La costumbre del poder

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  • Alientan confrontación entre originarios y mexicanos I/VIII
  • Por Gregorio Ortega Molina

RedFinancieraMX

Lo visto me dejó pasmado. Si existió, desapareció la cordialidad entre vecinos. Afloró el encono, el resentimiento promovido desde el poder, promotor de rechazo

Los malos pasos suelen seguirse. Quienes mandan hoy, están empeñados en favorecer el encono al subrayar diferencias inexistentes. Mexicanos somos todos. Unos por elección, otros por nacimiento. La Constitución y las diversas leyes de ella emanadas no establecen distinciones entre unos y otros o, para estar a la moda, unas y otras.

-Zavalita, en Conversación en la Catedral, quizá la primera pregunta que se hace es: ¿Cuándo se jodió el Perú? ¿Cuándo?

-Y por qué se sigue jodiendo, sería la pregunta, ¿no? Es un largo proceso evidentemente; no hay respuesta que diga tal día a tal hora, por tal cosa. Es un proceso en el que muchas cosas compartió con otras sociedades latinoamericanas. Los errores, las equivocaciones, las políticas que conducían al desastre.

La prehistoria también tiene su propia peculiaridad. Es una sociedad mucho menos integrada que otras. Estaba pensando, por ejemplo, en el caso de México, que es un país con el que Perú se parece tanto… porque seguramente gracias a la Revolución Mexicana, ha habido un mestizaje muchísimo mayor. Es una sociedad donde el mestizaje ha sido muy intenso, entonces eso va a permitir una reconciliación de los mexicanos con su pasado, con sus distintas tradiciones, algo que en México no constituye un problema, mientras en el Perú es un problema central en la vida del peruano. Hay peruanos blancos, indios, cholos, y aunque hay por supuesto un proceso de mestizaje, ha sido débil, no ha llegado a integrar todas esas vertientes dentro de la sociedad, en una comunidad homogénea. Creo que es una de las fuentes de la violencia y creo que es también uno de los problemas mayores…

Lo anterior es parte mínima de una entrevista que hice a Mario Vargas Llosa, publicada en unomásuno los días 9 y 10 de mayo de 1993. Consideré oportuno exhumarla para los lectores, porque el Congreso de la Ciudad de México está empeñado en aprobar una Ley de Derechos de Pueblos Indígenas, cuya primera versión a discutirse fue publicada el 17 de noviembre de 2011 en la Gaceta Parlamentaria de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, y que ahora renuevan con ímpetu desde la Comisión de Pueblos, Barrios Originarios y Comunidades Indígenas Residentes, de la I Legislatura de esta Ciudad Estado.

La Ley propuesta en 2011 durmió en la congeladora 8 años, porque prefirieron esperar la Constitución alumbrada durante el gobierno de Miguel Ángel Mancera, y para afinar sus expectativas de profundizar el encono y la división entre mexicanos, por lo que es necesario revisar a fondo el actual proyecto de dictamen.

Estuve el 27 de julio último en la Asamblea Vecinal convocada por la diputada por la Ciudad de México, y presidenta de la comisión de marras, Guadalupe Chávez. No asistió, envió a uno de sus palafreneros en su representación.

Lo que allí observé me dejó pasmado. Si existió, desapareció la cordialidad entre vecinos. Afloró el encono, el resentimiento promovido desde el poder, promotor de rechazo, tal como hicieron los arios en contra de los que carecen de la pureza de la raza.

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