Singladura

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  • La intentona
  • Por Roberto Cienfuegos J.

RedFinancieraMX

Por inverosímil que parezca el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien según prácticamente todas las encuestas está en serios aprietos para garantizar un segundo periodo en la Casa Blanca, está tentado a dar un manotazo y suspender o postergar las elecciones del próximo tres de noviembre en medio de una crisis sanitaria sin precedentes por la Covid-19, un abrupto colapso económico y severas pugnas interraciales que se han pretendido aplacar primero con el uso de militares, reacios ante el mandatario y más tarde a través de un intenso despliegue de agentes federales.

Ya en junio pasado en este mismo espacio cité el testimonio de un colega y amigo mío radicado en San Francisco, California, que alertaba sobre una serie de acciones de Trump, sí, el bisonte que habita la Casa Blanca, encaminadas a decretar un estado de excepción, suprimir las garantías constitucionales y el estado de derecho, y suspender o postergar las elecciones de noviembre.

La víspera, el jefe del gabinete de la Casa Blanca, Mark Meadows, salió al paso de la intención de Trump, revelada en un twit, para impulsar un aplazamiento electoral so pretexto de impedir un eventual conteo fraudulento a propósito del voto por correo.

“Vamos a celebrar elecciones el tres de noviembre y el presidente va a ganar”, soltó Meadows la víspera más con el propósito de desestimar la tentativa presidencial que de estar en condiciones de garantizar el triunfo de Trump, a la zaga del candidato presidencial demócrata, Joe Biden, muy próximo a revelar el nombre de su compañera de fórmula en la vicepresidencia y en la que la senadora por California, Kamala Harris, una liberal de padre jamaicano, de 55 años,  se perfila hasta ahora como la gran favorita para la nominación por conocerse este mismo mes.

Conforme al testimonio de mi colega en California, un conocedor del sistema jurídico estadunidense, Estados Unidos estaría “al borde de una crisis constitucional o, peor aún, en la antesala de un autogolpe de derecha”.

La intención de Trump de sacar a la calle a las fuerzas armadas ante los disturbios por motivaciones raciales que siguieron en diversas ciudades estadunidenses a la muerte de George Floyd a fines de mayo pasado por uso excesivo de fuerza policial, habría constituido una violación flagrante de la Posse Comitatus Act, que expresamente prohíbe activar al sector militar en operaciones internas en contra de la población civil. De hecho, los militares rechazaron el propósito de Trump, en lo que constituyó un revés institucional al propio presidente.

Además se sumó al desastre de Trump su incapacidad para atajar oportunamente el contagio del coronavirus y contener el avance de la pandemia una vez declarada. Trump no tuvo ni ha tenido la capacidad de raciocinio necesaria para contrarrestar los efectos perfectamente predecibles del encierro sobre la economía y las vidas de la ciudadanía. Tampoco tuvo interés ni capacidad, y mucho menos la disposición, de dar un mensaje de unión y reconciliación ante las manifestaciones de repudio al racismo –racismo que él mismo ha promovido desde su alto cargo. Lo único que ha hecho, y lo único que al parecer siempre ha hecho, es revolver el río, por aquello de que “en río revuelto, ganancia de pescador”. En esto último no se le puede negar pericia.

En consecuencia, y en vista de que la situación estadunidenses no tiene visos de mejorar, para nada–, las posibilidades de Trump para ganar las elecciones se alejan un poco más.

“Temo que, en medio de su insanía, ni siquiera se asome en el horizonte de su mente enferma un atisbo de pensamiento en el bien colectivo. Todo gira alrededor de él. Todo es él. Nada existe fuera de él. Y como su propio sentido de integridad y supervivencia depende de no aceptar otra cosa y mantener esa ficción (que para él es la realidad), nadie más existe y por lo tanto el bienestar y la supervivencia de las demás personas, aquí y allá, no son una consideración en lo absoluto. Yo temo que, planteada así la situación, es fácil concluir que la cuestión final se defina como “o es él, o el resto del mundo”. Así de sencillo. No hay de otra”.

Meadows echó entonces por tierra la intentona de Trump de aplazar las elecciones, en lo que será “únicamente gracias a la sabiduría implícita en la Constitución, el activismo de la gente corriente en la calle y la firmeza de lo que pueda quedar incólume e impoluto del Poder Judicial y, con algo de suerte, del Legislativo”.

Y aún si las encuestas se corresponden con el resultado final de las elecciones y efectivamente las pierde Trump, no hay garantía alguna de que no haga lo que pueda para terminar de desarticular el estado y la nación antes de la asunción del próximo gobierno. ¿Sería posible? En política no hay nada escrito. Se verá.

ro.cienfuegos@gmail.com

@RobertoCienfue1