- Andrés Manuel, la prensa y su consorte
- Por Moisés Sánchez Limón
RedFinancieraMX
Enfundado en traje negro, camisa blanca con cuello holgado y corbata roja, el licenciado López Obrador inició el día de la maledicencia contra la prensa, esparcida desde el poder en voz conyugal.
Acto luctuoso perversamente utilizado como pueril parapeto para generalizar insultos contra la prensa del siglo XXI en burda analogía de aquellos tiempos de la desgracia nacional avivada por apetitos de poder, entre civiles y militares, que enfermaron al país de pobreza y la convirtieron en miseria.
El señorpresidente –neo cachorro de la revolución del siglo XX–apareció, en la fría mañana del martes víspera del Día de la Bandera, en el patio de honor de Palacio Nacional, acompañado de su amigazo y homólogo argentino Alberto Fernández, éste trajeado en azul y corbata gris. Escena de pura sinergia, dirían Vicente Fox o la señora Marta.
Sin duda, el licenciad López Obrador se lamía imaginario bigote en el gozo anticipado del golpe seco, fuerte, consistente y, por supuesto, descalificador contra estos incómodos, conservadores y fifís periodistas que no se atreven a pararse en las mañaneras. Pero, ¿por qué y para qué?
Mire usted. Andrés Manuel y su amigazo Alberto, quien por cierto vive como machuchón en la exclusiva zona de Puerto Madero, en Buenos Aires, acudieron codo a codo –cualquiera diría que de manita sudada, por las dulzonas palabras que se recetaron desde su primer encuentro– al acto luctuoso de don Francisco Ignacio Madero, sí, porque el entonces presidente fue fusilado, hace 108 años, junto con el vicepresidente José María Pino Suárez, atrás de la Penitenciaría de Lecumberri, por los rumbos de la acequia que servía para comerciar en la Candelaria de los Patos, vecina de La Merced.
Disculpe usted, pero como que me contagio de la vena de historia patria que todos pero todos los días –paráfrasis de López-Dóriga—de lunes a viernes y en ocasiones hasta sábados, domingos y días festivos dicta el licenciadopresidente.
Pero hubo un cambio, y cómo no si son tiempos de la 4T que todo innova. Resulta que, contra toda la praxis de estos actos solemnes, quien suele ser orador es el presidente, o el secretario de Gobernación. ¡Ah!, nada, nada, Andrés Manuel dejó esa tarea patriota y nacionalista a la doctora Beatriz Gutiérrez Müller, es decir, su señora esposa que se presume tiene la encomienda de presidenta honoraria del Consejo de la Coordinación Nacional de Memoria Histórica y Cultural.
Ella se niega a asumirse “primera dama” y mucho menos hacerse cargo del DIF, como marcaban los cánones. Pero es la 4T y, a quién le importa si Andrés Manuel decide que su cónyuge lo represente en un periplo por Europa y entrevista con el Papa Francisco, y que fuera, como fue, la oradora en esta ceremonia luctuosa en memoria de don Francisco I Madero.
Y ahí tiene usted que la señora fue la voz de Andrés Manuel y dijo lo que el licenciado presidente ha dicho, solo que con mayor énfasis de descalificación. ¿Es el temor presidencial hacia la prensa? ¿Por eso la estrategia de descalificar y dividir a la prensa?
Bien. Con selecto auditorio y el presidente de Argentina en carácter de invitado de lujo, la doctora Gutiérrez Müller utilizó un fragmento del libro de Federico González Garza, quien fuera colaborador de Francisco I Madero, para decirle a la prensa de 2021 lo que piensa de ella mediante la manipulación de la historia nacional con un texto de los años 30 del siglo pasado.
Vaya, vaya, la señora doctora Gutiérrez Müller se perdió en el tiempo muy a modo y se despachó con la cuchara grande. Aprovechó esta ceremonia luctuosa y, en la remembranza como sin querer queriendo dijo muy clarito lo que su marido, el licenciado Andrés Manuel piensa de los incómodos, chayoteros, fifí, conservadores, golpistas, machuchones y otros etcéteras periodistas mexicanos.
Muy propia, la doctora Beatriz dio los buenos días a la concurrencia que, debe decirse, respetó la sana distancia, aunque no todos ni todas llevaban el tapaboca de rigor.
Y leyó un amplio fragmento del libro “La Revolución Mexicana. Mi contribución político-literaria”, cuya autoría es de Federico González Garza, escrito en 1936. Y, vaya casualidad, es precisamente en el que recuerda el papel jugado por la prensa en el gobierno maderista. Don Federico la culpa de haber influido en la caída y fusilamiento de don Francisco y don José María.
¿Se vale que la doctora Gutiérrez Müller haya usado ese texto para recordar el 108 aniversario luctuoso de Madero y Pino Suárez? ¿Por qué no habló Andrés Manuel?
“Para esta ocasión de remembranza –arrancó su lectura la poetisa y doctora Gutiérrez Müller–, he elegido un fragmento de un libro escrito por un antiguo colega suyo, don Federico González Garza (…) y, en una parte de este libro que incluye a artículos que publicó antes de la revolución durante ella en el gobierno de Madero y posteriormente, hace una reflexión a tiempo pasado sobre la prensa.
“Así se llama el capítulo.
“No quisiéramos tener que consignar el deplorable papel que la prensa desempeñó desde la caída de Porfirio Díaz hasta el asesinato de Francisco I Madero porque el elevadísimo concepto que tenemos como buenos idealistas de lo que debe ser y lo que puede hacer la prensa en el seno de una sociedad civilizada y lo que ella fue y lo que hizo en aquel período que pudo ser fecundísimo en bienes para la nación, nos hace experimentar aún a la distancia en que nos encontramos de aquellos acontecimientos un sentimiento de indignación que forzosamente tiene que reflejarse en estas páginas”. ¿Deplorable el papel de la prensa mexicana ante la 4T?
“Por otra parte –prosigue el texto leído por doña Beatriz– no podríamos ahorrarnos esa pena, toda vez que Madero en su carta de Tehuacán hace apreciaciones respecto de los periodistas que lo vilipendian de las que no es posible desentendernos (…).
“’Cuando llegué a la capital de la República –refiere Madero a González Garza– rodeado por la aureola de la victoria recién obtenida, el entusiasmo de todo el pueblo era indescriptible, los pocos que estaban descontentos con el triunfo de la revolución no se atrevían a exponer su opinión, porque ignoraban cómo serían tratados por el nuevo gobierno, ahora que han visto que se les deja en absoluta libertad para expresar sus opiniones y que por este hecho no deben temer nada del gobierno, han vuelto a atacarnos como lo han hecho siempre. Y por tal motivo, los ataques de El Imparcial y de El Diario no deben extrañarnos, por el contrario, hubiese sido sospechoso que se hubiesen pasado con armas y papeles a nuestro lado’”. Vaya, vaya, entonces los periodistas no éramos libres hasta que llegó Andrés Manuel. ¿En serio?
“Desde luego –leyó enfática la doctora Beatriz el texto del amigo de don Francisco– , adviértase cómo Madero, en dicha carta no teme ni le da importancia alguna a los ataques de la prensa, juzgando como muy natural la maledicencia de periodistas quienes no habían levantado su voz contra los desafueros de la tiranía porfirista (…) No se podía esperar que estos periodistas se tornaran en valientes pretendiendo sentarse campeones del honor, de la libertad y la justicia ahora que tenían la plena seguridad de no exponer su libertad ni su vida atacando precisamente la justicia, el honor y la libertad”.
Y luego la lectura del párrafo que sonó a analogía:
“Sin embargo ahora, 1936, se puede afirmar que Madero no tuvo, entonces, enemigo más cruel, más despiadado, más infame, más perverso y vil que el grupo de periodistas que antes habían sido admiradores miserables o lacayos de la dictadura. Débiles, cobardes y serviles con quien los humillaba, se tornaron altaneros e insolentes con quienes respetaban su vida y los dignificaban”. Hasta ahí la cita del texto leído por doña Beatriz.
¡Infames!, los periodistas que no van a la mañanera ni rinden loas al prócer que se compara con Madero. Porque, el mensaje es claro, la voz de Andrés Manuel en boca de su consorte. Te lo digo Juana para que me entiendas Chana.
¿López Obrador émulo de Madero? Buena y perversa mecánica de echar al ruedo a la señora. ¡Chíngatelos! Total, que haga el papelazo de denostar a la prensa mediante la manipulación de la historia, al fin que es ¿historiadora? ¡Ay, Andrés Manuel! Conste.
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