La Costumbre del Poder

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  • Prohibido disentir
  • Por Gregorio Ortega Molina

RedFinancieraMX

¿Estamos en el jardín de los senderos que se bifurcan, y, sentados a la puerta de nuestros hogares, más pronto que tarde veremos nuestros cadáveres sociales y mediáticos pasar, por haber osado disentir? Así se anuncia el futuro.

El grafiti del 68 durante el mayo francés fue claro, contundente y resumió el deseo de una o varias generaciones: prohibido prohibir. Hoy AMLO nos regresa a los términos políticos anteriores a esa fecha, en relación con el poder: prohibido disentir. Con un adendum que lo hace más perverso y eficaz, porque no liquida físicamente, lo hace a su estilo, a través del escarnio, del descrédito, del desamparo social en un mundo que es totalmente alteridad.

El destierro interior de los griegos, equivalió al estar sin estar. Fue la prohibición absoluta de participar en los asuntos de la ciudad. Para ser más radicales, podían elegir la cicuta o la daga, pero los poderosos gozaron ver a los disidentes estar enterados de los asuntos públicos, sin poder decir esta boca es mía. Es lo que ahora quieren, el establecimiento de la república amorosa, de la 4T resguardada por un muro de silenciosa aprobación y adquisición de boletos para satisfacer caprichos.

Lo curioso del caso es que se enmuina más que sus críticos, y no ha aprendido a controlarse. Por ello se muestra incapaz de dar la lista de los agraciados empresarios que compartirán la dicha de rifar un avión que no se entregará al ganador; lo mismo sucede con las preguntas que lo agarran fuera de base, porque desconoce las respuestas adecuadas, o porque el tema le es particularmente sensible, como ocurrió con los feminicidios.

Es un gran escapista del lenguaje y la forma. Al hacerlo muestra su verdadero talante, pues quien desde el poder hace bromas de los vencidos, abre sus aspiraciones autoritarias a quienes lo observamos. Esos deseos necesariamente implican desconocimiento, o conocimiento sesgado de la historia, ausencia de ética y perversidad moral.

Para comprender el modito de quien hoy nos gobierna, para aproximarnos a la tesitura de carácter como hombre de poder, habría que acercarnos a lo que Nada afirma en Estado de sitio, de Albert Camus: “¿Hablé del cielo, juez? De todas formas, apruebo lo que hizo. Soy juez a mi manera. Leí en los libros que más vale ser cómplice del cielo que su víctima. Desde luego tengo la impresión que no es el cielo el que está sometido a juicio. Por poco que los hombres participen en romper vidrios y cabezas, se dará cuenta de que el buen Dios, que conoce de música, sólo es un niño del coro”.

¿Será que AMLO, en ese cristianismo provinciano que determina su conducta, sólo ve a Dios como un niño del coro? De otra manera no se entiende su proceder para destruir instituciones y prestigios, sin ninguna propuesta de proyecto de nación a edificar. Afirma estar purificando a México, otros furibundos partidarios de lo que hoy sucede, me insisten que lo que importa es el movimiento, que está cimbrando al país, pero, ¿para llevarnos a dónde?

Me queda la impresión de estar en el jardín de los senderos que se bifurcan, y que, sentados a la puerta de nuestros hogares, más pronto que tarde veremos nuestros cadáveres sociales y mediáticos pasar, por haber osado disentir. Así se anuncia el futuro.

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