Centro Histórico

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  • Las remesas aumentaron 25,83 % en enero
  • Feministas, movimiento que podría quitarle el poder a AMLO y él ni cuenta se ha dado
  • Las mujeres rompemos el silencio ante el cinismo de AMLO
  • Por Crescencio Cárdenas Ayllón

RedFinancieraMX

En esta ocasión encontrarán aquí un tema interesante, creo yo, para documentar su optimismo.

México recibió 3.297,88 millones de dólares de sus ciudadanos residentes en el extranjero en enero pasado, un aumento del 25,83 % respecto a los 2.620,86 millones de dólares del mismo mes del año anterior, informó este lunes el Banco de México.

En enero pasado, la remesa promedio individual fue de 343 dólares, superior a los 322 dólares del mismo mes de 2020, y el número de operaciones pasó de 8,13 a 9,61 millones, la mayoría de ellas transferencias electrónicas.

Este aumento sustancial de las remesas en enero del 2021 sigue con la tendencia al alza marcada desde marzo del pasado año, cuando el país recibió un volumen récord de más de 4.000 millones de dólares. El 2020, en plena pandemia de coronavirus, fue un año récord de remesas para México, con 40.606,7 millones, un aumento del 11,4 % respecto a los 36.438 millones de dólares de 2019.

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha agradecido en varias ocasiones a los 38 millones de mexicanos que hay en Estados Unidos, a los que califica de “héroes”, al estimar que sus remesas benefician a cerca de 10 millones de familias pobres. Este dinero, que procede principalmente de migrantes mexicanos que viven en Estados Unidos, representa la segunda fuente de divisas de México, después de las exportaciones automotrices.

Por ello, el Gobierno de México confía en que las remesas ayuden a levantar la economía del país, que presentó una contracción del 8,2 % en 2020, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Las autoridades mexicanas esperan este año un repunte de la economía del 4,6 %. En 1995, el primer año del que ofrece resultados el Banco de México, las remesas fueron de 3.672 millones de dólares (ajustado al cambio actual).

Las mujeres no hemos dejado de dar una batalla política sin precedente por la justicia social. y tenemos que coordinarnos y organizarnos para poder lograr cambios necesarios sin el respaldo de Andrés Manuel López obrador, quien no entiende la lucha feminista.

La historia de México ha sido una de hombres. El poder político y económico ha estado dominado casi exclusivamente por ellos, al menos en los más altos puestos de influencia. Los saldos han sido terribles: sus decisiones nos han llevado a un país donde la desigualdad no cede y la pobreza tiene rostro de mujer.

En este país, la pobreza por ingreso aumenta entre las mujeres a la par que disminuye entre los hombres. Y las personas más ricas son, casi todas, hombres o han heredado su fortuna de hombres. Esto no es coincidencia. La economía que los hombres moldearon está llena de privilegios para ellos.

El más importante es el que se erige sobre el trabajo no pagado de millones de mujeres que cuidamos niños y ancianos para que los hombres puedan trabajar por dinero o estudiar. Mi bisabuela no fue a la escuela para cuidar a su padre; mi abuela, para cuidar a sus hermanos, y mi madre fue a la escuela hasta que, un día, tuvo que cuidarme a mí. Las mujeres somos víctimas de un gobierno y de una economía hecha por los hombres para que los hombres tengan el dinero y las mujeres los ayuden a tenerlo.

Andrés Manuel López Obrador se convirtió en presidente de México en 2018 con la promesa de abanderar una lucha sin precedentes contra la injusticia social. Y muchas mujeres pensamos que esto significaría que lucharía por nosotras porque, si los pobres tienen que ir primero, como decía en su campaña, entonces las mujeres deberíamos estar al frente de su agenda. No ha sido así.

Una y otra vez el presidente de México ha mostrado su insensibilidad (“ya chole”) ante la lucha feminista y los reclamos más básicos de las mujeres. Pero el presidente ha fallado en escuchar nuestro mensaje. La terquedad de López Obrador es insondable. Así que, para ser efectivas, la nuestra debe serlo aún más. Es momento de que las mujeres nos organicemos y abanderemos una lucha contra todas las injusticias. No solo contra las desigualdades que López Obrador considera relevantes. Y si el presidente no lo entiende, es momento de tener nuevos líderes.

Si López Obrador ha sido condescendiente con los reclamos de las mujeres, me permito lo mismo: la verdad es que él no entiende qué es la lucha feminista.

Considera que cancelar guarderías y usar el dinero para dárselo a madres trabajadoras es una política feminista porque así las mujeres tienen más dinero. En vez de que se lo queden los administradores de guarderías, ahora queda directamente en manos de mujeres. Esa maniobra no es feminista porque no resuelve el problema que impide que las mujeres sean autosuficientes en un trabajo: la falta de estancias infantiles.

Asume que el problema es falta de dinero cuando en realidad el problema es que no existen guarderías a precios accesibles. Así, los cuidados terminan siendo dejados en manos de otras mujeres o de las abuelas, perpetuando un sistema que depende de trabajo no pagado o pagado a medias.

También se considera un líder a favor de las mujeres porque nombró a más funcionarias en su gabinete que otro gobierno de México. Sin duda es un avance pero que no por ello esto se ha traducido en la creación de mecanismos que impulsen la participación política de más mujeres o, incluso, de políticas públicas que nos beneficien. Por el contrario, algunas legisladoras de su partido se han dedicado a mentir sobre la cantidad de recursos que se asignan a programas de género.

Y, peor aún, cree que los motivos de las mujeres para cuestionar la candidatura de alguien acusado de violación, como en el caso de Félix Salgado Macedonio a la gubernatura de Guerrero, son por oponerse a su ideología. Pero reclamar que un candidato señalado por al menos cinco mujeres de abuso sexual no es una cuestión de derecha o izquierda, de conservadurismo o liberalismo; es una cuestión de mínima decencia humana.

Pero López Obrador no se inmuta. Cree que el movimiento feminista está equivocado porque se enfoca en buscar la paridad de género cuando, como ha dejado ver, considera que la principal raíz de la pobreza y la desigualdad de México no es la discriminación hacia las mujeres, sino la captura del Estado por parte de las élites económicas y sus secuaces. Y aún si López Obrador tuviera razón, no se contrapone a la lucha de las mujeres para que la igualdad de género sea una parte fundamental del resolver el problema de la pobreza en México.

Con una oposición tan debilitada (política y moralmente) y una sociedad civil aún en proceso de madurez, creo que las mujeres se están convirtiendo en su principal oposición, la más legítima y la más visible. Y él no tiene un plan para dar respuesta a sus demandas. Ha decidido ignorar a una mayoría de sus ciudadanos a pesar de ser un presidente que se jacta de siempre escuchar al pueblo.

El feminismo tiene una agenda transversal que las políticas del presidente de México no están abordando del todo y no quedarán resueltas a menos de que se elimine la violencia física y económica de la que son presa las mujeres.

Nuestro enojo y frustración debe convertirse en una organización política que colonice todos los partidos políticos para que incluyan una agenda de género sólida y sustentada en la realidad. El señalamiento público de hombres que han cometido abusos sexuales es solo parte de una meta. El objetivo final debe ser modificar las fallas del sistema que hace que nuestra sociedad, y el Estado, dependan de que las mujeres tengamos cargas laborales injustas.

El presidente de México ha defendido con obstinación la candidatura de un hombre señalado de abuso sexual. Si López obrador no entiende la lucha feminista, no entiende las luchas sociales y políticas de México. México es, todos lo sabemos, un país en el que cerca de once mujeres son asesinadas al día y 41,3 por ciento ha sido víctima de violencia sexual. Varias veces al año, miles de mujeres inundan las calles exigiendo al Estado protección para sus vidas al grito de “¡basta!”. Por eso resulta tan indignante que Félix Salgado Macedonio, sobre quien pesan cinco acusaciones de abuso sexual, pueda llegar a ser gobernador del estado de Guerrero.

Guerrero tiene una historia infame de violencia. Es el estado donde hace casi siete años desaparecieron a los 43 normalistas de Ayotzinapa, una de las mayores tragedias de la historia moderna de México, que permanece impune hasta la fecha, y en el que el narcotráfico impone desde hace tiempo su ley. Avalar la candidatura de un agresor en un territorio así implica refrendar los abusos ahí donde más urge erradicarlos. Si Salgado resultara electo gozaría además de los privilegios del fuero y las acusaciones que hoy pesan sobre él no podrán investigarse.

Ante la indiferencia o el cinismo del gobierno, las ciudadanas hemos decidido alzar la voz, romper el silencio, denunciar públicamente una injusticia flagrante para evitar que los políticos misóginos sigan con sus abusos habituales.

En febrero miles de mexicanas nos manifestamos de manera espontánea en las redes sociales, pidiendo al presidente de México y líder de facto de Morena que remplazara al candidato por alguien que no fuera sospechoso de crímenes. Nuestra demanda era: “Rompa el pacto” de silencio que suele unir a muchos hombres ante la violación y el abuso contra las mujeres.

El presidente hizo caso omiso de esas demandas de justicia y en reiteradas ocasiones las ha despreciado con el cinismo clásico de un hombre poderoso y sin empatía por las hijas, los hijos y las madres de las agraviadas. Como si los feminicidios que se cometen a diario en el país no fueran una prueba suficiente, ha dicho que “nosotros somos respetuosos de las mujeres”. Su poco entendimiento de la realidad de las mujeres en México y sus constantes confrontaciones con las feministas revelan más que nunca el abismo generacional que separa al presidente de la sociedad mexicana, integrada en su mayoría por jóvenes ¡y por mujeres! (somos el 51,1 por ciento de la población).

En la época del siglo XX en que AMLO creció y hasta hace algunos años, era normal silenciar y aceptar que un hombre golpeara a su esposa; que una mujer que había sido violada tratara de ocultarlo para no recibir el juicio negativo de la sociedad; que algún párroco acusara a una mujer violada de haber provocado el delito por usar minifalda. Era normal, pero hoy no es ni siquiera tolerable.

Aunque López Obrador no se haya enterado todavía, en América Latina los movimientos feministas han puesto al descubierto las prácticas abusivas (MeToo) y los asesinatos (Ni Una Menos) que antes eran ignorados; y se han empeñado en hacer que se respete tanto el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo (la Marea Verde) como a recibir salarios justos. Gracias a estos movimientos mediáticos y multitudinarios hemos logrado que la sociedad cambie y entienda nuestros reclamos básicos. Si vamos a hablar de transformaciones, la nuestra ha sido por mucho la más palpable.

Como parte de este movimiento, el 26 de febrero las mujeres de Morena consiguieron que se iniciara de nuevo el proceso de selección de los precandidatos a la gubernatura de Guerrero. Seguramente no fue un trabajo fácil y merece todo nuestro reconocimiento. Lo inquietante es que la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia de Morena haya determinado prematuramente que los “agravios” de los que se señala a Salgado Macedonio son “improcedentes e infundados”, por lo que no pierde sus derechos políticos y todavía podría ser candidato. Cabe preguntarse: ¿quiénes son para determinar la naturaleza de las acusaciones que la justicia aún no ha investigado?

López Obrador se dice liberal, pero es un hombre conservador y de poca elasticidad mental. La lucha feminista nunca le ha interesado y, en realidad, la desprecia. Por eso cada vez que se refiere a su relación con estos movimientos, deja claro que le parecen una farsa y una “simulación”, que él no es feminista sino “humanista”.

Es creíble entonces que no entienda nada sobre el pacto que le pedimos romper, y que al no entender deslegitime las demandas de justicia llamándolas concepto “importado” —en un gazapo, primero dijo “exportado”—, de la misma manera que el gobierno de China asegura que los “derechos humanos” son un concepto occidental y que por lo tanto no tiene por qué respetarlos. El lapsus del lenguaje cometido por el presidente revela, como casi todos, una verdad: el machismo y su violencia están tan arraigados en México que constituyen ya una de las marcas más reconocibles de nuestro país.

Sin embargo, no es la sociedad la que debe hacer un esfuerzo por comprender la mentalidad de un señor chapado a la antigua, sino él quien tiene la obligación con millones de mexicanas y mexicanos de actualizarse.

Las palabras de un presidente importan y tienen casi siempre consecuencias graves. Que AMLO desprecie el uso del cubrebocas todos los días en cadena nacional es un acto de inmensa irresponsabilidad. Lo mismo es mofarse públicamente de las demandas de las mujeres, que en México son básicamente el derecho a vivir y a conservar la integridad física. Al defender con obstinación la candidatura de Salgado Macedonio, el presidente parece decir: estamos entre machos, y entre nosotros nos protegemos. De este modo, está perpetuando el pacto que sostiene la violencia de género.

Por lo demás, creo que todo estamos bien.