Conferencia de Francesco Milella. Parte 2

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  • La ópera convirtió a México en colonia cultural de Europa
  • Ø Rossini triunfó en un palenque convertido en teatro
  • (Última de dos partes)
  • Por Norma L. Vázquez Alanís

RedFinancieraMX

Durante la conferencia “Historia de la Ópera en México (1823 -1838)” que dictó Francesco Milella en el Centro de Estudios de Historia de México, este maestro en políticas culturales por la Universidad de Maastricht (Holanda) dijo que en el periodo comprendido entre 1805 –cuando se presentó por primera vez en la Nueva España la ópera italiana ‘El filósofo burlado’, de Doménico Cimarosa– y 1820, el repertorio de óperas francesas e italianas se adaptó al gusto local mediante la traducción al español de sus letras y su presentación como zarzuelas.

Además, explicó, en las pausas se presentaban espectáculos tradicionales con ciertas tonadillas, es decir, seguían utilizándose las formas de teatro de la tradición colonial y española. “Los intermedios eran unas pequeñas piezas de baile folclórico mexicano, para no alargar demasiado la función”, según apuntaban los anuncios de las óperas italianas publicados en El Diario de México. Así no aburrían al público, acotó el ponente.

Otro aspecto muy interesante es que la música, la ópera, ya no fue una forma solamente aristocrática, ya no se vivía solamente en el palacio del virrey como lo era muchos años antes, sino que entró en las casas de los mexicanos; se transformó en un lenguaje de sociabilidad, pues se tocaba en los eventos privados y en las fiestas porque se hicieron transcripciones tanto para guitarras como para piano de, por ejemplo, la obertura de ‘El barbero de Sevilla’, de Gioachino Rossini.

Rossini dominó

la escena operística en México

En 1823 se presentó por primera vez ‘El barbero de Sevilla’ en la ciudad de México y fue un momento fundamental porque, a partir de entonces, llegaron nuevas óperas a la capital y los espacios de esta primera transformación fueron El Coliseo, un teatro que en 1754, a partir de una estructura colonial de madera ya muy frágil en esos años, se convirtió después de la Independencia en el Teatro Principal, que fue el más importante de la ciudad.

Otro escenario fue el Teatro Provisional o de Los Gallos, que era un palenque para peleas de gallos construido en 1786 y que el ayuntamiento de la ciudad de México, con el apoyo de un indio criollo muy rico, don Luis Castrejón, transformó en un teatro. Este fue el de la ópera, porque el Principal siguió siendo para la comedia española, explicó el maestro Milella.

En esos teatros se presentaba por un lado el repertorio español con tonadillas y sainetes y por otro las óperas de Rossini. En cuanto a los intérpretes, la situación fue interesante porque seguía habiendo cantantes de la época virreinal como Andrés del Castillo y Victorio Rocamora, que eran los más importantes, “y claro que había muchas mujeres” -enfatizó el conferencista-, pero desafortunadamente los periódicos de esa época no las mencionaban. Después de la Independencia llegó una gran cantante española que se dedicó únicamente a la ópera italiana: Rita González de Santa Marta.

Un compositor que la historia olvidó y no aparece en ninguna enciclopedia, es Stefano Cristiane, nacido en Bolonia en 1770 y discípulo del músico italiano Giovanni Paisiello. Llegó a México en 1823 y trabajó aquí hasta1825, cuando murió. De esos dos años que estuvo en la ciudad de México, conocemos solamente dos óperas suyas, ‘El tío y la tía’ y ‘El solitario’.

La primera obra la escribió para la ciudad de México y la presentó en 1824 en el Teatro Principal. El libreto se basó en la novela que Milella llamó “el primer best seller del siglo XIX”, Le solitaire, del escritor francés Charles Víctor Prévost d’Arlincourt.

Milella –quien actualmente estudia el doctorado en musicología en la Universidad de Cambridge, Inglaterra– indicó además que la percepción que México tenía de Europa en esos años, seguía sustentada por categorías y costumbres musicales todavía españolas.

Hasta que en 1826 llegó a la capital Manuel García, español que era una de las figuras más importantes de la ópera en el mundo y quien fue el protagonista de la vida operística en México entre 1826 y 1829. García fue aquí el primer ‘Don Giovanni’ de Mozart, pero cantó también el repertorio de Rossini, ‘El barbero de Sevilla’, ‘Otello’ y ‘La Cerenentola’.

Al paso del tiempo –continuó el ponente–, México se dio cuenta de su distancia cultural con Europa y en 1830 el ayuntamiento de la ciudad encargó a Cayetano París que fuera a Milán para buscar una compañía de ópera, instrumentos y partituras. Regresó un año después con nueve pianos, 30 óperas bufas, 30 óperas serias y un cantante, Filippo Galli, quien acaparó las presentaciones de ópera en México entre 1831 y 1838.

“Es una figura olvidada, pero fundamental, tan importante que Rossini escribió para él casi diez óperas”, explicó el conferencista. Galli interpretaba todo el repertorio de Rossini, lo cual contribuyó a una consolidación definitiva de la ópera italiana en la ciudad de México.

A manera de corolario, Milella –quien además es licenciado en literatura moderna por la Universidad Estatal de Milán, Italia– sostuvo que en el periodo 1823-1838 la ópera jugó un papel fundamental en los planos político y diplomático porque definió la identidad nacional de México, pero esencialmente en lo social, pues ofrecía nuevos espacios de agregación urbana que ya no eran solamente los teatros, sino también las casas, además de que comenzaba a ser interpretada de manera también un poco más crítica.

De tal suerte que la ópera fortaleció la hegemonía europea en México y la persistencia de dinámicas coloniales, para que en este caso dejara de ser colonia de España y comenzara a transformarse en una colonia cultural de Francia, Inglaterra e Italia. “Este planteamiento representa una posición innovadora que nos ayuda a entender desde otra perspectiva las transformaciones sociales y culturales de la época posterior a la Independencia”, consideró.

“Estudiar la ópera en México en esos años nos ayuda no sólo a descubrir historias realmente fascinantes, sino también a entender el proceso de descolonización de manera más crítica y menos radical”, expresó por último Milella.