- Las peninsulares invadieron oficios masculinos en Nueva España
- Por Norma L. Vázquez Alanís
RedFinancieraMX
(Tercera y última parte)
Durante 15 años, la doctora María José Encontra y Vilalta ha estudiado la participación que las mujeres tuvieron en Nueva España y de sus investigaciones se desprende que entre ellas hubo encomenderas, con lo cual se corrige un error, pues se asumía que las encomiendas solamente se transmitían entre hombres, pero los testamentos hallados en el Archivo de Notarias demostraron que podían darse en herencia o como dotes a las hijas.
La doctora en historia por la Universidad Iberoamericana con especialidad en el periodo virreinal y la inquisición, ofreció una charla sobre ‘Las primeras peninsulares en el virreinato de la Nueva España’ en el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM), y dio como ejemplo que María de Estrada recibió la encomienda de Tetela del Volcán, como premio o reconocimiento a la ayuda que ofreció a Hernán Cortés.
Dijo la historiadora que las mujeres peninsulares estuvieron en todos los ámbitos de la sociedad novohispana, y al referirse a las maestras destacó que una de las primeras fue Catalina de Bustamante, quien se estableció en 1525 en la zona de Texcoco y se enfrentó a cuanto conquistador quiso abusar de las niñas que ella tenía en su custodia, al grado que fue a España para solicitar a la reina Isabel que hiciera algo al respecto. Ella llegó primero a las Antillas, acompañada de su marido, de sus hijos y de una de sus sobrinas.
Igualmente había mujeres dedicadas a las cuestiones sanitarias, como se sabe por documentos que datan de 1566 sobre una comadrona o partera que era originaria de Talavera de la Reina y que viajó a América con su hijo y una esclava negra a su servicio.
Conforme avanzó el siglo se les exigió a esas parteras que presentaran exámenes, porque al establecerse las bases de lo que posteriormente sería la sociedad virreinal, se constituyó en la Ciudad de México en 1628 el Protomedicato, un tribunal cuyo objetivo era vigilar el ejercicio y la enseñanza de la medicina, así como cuidar la higiene y salubridad públicas.
Respecto a las impresoras, la doctora Encontra y Vilalta dijo que hubo muchas además de la esposa de Juan Pablos, entre ellas María de Figueroa quien heredó una imprenta. También estaba María de Sansori, quien después se trasladó a Tlatelolco, donde estaba el colegio de Santa Cruz, para establecer su negocio; “no era un oficio femenino, pero esas señoras se dedicaron a él”, enfatizó.
Acerca de las criadas, indicó la ponente que muchas veces en los contratos notariales aparecen sus convenios de servicio, con datos sobre la edad, de qué lugar de la península provienen, así como el compromiso del patrón, que podía ser darles comida, servicios médicos, casa, etcétera.
Prostitución, un mal necesario
Hubo otro tipo de mujeres, las de la vida alegre o prostitutas, que no tenían permitido trasladarse al virreinato porque se suponía que debía cuidarse la llegada de peninsulares honorables, pero tenían artimañas para colarse, aparte de que las autoridades virreinales y también las peninsulares consideraban que la prostitución era un mal necesario.
Y en función de ello, en 1538 se estableció en la ciudad de México la primera casa de mancebía, cuyo inmueble todavía existe en la calle de Mesones. La casa de mancebía estaba tasada por el Ayuntamiento y éste protegía y vigilaba a las mujeres que están encerradas allí, y no así a quienes ejercían por su cuenta.
A éstas se les llamaba cantoneras porque estaban en las esquinas, o bien barraganas, concepto que cambió durante el periodo medieval, de ser la compañera y mujer del religioso, hasta llegar en el siglo XVI a tener una connotación negativa muy cercana a la de prostituta.
En esta categoría de mujeres estuvieron incluidas muchas bígamas, aunque esta situación fue diferente y en la ciudad de México fueron procesadas 13 mujeres por ese delito; a las prostitutas no podían juzgarlas, porque no cometían ningún delito y así aparece en sus registros, pero la Inquisición consideraba que las acusadas de bigamia violaban un sacramento.
Mujeres peninsulares en negocio de esclavos
Otro punto que comentó la doctora Encontra y Vilalta, quien ha sido profesora invitada en la Universidad Complutense de Madrid, España, y en la Fundación Academia Europea e Iberoamericana de Yuste en Cáceres, Extremadura, España, fue sobre la relación que guardaron las peninsulares con la esclavitud de origen africano, la cual estuvo permitida como consecuencia de la firma del tratado de Alcazobas entre España y Portugal para introducirla en territorios peninsulares. Recordó que, quien introdujo el cultivo del trigo a estas tierras, fue un africano y quien trajo la viruela fue un esclavo del mismo origen que venía con Narváez.
En el Archivo de Notarias están registradas mujeres peninsulares involucradas en este negocio: compraban, vendían o traspasaban esclavos, y liberaban a muy pocos. En el Archivo se asientan las obligaciones de pago relacionadas con las esclavas; aparecen finiquitos y constitución de compañías, porque las mujeres se asociaban entre ellas o con hombres para este negocio y para ello utilizaban con frecuencia el camino de México a Veracruz o de México a la zona de minas en el norte; las mujeres colaboraban con dinero, animales y esclavos para que funcionaran esas sociedades.
La conferenciante recalcó también la importancia de conocer lo sucedido con todas esas mujeres que llegaron a los nuevos territorios, sobre todo las que vinieron con los grandes conquistadores pues ellas obtuvieron mayores beneficios junto con los primeros funcionarios que se establecieron aquí.
Por ejemplo, las familias Estrada y Andrada configuraron desde el siglo XVI, en los primeros años de la Conquista, una oligarquía que controló todos los estamentos sociales que había en el virreinato: el Cabildo, las instituciones religiosas y los diferentes cargos públicos; era un grupo muy cerrado y hubo endogamia porque esas familias siempre orquestaron matrimonios ventajosos para afianzarse en el poder y continuar con este sistema. Por ejemplo, Ana de Estrada, hija del tesorero de Nueva España, se casó con el siguiente tesorero del virreinato, Juan Alonso de Sosa, al morir su padre.
En el Archivo de Notarias aparecen numerosos registros del siglo XVI en los que están vinculadas mujeres, lo cual se redujo en la siguiente centuria, quizá porque la sociedad ya se había estabilizado, aunque para entonces hubo bastantes mujeres involucradas en el famoso comercio de la Nao de China, finalizó la doctora Encontra y Vilalta.