La Costumbre del Poder

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  • El mal, poder y política (III/V)
  • Por Gregorio Ortega Molina

RedFinancieraMX

*El mensaje del engaño no es selectivo, es general y perverso. Lo adquiere quien necesita, con urgencia de vida, asirse a un rayito de esperanza, por falso o ilusorio que resulte. Este mal es sutil y más dañino que la cámara de gas

El mal en política sí existe. Es el cimiento de los crímenes violentos y sociales diseñados y ejecutados desde el poder; también de la impunidad, de los juicios sin debido proceso, de las ambiciones personales embozadas en el “amor” a los pobres, en la distorsión de la realidad para servir a intereses personales, y en la cooptación de la inteligencia que hubiera sido luz, como ocurre con el autor de Los corruptores.

Dejemos a la pluma de Albert Camus expresar su opinión sobre el tema: “La política y la suerte de los hombres están hechas por hombres sin ideal y sin grandeza. Los que tienen alguna grandeza dentro no hacen política”. Así lo asentó en sus Cuadernos I, en diciembre de 1937. Debimos haber aprendido algo desde entonces.

Los nombres que engalanan el catálogo de las dictaduras iniciadas en el período de entre guerras y posteriores, pueden dar fe de la presencia y el poder del mal, que ahora se ha sofisticado, porque además de oficializarse en la legalidad incuestionable de las urnas, se establece con complicidades amarradas con la delincuencia organizada, notoriamente el narcotráfico. Nos venden el cuento de la lucha contra la corrupción y el rescate de la dignidad de los pobres, para continuar hozando en las mismas tumbas clandestinas y en los fajos de dólares con aroma de muerte.

Medito en las dos frases rescatadas para la novela histórica por Mary Renault en Fuego en el Paraíso. Son emblemáticas para el tema y para conducir la reflexión.

Uno debe comprender bien el carácter de los hombres con quienes tiene que luchar”.

… los servicios del transgresor siempre deben compararse con sus delitos, y sólo si éstos son mayores que los primeros debe castigársele”.

En ese contexto, cuántos ídolos políticos podemos rescatar para la dignificación de la historia de las civilizaciones. ¿Robespierre, Marat, Danton frente a Napoleón y su Código? ¿Los césares ante Hitler, Stalin, Trotsky? ¿Truman, ante Churchill, De Gaulle? ¿Los héroes de las independencias latinoamericanas frente a los milicos del cono sur, los sandinistas y los guerrilleros centroamericanos? Para muchos colombianos Pablo Escobar Gaviria fue un benefactor.

Le guillotina, el gulag, los campos de concentración, el terror atómico, el terrorismo religioso e ideológico ¿tienen mayor identidad con el mal que esa narrativa política que engaña y deforma y confiere más poder a quien la administra desde la autoridad constitucional, con la ayuda de los medios de comunicación, las redes sociales y la credibilidad de los ingenuos y/o muertos de hambre?

El mensaje del engaño no es selectivo, es general y perverso. Lo adquiere quien necesita, con urgencia de vida, asirse a un rayito de esperanza, por falso o ilusorio que resulte. Este mal es sutil y más dañino que la cámara de gas.

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