- Por Norma L. Vázquez Alanís
RedFinancieraMX
(Primera de dos partes)
El Centro de Estudios sobre la Mujer de la Academia Nacional de Historia y Geografía (ANHG), patrocinada por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), organizó una conferencia virtual para abordar el tema de las pocas mujeres (56 contra más de 860 hombres según datos que incluyen el año 2020) que han recibido un Premio Nobel en cualquier disciplina.
Beatriz Saavedra Gastélum, coordinadora de dicho centro, reunió en la disertación en línea titulada “Mujeres Nobeles” a Carlos Martínez Plata, educador deportivo, escritor y poeta; Claudia Sterling, abogada con maestría en Literatura Española e Hispanoamericana por la Universidad de Barcelona y columnista del diario digital Pulzo de Colombia; Alejandro Mejía Muñiz, encargado del Archivo de la Capilla Alfonsina, y Emma Julieta Barreiro, licenciada en Letras Inglesas y doctora en Letras por la UNAM, así como traductora independiente del inglés, francés y el alemán al español. Cada uno de ellos habló acerca de alguna de las damas que han sido merecedoras de tan importante galardón.
Martínez Plata se refirió a la poeta chilena Gabriel Mistral, la primera mujer iberoamericana y el segundo personaje de América Latina en recibir un premio Nobel. Fue en 1945 cuando se le entregó el de Literatura “por su poesía lírica que, inspirada por poderosas emociones, ha hecho de su nombre un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano”, argumentó en su momento la Academia Sueca.
Su verdadero nombre era Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, pero adoptó el seudónimo Gabriela Mistral en homenaje a dos de sus poetas favoritos, el italiano Gabriele D’Annunzio y el occitano Frédéric Mistral, para participar en un certamen literario en 1909, en el cual triunfó, pero no se presentó a recibir el premio y quedó como enigmática ganadora, comentó el ponente.
Al hacer un breve esbozo de la biografía de la poeta chilena, Martínez Plata recordó que su vocación primera fue el magisterio y, aunque su ingreso a la Escuela Normal de Preceptoras de La Serena se vio frustrado debido a la resistencia que despertaron algunos poemas suyos en círculos conservadores locales que los calificaron como “paganos” y “socialistas”, pudo realizar sus estudios en la Escuela Normal de Copiapó (hoy Universidad de Atacama), donde obtuvo el título de profesora normalista; después convalidó sus estudios en la Escuela Normal de Santiago para convertirse en profesora de Estado y así pudo ejercer la docencia en el nivel secundario.
Mistral combinó la enseñanza con la colaboración en publicaciones literarias y en 1914 mereció el Premio Nacional de Poesía de Chile con Sonetos de la muerte. En 1922 se trasladó a México para colaborar en la reforma educativa de José Vasconcelos, y de ese tiempo data Lecturas para mujeres, sobre aquellos tópicos reservados a los hombres; en 1924, invitada por el gobierno mexicano, viajó por Estados Unidos y Europa. Su obra está traducida a más de 20 idiomas.
Su amiga y compañera Emma Godoy -mencionó Martínez Plata- solía comentar que Mistral daba pláticas para maestros y alumnos en las comunidades rurales de México, además de que donaba recursos para la educación de niños pobres.
En 1925 fue nombrada representante de América Latina en el Instituto de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones en Ginebra, Suiza, y en 1928 representó a Chile y Ecuador en el Congreso de la Federación Internacional Universitaria en Madrid, España, y trabajó en el Consejo Administrativo del Instituto Cinematográfico Educativo de la Liga de las Naciones, en Roma (Italia).
El 1957, tras luchar con un cáncer de páncreas, Gabriela Mistral falleció en Nueva York; sus restos fueron trasladados a Chile, donde fue enterrada en Montegrande, provincia del Elqui.
Mistral dejó en claro que la poesía era en ella un sedimento de su infancia y solía decir que “mientras permanezca en América no hay destierro para mí”.
“Un nudo sin desatadura”, así es su poesía dijo Martínez Plata, y citó a Alfonso Reyes, quien observó: “qué latido de nuestra América no ha pasado por el corazón de Gabriela Mistral”.
En su turno, la maestra en Literatura Claudia Sterling dedicó su ponencia a la escritora estadounidense Toni Morrison, la primera mujer negra que ganó el Premio Nobel de Literatura -edición de 1993-; la Academia Sueca se lo concedió por “su arte narrativo impregnado de fuerza visionaria y transcendencia poética que ofrece una pintura viva de un aspecto esencial de la realidad estadounidense”.
Expuso Sterling que la escritora siempre luchó contra la discriminación racial y los derechos de la mujer, su nombre era Chloe Ardelia Wofford, pero fue más conocida como Toni Morrison, cuya pluma puso a los estadounidenses blancos y negros frente al espejo de la verdad sobre la que se había levantado ese país: la raza, la esclavitud y la memoria.
En 1964, tras divorciarse del arquitecto jamaicano Harold Morrison, de quien tomó el apellido, comenzó a trabajar como editora en Random House y en 1969 se mudó a New York al ser promovida a la oficina central de esa importante empresa, en la cual destacó en su labor como impulsora de las propuestas literarias de escritores afroamericanos -muchas veces relegados en otras casas editoriales-, como Henri Dumas, Toni Bambara, Ángela Davis, Michelle Cliff y Gayl Jones.
Su primera novela Ojos azules (la historia de una niña negra que quiere tener los ojos azules debido a la fuerza de los estereotipos aplastantes del entorno y la exclusión de la sociedad) fue publicada en 1970; escribió en total 11 novelas, un par de libros infantiles y cuatro ensayos; su obra explora en la memoria interactiva de los esclavos norteamericanos, reflexiona sobre el poder mítico de los brujos y acerca de una constante represión de la identidad negra por parte de escritores blancos como William Faulkner, John Steinbeck y otros. También aborda el tema de la pederastia en su novela La noche de los niños, de 2015.
La narrativa de Morrison trata de asuntos relacionados con los derechos humanos, la creación literaria, el poder de los artistas, la esclavitud y el racismo, la memoria, el pasado y lo oculto, la mujer y lo femenino, la identidad, pero y sobre todo dos aspectos cruciales: la amistad y el amor; sus novelas fueron concebidas como un proyecto, no como un entretenimiento, y dan perspectiva de la situación de un colectivo que hoy día aún sufre discriminación, concluyó Sterling.
(Concluirá)