La Costumbre del Poder

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  • Inseguridad y narcotráfico
  • Por Gregorio Ortega Molina

RedFinancieraMX

¿Qué queda del proyecto de la Revolución -al que ni siquiera hicieron exequias-, quiénes respetan las Leyes de Reforma, con los evangélicos arañando el poder; qué de la gesta de la Independencia, bajo la sombra de la relación bilateral con Estados Unidos; quiénes cumplen su mandato constitucional?
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Lo primero que hemos de preguntarnos sobre el asunto de la inseguridad y la violencia propiciada por el narcotráfico, es si los que mandan tienen el diagnóstico acertado -soy de los que creen que este problema está sobre diagnosticado-, o decidieron hacerse los que la Virgen les habla.
Deben reconocer que no hay Estado en amplias zonas del territorio nacional, que los tres niveles de gobierno carecen del respeto ético y moral para que la sociedad los siga a ojos cerrados, y que no es lo mismo aceptación que empatía y respeto.

Empecemos por lo elemental. El primer contacto de la sociedad con la autoridad es el policía de a pie, en muchas partes sustituido por el soldado o el marino, y ahora una Guardia Nacional sin carácter y carente de identidad.

Hemos sido testigos de la burla y el escarnio a que son sometidos los policías de a pie o los patrulleros, por cualquier briago o borracha con teléfono inteligente, que de inmediato filman y suben a las redes sociales cualquier intento de llamarlos a la cordura y al orden.

Lo que en muchas poblaciones hacen a los integrantes de las fuerzas armadas, es una muestra del respeto que esa parte de la sociedad -que los escarnece y vilipendia- tiene por los tres niveles de gobierno. No se burlan de soldados y marinos, tampoco de los símbolos patrios, lo que hacen es mostrar lo que realmente piensan y sienten de sus gobernantes.

Insisto, aprobación no es empatía, mucho menos respeto. Puede aprobarse de milagro lo mismo que con honores. Ahora la pregunta clave: ¿no respetan a los que gobiernan, o lo que se desprecia son las instituciones? Mientras el modelo político no cambie, mientras no conceptúen y desarrollen la auténtica reforma del Estado, mientras no acepten que todo lo pudrieron, y que el que la caga, la limpia, se mostrarán incapaces de encontrar las respuestas adecuadas al problema, que se reduce a lo siguiente: cambiar las instituciones y el modelo de gobierno, para recuperar la autoridad ética y moral sobre la sociedad.

No es cierto que México esté feliz… feliz… feliz; los mexicanos están al acecho, en espera de la oportunidad para, como en Tepalcatepec, mostrarse como son, porque en las tres transformaciones anteriores también fueron engañados, y por eso también se fueron al monte.

¿Qué queda del proyecto de la Revolución -al que ni siquiera hicieron exequias-, quiénes respetan las Leyes de Reforma, con los evangélicos arañando el poder; qué de la gesta de la Independencia, bajo la sombra de la relación bilateral con Estados Unidos; quiénes cumplen su mandato constitucional? Así estamos.

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