Picotazo político

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  • La mexicana muerte
  • Por Miguel Ángel López Farías

RedFinancieraMX

Octavio Paz decía que “Los mexicanos en cierta manera hemos aprendido a fingir muy bien que no le tememos a la muerte y que seguimos orgullosos de cómo morimos”.

Esto de “petatearse “para nosotros tiene una de las raíces más profundas, llenas de sincretismo, la llegada de los españoles nos trajo no solo la cruz, el pan de muerto, bebidas destiladas en los altares y sino la colocación del día primero y dos para nuestros difuntos antes de ello, los guerreros y las mujeres que morían en el parto iban directo al Mictlán, el paraíso.

Los que perdían la vida por un rayo o ahogados se dirigían al Tlalocan, casa de TLALOC, el camino acompañado por un xoloitzcuintle canela y un oloroso campo de cempasúchil. La muerte aquí ha estado y seguirá, y todos habremos de enfrentar esa puerta, a pesar de lo arrogantes que se haya sido o bien portado, sea ud o no creyente, portado, sea. Pero, ¿por qué parece ser que nos dejó de importar la muerte? me refiero a lo que de forma cotidiana es el morir, esa extraña cuenta de fallecidos que suman miles y que son etiquetados como “muertos por COVID” o “muertos por el crimen organizado “o “muertas por la

violencia”. Vamos, está sociedad o se volvió cínica, indolente, o sencillamente es como siempre ha sido, una raza que a fuerza de desgracias aprendimos a mirar el luto como un invitado más a la mesa. Y no me refiero a que la muerte no nos lastime puesto que lloramos y sentimos que la vida se acaba cuando perdemos a un ser querido, lo que resalta es el costumbrismo como piedra angular de nuestra personalidad.

Los mexicanos no “reventamos” en medio de protestas por las cifras de seres humanos que murieron por el COVID o que fueron asesinadas.

Trata de entender esto representa un reto para los observadores extranjeros y para algunos que buscamos respuestas desde un sentido de lógica o de razón. ¿Qué sucede con la capacidad de asombro de los mexicanos que no somos capaces de sentir empatía o molestia por tales hechos? hemos recibido siglos de doctrinas que han moldeado en el ser nacional una especie de invitado de piedra ante el

sufrimiento general. Tendemos a ser dramáticos ante catástrofes, nos espantamos cuando la “vemos cerca”, pero al final del día nos enmascaramos tras la careta de la broma o de la burla y solemos decir:” por otro poquito nos carga la ch…” Los mexicanos transpiramos   desprecio por la vida, una especie de sueño de la inconsciencia que canta con resignación eso de “si me han de matar mañana, que me maten de una vez”.