La Costumbre del Poder

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  • Cuesta de enero III/V
  • Por Gregorio Ortega Molina

RedFinancieraMX

Nos consideran tontos, no lo somos. Percibimos que están embelesados en sus puñetas mentales

Lo que mejor hace Marcelo Ebrard es mentir, como buen diplomático y como deber para apoyar las aseveraciones y otros datos de su patroncito.

Claro que eludir el amago de Donald Trump para declarar terroristas a los narcotraficantes mexicanos nos costó, y mucho. Además de sacar a Evo Morales a trompicones de México, con escala en Cuba y destino final Buenos Aires, lo que queda comprometido es el sentido, el concepto de patria que se diluye entre las exigencias de la globalización.

Ebrard olvidó pronto las enseñanzas de su sensei político, Manuel Camacho Solís, quien, en el afán de quedar bien con Carlos Salinas, abundó en la necesidad de modificar el concepto de soberanía, como preámbulo al funcionamiento del TLC y la integración a Estados Unidos y Canadá. En esas están quienes gobiernan desde 1982, cuando se dieron cuenta de la urgencia de adelgazar al Estado.

Durante esta cuesta de enero, 38 años después, además hemos perdido la educación y la fortaleza cultural. El país hace agua por todos lados. Es fácil de comprender si se dedica tiempo a la lectura y el estudio. En Universidad para asesinos, novela de Petros Márkaris, el autor nos muestra el camino de la inteligencia, para desestimar verbalmente las presiones de Trump, y no jugarle al tío Lolo.

“… No hay comunicado terrorista sin declaraciones ni moralejas ideológicas. Aunque a nosotros nos parezca ridículo, para los terroristas fundamentar sus actos ideológicamente es una cuestión de honor”.

Pero lo comprenden tarde, porque del gobierno han desaparecido los inteligentes, los poseedores de experiencia, los estudiosos y conocedores de la historia de México. Sustituyeron la inteligencia por la verborrea, la capacidad de servir al país, por la lealtad. De allí que el presidente adquiera la dimensión de una deidad.

Abunda Márkaris en la novela referida: “Las personas eruditas son gente de biblioteca, de estudio y trabajo científico. Los intelectuales son especialistas en todo y expertos en nada. Los eruditos tienen conocimientos, los intelectuales tienen opiniones y les gusta publicitarlas a la menor oportunidad. La expresión de una opinión se caracteriza por dos cosas, ambas de origen sexual.

“… La primera característica es la lujuria analítica. Los intelectuales lo analizan todo por sistema. Padecen una enfermedad para la que aún no hay cura: la analisitis. La segunda característica es el hedonismo de la autoescucha. Se oyen hablar a sí mismos y se erotizan. Los eruditos ya no existen, como ya no existen los profesores universitarios”.

Lo cierto es que a estas alturas no necesitamos los otros datos matutinos y cotidianos, lo que requerimos es la verdad de lo que nos acontece, sin estar adornada por el hedonismo de la autoescucha. Nos toman por tontos, no lo somos, deben modificar su manera de acercarse a todos esos mexicanos que trabajan y pagan sus impuestos, porque de allí procede el dinero fiscal que paga sus salarios. Pero se han conformado con ser unos simuladores intelectuales.

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