- Los restos de los 3 sabios yacen en la Catedral de Colonia, Alemania
- Por José Antonio Aspiros Villagómez
RedFinancieraMX
El 6 de enero, igual que cada año, los Santos Reyes Magos no vendrán del Polo Norte como Santa Claus. Ni del Oriente, de donde se trasladaron a Belén hace poco más de dos milenios, según escribió el evangelista Mateo y lo mencionan algunos interesantes libros apócrifos, porque los otros tres evangelios canónicos nada dicen al respecto.
Los tres sabios -que no eran ni reyes, ni magos (ni tres, dicen algunos)- están en Europa. Desde hace siglos descansan en la catedral de Colonia, esa ciudad alemana fundada por los romanos en el año 38 a.C.
¿Qué hacen allí? En 1979, cuando este tecleador visitó dicha catedral, conoció el aposento de Melchor, Gaspar y Baltasar, y trajo información de cuanto le fue explicado y entregado al respecto en esa rápida visita, pero nunca había escrito de ello sino hasta ahora, y con nuevos datos.
Es muy sabido por los lectores, que el arzobispo Reynaldo de Dassel, ese personaje de la vida real al que se refiere Umberto Eco en su novela Baudolino, en el año 1164 llevó los restos de los tres reyes de Milán a Colonia, cuando la ciudad italiana fue asediada y destruida por el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Federico I, conocido como Barbarroja.
El hecho tuvo lugar en el contexto de las batallas de ese monarca contra el papado y los intentos por nombrar papas ajenos a Roma, o antipapas. Así, los huesos de los reyes magos se convirtieron en una especie de botín teológico al ser llevados a Colonia.
A mediados del siglo XIII comenzó la construcción de la impresionante catedral gótica con sus torres de 157 metros de altura, y que, “en realidad … no ha sido terminada nunca”. Según un dicho popular en Colonia, “el mundo se acabará cuando la terminen”, como lo informa una Guía editada en Alemania en 1976 sobre ese templo levantado para “alojar dignamente” las reliquias de los magos de Oriente.
Esos restos yacen en un gigantesco relicario dorado -un ataúd triple- detrás del altar mayor, adornado con esmaltes polícromos, filigranas, gemas y camafeos, así como retablos, obra principalmente del artista medieval Nicolás de Verdún.
“La osamenta de los tres santos reyes -dice la Guía– convirtió a Colonia en uno de los lugares de peregrinación más importantes de Europa” y ya “hacia el año 1300 … la corriente de peregrinos de todo el continente y de las islas del mar era continua”.
Como ficción, James Rollins sostiene en su novela Mapa de huesos (2005), que ese relicario lo que guarda es oro en estado monoatómico, producido por los tres magos. Pero, sí, sí contiene las veneradas osamentas, como lo comprobaron quienes abrieron el inmenso estuche el 20 de julio de 1864, y las envolvieron con seda para regresarlas a su lugar.
¿Melchor, Gaspar y Baltasar? Así los conocemos gracias a la tradición latina, pero en Siria eran Kagpha, Badadilma y Badakharida; en Grecia, Appeliccon, Amerin y Damascón, y, según los hebreos, Ator, Sater y Paratora.
Dice el sacerdote José de Jesús Aguilar (revista Museo Soumaya, enero 2016) que esos reyes murieron martirizados y “en la era de Constantino, el Grande, (sus restos) se trasladaron desde Palestina a Constantinopla y posteriormente a Milán”, para luego ser donados por Federico Barbarroja al obispo de Colonia.
En su ya milenaria historia, esos sabios fueron representados con vestimenta persa por los cristianos de las catacumbas romanas, recreados de manera variopinta por artistas del Renacimiento, venerados en diversos lugares, destacados e imprescindibles en los “nacimientos” mexicanos, y hasta pudieron verse en el cielo cuando no había luz artificial que lo impidiera en las noches.
Recuerda el tecleador que hubo tiempos en que la bóveda celeste era un impresionante espectáculo, con sus estrellas fugaces, lluvias estelares y constelaciones, entre las que figuraban “las Tres Marías”, conocidas así en algunas zonas del mundo, pero llamadas Alnitak, Alnilam y Mintaka -es decir, los Reyes Magos- en otras regiones.
Y no son una constelación en sí misma, sino parte de la de Orión. Constituyen en ese imaginario estelar, el cinturón del mitológico cazador griego. Y a los esotéricos les interesa que, tanto esas tres Marías o tres Reyes, como las pirámides de Giza, en Egipto, tengan una alineación similar.
En la noche del 5 al 6 de enero vendrán de por allá esos personajes, ahora muy esforzados debido a la complicidad de fabricantes, anunciantes, vendedores y cartas infantiles, para hacer la alegría de millones de menores, aunque habrá millones más que nunca sepan lo que son los Reyes Magos.
Post scriptum.- Alertamos a esas rara avis que leen, para que se fijen al comprar la segunda reimpresión en México del libro Palabralogía, de Virgilio Ortega (Paidós, 2016), pues tiene nueve páginas en blanco. El tema y el tratamiento parecen muy interesantes, pero viene la frustración al interrumpirse la lectura porque falta el texto de esas páginas. Enviamos un correo electrónico a la editorial para reclamar, más no hubo respuesta. Y la librería aceptó devolver lo pagado, pero en monedero, no en efectivo.