Lecturas con pátina

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  • Saramago y los paquidermos errantes de Yunnan
  • Por José Antonio Aspiros Villagómez

 RedFinancieraMX

Los elefantes se volvieron noticia en estos días, porque una manada de ellos que anda errante en la provincia china de Yunnan, luego de recorrer unos 500 kilómetros llegó desde su hábitat natural hasta la capital provincial donde viven ocho millones de personas.

La agencia china de noticias Xinhua informó que las autoridades de vida silvestre buscan encaminar a los paquidermos hacia un lugar apropiado para ellos, mediante el uso de cebos de comida y bloqueo de carreteras.

 Pretenden también prevenir conflictos entre esos animales y los humanos, y hasta el inicio de esta semana habían evitado que la manada entrara a zonas densamente habitadas.

 Y mientras los chinos ayudan a los elefantes salvajes, de los cuales hay unos 300 en Yunnan, el tecleador ha recordado tanto a la elefanta ‘Judy’, muerta en 1958 en calles de la Ciudad de México, como la lectura de un libro donde uno de esos mastodontes justifica el argumento, y también rememoró sus lecturas infantiles y juveniles (y la película Dumbo), entre ellas La vuelta al mundo en 80 días (Verne) y La vuelta al mundo de dos pilletes (De la Vaulx-Galopin). Amén de haber visto y admirado muchos elefantes -algunos muy flacos y viejos- en circos y zoológicos.

         El libro recordado es El viaje del elefante (Alfaguara, 2008), del genial autor portugués José Saramago, y en su momento escribimos un comentario que ahora compartimos con los lectores:

Como siempre, leer a Saramago es todo un banquete literario porque con su estilo sarcástico, irreverente y muy elaborado por el cúmulo de frases incidentales que derivan en párrafos tan largos que generalmente ocupan varias páginas, entretiene y a la vez obliga a pensar (ese privilegio de tanta gente), sin que importe de manera predominante el tema del relato, el cual sin embargo tiene un trasfondo, a veces de crítica social.

Es el caso de esta pequeña novela o cuento largo basado en un hecho histórico, que más bien se antoja una crónica. Con esa forma ya no tan nueva de novelar (que conocimos con Kundera y su Insoportable levedad del ser), en la que el autor se permite dar dentro del texto sabrosas explicaciones sobre su trabajo y sobre los personajes, Saramago narra cómo y por qué un elefante de la India tuvo que viajar de Lisboa a Viena en el invierno de 1551, acompañado por ejércitos y por un archiduque en la mayor parte del camino.

La lectura de esta obra fue contaminada ya casi al final por la impertinencia de una reseñista (Mónica Ramírez L., El Sol de Cuautla, 28 de diciembre de 2009) que da a conocer el desenlace de la trama -algo que no deben hacer quienes escriben sobre libros- y por su tontería de confundir al Maximiliano de Austria del siglo XVI, con el Maximiliano de Habsburgo del siglo XIX.

Esa comentarista le quitó parte del poco suspenso que presenta la historia del elefante Salomón o Solimán, pero no anuló en nosotros el disfrute de un escritor que, de paso y como siempre, se mete con el que llama “cinismo” de la Iglesia católica, la cual pide un “milagro” al elefante para reposicionarse frente a los avances de Lutero.

Además, el autor reconoce que “vale más ser novelista, ficcionista, mentiroso”, que historiador, y admite que para describir un desfiladero por donde pasó la caravana con Solimán, “tuvo que disimular lo mejor que podía su insuficiencia, divagando con materias secundarias, tal vez de alguna importancia en sí mismas, pero huyendo claramente de lo fundamental”, y hasta entonces el lector se da cuenta de la trampa que hay en todo el libro y no sólo en ese pasaje, y que la creía pura y agradable erudición.

Es difícil afirmar que se trata de uno de los mejores libros del Nobel portugués, pero también lo es decir que tiene obras menores -basta con recordar Ensayo sobre la ceguera, Memorial del convento y El Evangelio según Jesucristo-, si bien su libro de cuentos Casi un objeto, nos gustó un poco menos.

         Y como nos reservamos algunas de sus novelas para disfrutarlas poco a poco (José Saramago falleció hace ahora 11 años, el 18 de junio de 2010), actualmente leemos La caverna, una historia que inicia con el triunfo comercial de los objetos de plástico sobre los de cerámica, y pone en aprietos a unos alfareros, padre e hija, quienes para pena de los analfabetas funcionales tienen libros en su humilde hogar, y sus pláticas e ideas son consecuentes con ese hecho.