La costumbre del poder

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  • Engaño político peor que el mal de amores
  • Por Gregorio Ortega Molina

RedFinancieraMX

Adquiero la certeza de que hace muchos años nos dejamos engañar, y perdimos el valor para resolverlo como antaño los llamados maridos ofendidos o las mujeres cornudas le ponían punto final con el llamado crimen pasional. A ver si nos animamos a votar en consecuencia

¿Conceptualizamos el engaño hoy como hace 80 años? Todo ha cambiado, primero por la “revolución” del 68, que modificó hábitos y costumbres del ámbito sexual… las líneas de la vergüenza se desdibujaron y las “metidas de pata” entres adolescentes hoy son asunto normal, allí están los embarazos de esas mujeres casi niñas.

En este ámbito y a esas edades más que engaño, pienso, es frustración. Llegar antes que las otras y los otros al orgasmo y la eyaculación sólo resuelve una urgencia, nada que ver con la apasionada entrega. Entre adultos el engaño en su percepción original está vigente, y no nada más está restringido a los temas de amor y sexo. En esencia y en el ámbito social, laboral y político, engañar con absoluta premeditación es un acto de corrupción moral y ética y profesional. Donde más se le ve es en la relación gobierno-sociedad.

El timo desde el ejercicio del poder a los gobernados es de más amplias, profundas y duraderas consecuencias que el mal de amores. Sobre todo, ahora, cuando las redes sociales lo hacen público y notorio. El frijol con gorgojo era un asunto restringido entre el aspirante a líder y esos seguidores que se lo agradecían con el voto. Las consecuencias siempre fueron graves, aunque parte del enojo se resolvía al tirar los frijoles a la basura, o al perder el tiempo y limpiarlo, para rescatar lo rescatable.

En asuntos de salud que ponen en riesgo la vida, el tema es distinto. Si deja de haber vacunas, si la promesa de un servicio equivalente al de Noruega y Dinamarca no se cumple, si las medicinas dejan de entregarse en el IMSS y en el ISSSTE, si la atención a las víctimas de la pandemia es insuficiente, el engaño es equiparable a que el cónyuge y su pareja se pongan los cuernos el uno al otro, hasta que uno de ellos se decida por la venganza.

¿Cuántas “metidas de pata” toleran los padres en sus hijas e hijos adolescentes? ¿Están hoy los muchachos inclinados a “reparar el daño”? ¿Persiste esa idea de que la mujer perdió algo, o se cambió por la percepción de que sólo fue engañada por un vivales? ¿A partir de qué edad puede aceptarse el mutuo consentimiento?

Esta percepción del mutuo consentimiento ¿cabe en la relación entre gobierno y sociedad? Desconozco la respuesta, pero no puede dejar de hacer notar una similitud, el uso del foco rojo en las restricciones por la pandemia y a las puertas de los burdeles o casas de tolerancia. ¿Estamos dispuestos a tolerarle todo, absolutamente todo, a los que se fueron sin ser juzgados, y a los que prometieron juzgarlos para terminar con la corrupción, y no lo hacen?

Adquiero la certeza de que hace muchos años nos dejamos engañar, y perdimos el valor para resolverlo como antaño los llamados maridos ofendidos o las mujeres cornudas le ponían punto final con el llamado crimen pasional. A ver si nos animamos a votar en consecuencia.

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