Lecturas con pátina

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  • El café de Londres donde espiaron a Iturbide
  • Por José Antonio Aspiros Villagómez

RedFinancieraMX

Con mi mayor deseo de que la esperanza

con que recibiremos 2021, se traduzca

en buenas noticias para la humanidad

Agustín de Iturbide fue el consumador de la independencia de México, y José de San Martín fue uno de los libertadores de Argentina, Chile y Perú. Ambos personajes se conocieron -ya pasadas sus epopeyas- el 10 de mayo de 1824 en el Royal Coffee de Londres.

No existen noticias acerca de lo que conversaron, pero José Manuel Villalpando, divulgador de la historia de México, consultó fuentes primarias y numerosos libros, y con los datos obtenidos alimentó una versión imaginaria sobre aquel encuentro. Así, lo que él los hace decir en esa mañana de café, corresponde al pensamiento real de ambos personajes, sacado de tan diversos documentos.

El de Villalpando es un libro de apenas -aunque sustanciosas- 180 páginas titulado Los libertadores toman café (Grijalbo, primera edición, 2020), donde este profesor de la Escuela Libre de Derecho recrea el ambiente político de los primeros lustros del siglo XIX, cuando las colonias -bueno, virreinatos- de España en América, alcanzaron su independencia en momentos propicios para ello tras la invasión napoleónica a la península ibérica.

Como si fuera una obra de teatro, Los libertadores toman café no se divide en capítulos, sino en dos actos con un intermedio y un epílogo, y cuyo texto está constreñido a los parlamentos de los protagonistas, más algunos detalles -varios entre paréntesis- para referir el ambiente y los estados de ánimo de esos y otros personajes que también aparecen en la obra… y toman café o desayunan.

En efecto, si bien Iturbide y San Martín platican a solas (al principio con poca empatía por parte del sudamericano hacia el mexicano), en otra mesa los esperan Agustín Jerónimo, hijo del primero, y Juan García del Río, acompañante del segundo. Y en un entrepiso donde no pueden ser vistos, están Mariano Michelena y Carlos María Alvear, espías de México y España, respectivamente, quienes reportarán a sus gobiernos todo lo que escuchen. El camarero, quien a su vez espía a todos y gana muy bien por ello, fue quien los distribuyó así.

Entre lo mucho que comentan Iturbide y San Martín, están las diversas coincidencias que tuvieron sus respectivas gestiones como libertadores: ambos propusieron la independencia a los virreyes de cada lugar, quisieron un gobierno monárquico encabezado por un príncipe europeo, fracasaron en ese empeño, pensaron en el Duque de Luca (Carlos Luis de Borbón-Parma) para emperador, fueron acusados de ambiciosos, supieron de la distribución en México y Perú de la constitución (republicana) de la Gran Colombia y vieron por ello la interferencia de Simón Bolívar como el origen de sus reveses y descalabros.

Los libertadores también comentan sobre su escasez de recursos, la intención británica de crear un protectorado en América, el espionaje a que están sometidos y, lo que nos parece medular en Los libertadores toman café, el propósito de Iturbide de regresar a México al día siguiente de ese encuentro, para “contribuir a establecer un gobierno que haga feliz a la gente”.

San Martín trata de convencer a Iturbide de no emprender ese viaje, pero éste rechaza todas las advertencias que le hace su interlocutor y asegura tener cartas de mexicanos que dicen necesitarlo. En su obsesión, le indica al prócer sudamericano que con su espada acabará con sus enemigos y con las logias masónicas, y que si es necesario su sacrificio, “así será”.

Por su parte, entre los muchos comentarios que intercambian Alvear y Michelena, está que ya sabían del regreso de Iturbide a México, pues incluso había ofrecido sus servicios al Congreso para luchar contra la invasión de la Santa Alianza (que en el libro alguien explica por qué es improbable), y mencionan también que fue obra de masones la promulgación de la ley que declaró traidor y reo de muerte al consumador, si volvía al país.

Precisamente por ser masón (el mexicano no lo sabe), San Martín no puede ir más lejos en su empeño de frenar el plan de Iturbide, pues no puede informarle sobre el acuerdo de las logias, de impulsar en México un sistema republicano.

En el epílogo de Los libertadores toman café, se produce cinco años después un nuevo encuentro de García del Río con el hijo de Iturbide, éste ya como capitán al servicio de Simón Bolívar, a quien el primero visita para rogarle que se corone emperador, cuando lo que buscaba el militar venezolano era ser presidente vitalicio de la Gran Colombia, pero falleció al año siguiente.

Este epílogo es propicio para que Agustín Jerónimo le informe a García del Río sobre los sucesos familiares tras el fusilamiento de su padre. Y en una interesante “nota final” de diez páginas, Villalpando narra cómo documentó todos los sucesos y las ideas de sus personajes y menciona el destino final de ellos, sin olvidar al imaginario camarero del Royal Coffee, quien “continuó, por toda su vida, espiando y sirviendo café”.