de trabajo y los domicilios para promover lujosas ediciones siempre con contenido de calidad, entre ellas las muy valiosas de las editoriales Aguilar y Barsa (en cuya “Society” nombraron al tecleador “miembro exclusivo” de número), y se podían adquirir a plazos porque además no se comercializaban en librerías. Nuestra pequeña biblioteca repartida en dos habitaciones, contiene muchas de esas obras.
Muchos de estos negocios han cerrado y no solamente por la pandemia, sino desde mucho antes por diversas causas, principalmente por sus ventas escasas. Y eso es igual o más grave en España, donde la quiebra de librerías es un tema cotidiano. Los españoles -como la mayoría de los mexicanos- tampoco leen, aunque su industria editorial es fuerte y exporta casi toda su producción.
Hay casos lamentables por otras razones, como el de la Librería Robredo que fue demolida porque a sus puertas fue encontrado el monolito mexica de la diosa Coyolxauhqui y había que ampliar las excavaciones, o aquella añosa Librería de Cristal que estuvo en el extremo oriente de la Alameda Central de la Ciudad de México, aunque -nostalgias aparte- su desaparición se compensa con la Porrúa de la avenida Juárez, la librería del Palacio de las Bellas Artes y hasta la de la Casa de los Azulejos.
Citamos estos ejemplos, porque fuera de la capital hay otra realidad. En 2014, el entonces presidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, Jesús Anaya Rosique, dijo que el 90 por ciento de los municipios del país no tenían una sola librería -lo cual no habrá cambiado mucho a la fecha-, y que en México un universitario podía cursar toda su carrera sin haber leído un solo libro completo, sólo fotocopias de algunas partes de ellos (y algunos hasta los han plagiado para sus tesis, agregamos).
Pero, al menos, las escasas librerías que hay en México tienen libertad absoluta de vender todo tipo de obras, si bien existen varias que son especializadas, por ejemplo en medicina o comunicación social. Aquí no sucede como en China donde, hace un lustro, por obra de agentes oficiales “desaparecieron” varios empleados de la librería ‘Causeway Bay’ de Hong Kong -popular entre los turistas- donde se editan y venden libros de temas políticos que critican al régimen comunista de Pekín.
En mayo de 2020, en una reunión virtual de libreros, éstos dijeron que siempre están en crisis, seguían reclamando tasa cero al régimen fiscal, así como hacer efectiva la ley del precio único del libro. Además de que les roban mercado los vendedores callejeros de ediciones pirata. En agosto siguiente, cuando se permitió reabrir las librerías con sus respectivas precauciones sanitarias, el 20 por ciento de ellas ya no existían. Amazon es otra cosa; Jeff Bezos no pierde.