Encontraron “música” en la imagen de la Virgen de Guadalupe

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  • Por Norma L. Vázquez Alanís

RedFinancieraMX

(Segunda y última parte)

En el conversatorio organizado por la Academia Nacional de Historia y Geografía (ANHG) sobre la Virgen de Guadalupe, en el que intervinieron el arquitecto Manuel Gamio, la maestra en Humanidades, escritora e historiadora Alicia Albornoz, el contador público, maestro en Educación y cronista Eduardo Rabell, así como el abogado y poeta Sergio Morett, se abordaron diversos aspectos de este vasto tema.

La historiadora ecuatoriana radicada en México, Alicia Albornoz, refirió que tepetl significa cerro y yacatl es nariz, y el Tepeyac era el punto sagrado donde se ofrecían las vírgenes al sacrificio; desde ahí eran lanzadas al vacío, en especial para implorar lluvias.

Explicó que el hecho de que la Virgen de Guadalupe se apareciera en el cerro, no implica que quisiera una iglesia ahí, sino que la pidió en el llano, por eso la basílica se construyó a las faldas del cerro, pero el que hubiera solicitado la edificación de un templo no es fortuito porque así sucedió en España con las cuatro vírgenes de Guadalupe que existen allá. Una de ellas, por cierto, es negra y se apareció en un lugar conocido como “río de cascajo negro” en circunstancias similares a la del Tepeyac.

Todo lo que sabemos de primera mano sobre la Virgen de Guadalupe procede del poema Nican Mopohua escrito en nahua hacia 1555 por Antonio Valeriano, quien se dice era primo de Moctezuma y estudiaba en Tlatelolco. Nican Mopohua significa “El que narra” y ahí se relata la aparición a Juan Diego, apuntó Albornoz, pero advirtió que si se lee en náhuatl es muy distinto a leerlo en español, porque el nahua es más vasto, en virtud de que el indígena ve más cosas que el europeo, es decir, que hay un segundo plano del lenguaje; las lenguas indígenas son más poéticas que las europeas y en ellas hay más de lo que se oye.

Relato la también escritora que existe constancia histórica de que el traslado de la Virgen, de Tlatelolco la ermita, fue por agua y que la acompañaron con el canto del Atabal o Teponazcuicatl, una música antigua que se utilizaba para adorar a la diosa del maíz.

Recordó que la guerra fue lacustre y hecha por extremeños que habían cruzado el océano y venían del rio Guadalupe. En este punto comentó que Cortés no tenía grasa para construir sus bergantines y mandó matar indígenas para utilizar la grasa humana y poder tener sus embarcaciones para conquistar Tenochtitlan.

La mayoría de las vírgenes de España tienen niño, mientras que la de aquí no, sino que tiene la cinta negra en la cintura que usaban las embarazadas en la cultura nahua y en la túnica rosa está la inscripción “nahui ollin” o cuarto movimiento, que es el máximo símbolo náhuatl y representa la presencia de Dios, la plenitud, el centro del espacio y del tiempo.

Puntualizó que el color turquesa del manto de la Virgen está relacionado con el chalchihuitle, es decir la piedra preciosa del origen, y reiteró que en la túnica se puede leer: “Aquí bajó la flor del Tepeyac” e indicó que las culturas prehispánicas adoraban la dualidad agua y tierra, por eso el color del manto y de la túnica.

Por último recordó que en Ecuador la correspondiente a la Virgen de Guadalupe es la Virgen de Guápulo, la herencia de Extremadura en Quito. La maestra Albornoz fue breve en su exposición, pues ya había abordado ampliamente el tema en dos conferencias anteriores.

Por su parte el cronista Eduardo Rabell refirió que el padre Guadalupe Velázquez, quien fundó la primera escuela de música sacra en Querétaro, compuso la música para la misa de coronación de la Virgen de Guadalupe en 1895. Además, fue el fundador del coro Orfeo Queretano, que cantó la música compuesta por el propio Velázquez en una misa a la que asistió el presidente de Estados Unidos John F. Kennedy cuando visitó la basílica de Guadalupe en México.

En este sentido, Rabell hizo alusión al hecho de que las 46 estrellas que aparecen en el manto de la Virgen de Guadalupe forman una melodía celestial si se les asignan notas de la escala musical.

Pero este descubrimiento no fue tan sencillo, se requirieron 23 años de investigaciones realizadas en el manto de la Virgen de Guadalupe por parte del matemático Fernando Ojeda Llanes, investigador del Instituto Superior de Estudios Guadalupanos. En 1990 monseñor Eduardo Chávez, postulador de la causa para que Juan Diego fuera canonizado, le asignó la misión de estudiar la imagen aplicando la única ciencia que faltaba en los estudios efectuados: las matemáticas.

Explicó Ojeda Llanes que, siguiendo con la aplicación de las matemáticas, quedaba el elemento “música” y ya Pitágoras mencionaba que donde hay simetría perfecta hay música, entonces decidió tomar como base los estudios existentes de la imagen de la Virgen de Guadalupe e infirió que si las estrellas del manto son las constelaciones del cielo en el momento de su impregnación en el ayate de Juan Diego, si las flores del vestido representan proporcionalmente a los principales cerros y volcanes de la orografía de México, si toda la imagen guarda el equilibrio áureo, entonces tiene simetría perfecta, por lo tanto tiene música.

Ante esta situación, comentó Ojeda Llanes en su página web, “no cabía la menor duda de que la imagen tenía música representada en alguna parte, solamente me faltaba descubrir dónde y cómo”. Para tal efecto recurrió a Pitágoras, quien descubrió la escala musical, tomada de la posición y sonidos de unos martillos colocados en cierta forma, de manera que la posición de los elementos simétricos perfectos en la imagen, tenían que utilizarse para encontrar la música.

Ojeda Llanes diseñó un modelo matemático con las proporciones de Luca Paccioli e hizo una reducción a tamaño carta de la imagen original que está en la Basílica, respetando milimétricamente las proporciones de sus elementos. Como el manto tiene 46 estrellas trazó líneas verticales: una en el centro de la imagen, 23 partiendo del centro hacia la izquierda y otras 23 del lado derecho de tal manera que quedaran espacios milimétricamente iguales entre línea y línea; así cada estrella de acuerdo con su posición correspondía a una determinada nota musical. Luego un musicólogo colocó la respectiva nota musical, respetando milimétricamente la posición exacta de las estrellas, en un cuaderno pautado para meterlas en un programa musical de computadora.

El resultado fue una bella armonía musical, un sonido celestial, señaló Ojeda Llanes, quien agregó que esa “armonía perfecta” podría haber sido la que escuchó Juan Diego cuando vio a la Virgen de Guadalupe en 1531.

Para cerrar el conversatorio, Sergio Morett declamó un poema de su autoría dedicado a la Virgen María, pero antes hizo una reflexión sobre la fe, que dijo es la que nos hace decidirnos a creer en algo: en el amor, en la educación o en la religión. “Si tuviéramos el poder de remontarnos a la existencia física de Jesús y fuésemos caminando junto a él y en una de sus pláticas dijera que aquí nos vamos a separar, unos se irán con mi madre y otros conmigo”. En una conferencia en el Colegio de San Juan de Letrán, el político Ignacio Ramírez, El Nigromante, anunció que la titularía “Dios no existe” y convenció a los presentes y al alumnado de que Dios no existe, pero al terminar borró el título donde lo había escrito y puso… “y sin embargo sí existe”. Confesó que él cree en una sola virgen, una virgen única.

Por su parte, al intervenir después de las exposiciones de los participantes, Aldo Roberto Rivera Pastor, historiador y nahuatlato, consideró que el gran milagro de la Virgen de Guadalupe es ser la pacificadora y unificadora de los mexicanos.