Picotazo Político

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  • Por Miguel Ángel López Farías

RedFinancieraMX

En lo personal me genera una enorme ternura enterarme cómo las autoridades políticas de distintos gobiernos ( no sólo los actuales) mantienen la ñoña práctica de destrucción de armas que son entregadas por vecinos, pistolas oxidadas, fusiles posrevolucionarios, cartuchos y todo tipo de instrumentos que en algún momento sirvieron pero que ahora bien podrían ser parte de un museo.

Ahí tiene usted a los elementos del ejército pasándole sierra a los cañones de las vetustas pistolitas. Digo, a mi me genera una sonrisa de compasión, pues no deja uno de pensar en los tremendos arsenales con que opera el crimen organizado, y aún así, los politicos mejor se asoman a los cacharros de los ciudadanos.

A los mexicanos ya nos gustó matarnos con las armas y municiones que los gringos nos venden, somos su  mejor y mayor mercado fue de sus zonas de influencia de guerra.

Santana entregó la mitad del territorio y nos defendíamos como se podía gracias a las armas que de pésima calidad nos vendieron los Estados Unidos antes de invadirnos. Basta recordar la batalla de Churubusco para entender el por qué terminamos defendiendo con piedras, las municiones no eran compatibles con el calibre de los fusiles, por ahí comenzó el problema.

Después, los socios de Juárez en Nueva Orleans le abastecieron de todo tipo de pistolas , cañones y balas para asegurarse que ningún europeo se volviera a mudar al Castillo de Chapultepec, periodo conocido como la guerra de reforma y fin del imperio de Maximiliano y en el cual los mexicanos nos matamos unos a otros con cargo a las cuentas bancarias de los productores de armas de yanquis.

O sea,las carabinas Sharp, el legendario Winchester o las temibles Colt Draggon, mismas que conquistaron el salvaje oeste, fueron rematadas por estas tierras y con ellas nos quitábamos la vida.

Y así durante el porfiriato, tiempo en que las compañías estadounidenses abastecieron de estos juguetitos a todo el ejercito de Diaz y demás cuerpos rurales.

Y vino la Revolución Mexicana, y el dinero de las compañías petroleras del norte surtieron de efectivo a el movimiento maderista las carabinas Mauser y hasta el fusil Mondragón de armado mexicano pero con componentes gringos brillaron en toda esa sinfonía de muerte.

Otra vez los especuladores de armas en Washington hicieron el negocio del siglo, claro que después de estos ensayos llegaría la primera y segunda guerra mundial.

Desde que México entró a las grandes ligas del crimen organizado, y los narcos fijaron sus términos en este suelo patrio, el flujo de armas no se ha detenido y curiosamente no se detendrá, pues a la par del gigantesco negocio de las drogas camina el de las armas, generando ganancias por miles de millones de dolares.

Dinero que de manera ilícita se maneja aquí, pero que en los Estados Unidos se convierte en todo un mecanismo lícito, legal, pues las compañías que producen todo esto pagan impuestos e influyen de manera descarada a todo aquel presidente que desde la Casa Blanca los respalde, se trata de unos de los músculos más poderosos que mueve a los estadounidenses.

Y creámoslo, el que en México nos matemos con sus armas les importa poco menos que un cacahuate. Así que para aquellos soñadores que resultan infantilismos de que los gringos deberán evitar vender sus pistolas en suelo mexicano, están perdiendo el tiempo.

Ni lo van a hacer ni lo harán y vamos a terminar todos imitando sus usos y costumbres y en una de estas acudir al oxxo de la esquina, una vez que nos autoricen comerciar estas, para ponerle saldo al celular y llevarnos una calibre 25 y hacer más seguros nuestros viajes hacia Ecatepec.

Suena a broma, pero esta crisis de inseguridad en México, de evidente desprotección por parte del estado ante el poder de fuego del crimen organizado abrirá tarde que temprano la puerta de alguna iniciativa que busque empistolar a las familias mexicanas.